Buscar
Opinión

Lectura 4:00 min

El Ministerio de la Verdad de Disney

Todo registro ha sido destruido o falsificado, todo libro reescrito, toda pintura vuelta a pintar, toda estatua y edificio en la calle renombrados, toda fecha alterada. Y el proceso continua día tras día y minuto tras minuto. La historia ha sido detenida.

La cita es de George Orwell en su, a veces profética, 1984, donde reescribir la historia es una de las labores del Ministerio de la Verdad, falsificar cualquier evento histórico, social, cultural o artístico, para ajustarlo a la “verdad oficial” del día.

Si las predicciones del Gran Hermano fallaron, los empleados del Ministerio de la Verdad corrigen la predicción. La idea detrás es mantener la ilusión de que el “partido” es absoluto, nunca cambia o corrige, siempre estuvo y está en lo correcto.

Podríamos trazar paralelos entre 1984 y una docena de situaciones políticas actuales. Pero ése no es el propósito de esta reflexión, fuera de recomendar su relectura en ánimo de reforzar una visión crítica de la verdad construida por conferencias matutinas y redes sociales.

Orwell viene a la mente cuando vemos la tormenta que ha perseguido a Disney en los últimos días, cuando estrenó su servicio de streaming tratando de sacudir un statu quo dominado por Netflix.

El nuevo canal Disney+ está dispuesto a poner toda la carne en el asador (la metáfora que el lector prefiera). Estrena el servicio con una nueva serie de TV en el universo de Star Wars, The Mandalorian (la saga del cazarrecompensas Boba Fett).

Disney planea explotar Star Wars, Marvel, Pixar, Fox y todo su archivo de series y películas para sepultar a la competencia. Una de sus cartas es su bóveda entera de películas, TV y caricaturas, disponible desde el primer día y sin caducidad: más de 500 películas y 7,500 programas de televisión.

En los rincones llenos de telarañas de esa bóveda están sepultadas películas que en la realidad políticamente correcta del 2019 son consideradas ejemplos del legado racista del reino mágico. Es por ello que la compañía decidió dar un paso atrás en su oferta inicial y no incluir Canción del sur, o censurar películas como Dumbo, eliminando al cuervo que se llama Jim Crow.

Canción del sur se estrenó poco después del fin de la segunda guerra mundial, cuando los soldados afroamericanos regresaban a casa, después de pelear por “la libertad y el sueño americano”, para toparse con las leyes de segregación y linchamiento conocidas como Jim Crow.

La película de Disney retrata la época “idílica” de las plantaciones sureñas donde los afroamericanos eran dóciles esclavos a la disposición de sus amos blancos. Canción del sur fue controvertida desde su estreno en 1946, llevando a protestas equiparables a las que recibió El nacimiento de una nación, la celebración que hizo D. W. Griffith del Ku Klux Klan en 1915.

La bóveda de Disney puede estar llena de estereotipos, personajes basados en la interpretación racista de los afroamericanos (y otras razas), pero también lo está la literatura y el cine de otros estudios. El que Disney decida esconder el metraje que avergüenza al estudio no cambia su existencia o su legado, pero tampoco le hace ningún favor a la comprensión de la evolución que ha tenido la industria del entretenimiento.

Reeditar películas y escenas, cortar todo lo que nos parece insultante hoy en día, es una forma de negar que el dolor y el abuso existieron. Lo que hace el estudio es reescribir la historia para vender su reino mágico, dejando de lado la oportunidad de presentarlo con el contexto para entender por qué se hacía ese tipo de cine y por qué ya no se hace.

El tema es responder una pregunta que bien puede extenderse a todas las artes conforme la conciencia social y lo que es “correcto” mutan: ¿Debemos ocultar el arte del que nos avergonzamos (quemarlo al estilo Mao) o contextualizarlo para las nuevas generaciones?

@rgarciamainou

Únete infórmate descubre

Suscríbete a nuestros
Newsletters

Ve a nuestros Newslettersregístrate aquí

Noticias Recomendadas