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¿El debate?
Los debates, en su origen, tenían como propósito la contrastación de proyectos. ¿Qué quiere cada candidato o candidata para su país? Los ataques personales o el señalamiento de hierros en el gobierno que representa alguno de ellos, por ser el partido en el poder, servía esencialmente para contextualizar porque cada uno proponía una cosa diferente. En otras partes del mundo, el trabajo se le deja a los profesionales de la comunicación y sólo al final, algunos ciudadanos prominentes de comunidades seleccionadas por región, hacen preguntas mucho más de tierra y de proyectos específicos.
En México, la desconfianza ha construido un sistema electoral complejo, nada barato, pero, sobre todo, que hace todo excesivamente regulado, vigilado y en el extremo para los debates, acartonado por disposición de reglas y rígidos formatos como el que vimos el domingo (ayer) reciente.
Una comisión que integran tres consejeros electorales se reúne con los representantes de cada partido, con el equipo o representante de candidatos y con el equipo de producción. Con el propósito milimétrico de ser equitativos en el tiempo para hablar, que las preguntas no tengan sesgos, que se atengan a ciertos temas y no salgan de ahí, aunque lo hacen en la práctica, en fin.
La desconfianza permea en todas partes y lo que acaba sucediendo es lo que vimos todos por televisión. Luego vimos dos cartones y un sonriente. La desconfianza, hasta en ellos mismos, genera un clima de sospecha, de cuidados excesivos, de preparación como si se acercaran a su último examen profesional. Como si en ello no estuviera el ejercicio político del que cada uno es capaz. Como si la producción personal y los detalles, aunque importantes, dominaran las personalidades de las candidatas y el candidato.
Claudia, se convirtió en esfinge. Si le jalan un tanto más el pelo, se hubiera convertido en miembro de la raza oriental y con una sonrisa que hubiera oxidado sus aretes. Xóchitl, no era Xóchitl. Maquillada en exceso, peinada como señora tradicional, sin frescura, sin una sonrisa, sin sus acostumbradas salidas de bote pronto que le han conquistado tanta buena voluntad. Los problemas técnicos y de producción propiamente televisiva, me parecieron un despropósito y un desastre. El tiempo, las cámaras y la producción en general, fue muy deficiente, lo que habla muy mal de la empresa seleccionada por parte del INE y esa, si es su responsabilidad.
Todo lo anterior, se combinó para que las propuestas y los señalamientos pasaran a segundo plano. Claudia repitió su cantaleta de que se construirá el 2do piso de transformación sea lo que fuere el contenido de esa frase. Pero le dio la ventaja de parecer que tenía un proyecto, aunque no fuera de ella. Que continuaría con lo hecho hasta ahora y que corregiría alguna que otra cosa. Mintió en varias cosas como lo de los feminicidios, que no es real, sino producto de un cambio de clasificación, lo que le permite resumir cosas que en realidad no ha hecho. Así con otras cosas.
Xóchitl, como buena ingeniera, hizo propuestas concretas en diversos temas, pero ciertamente parece ausente de una visión de conjunto. Aquello de recuperar la libertad, la vida y la seguridad, ha quedado en una idea buena que debería ser el eje de su campaña y la propuesta de un proyecto general de país, cuyos objetivos fueran esas tres cosas indispensables y francamente atractivas. Tendrá que insistir más. Máynez es un hombre capaz y lo demostró, seguro algunos votos los podrá pepenar de su participación. El gran ausente, sin embargo, fue AMLO. Ninguno de los tres lo trajo a la mesa, aunque él se empeña en estar, aunque sea virtualmente. No me puedo imaginar a que estrategia responde, pero me llamó la atención. Por lo pronto somos un pueblo que no sabe que le espera y por lo tanto incapaz de decidir. Nada más, pero nada menos también.