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Opinión

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El espejismo financiero

El aparente optimismo en los mercados financieros no es producto de fuerzas de la economía real, sino un espejismo provocado por un estímulo artificial.

La perspectiva macroeconómica para este año, año de recuperación, según el ya famoso consenso de la sabiduría convencional, es que los prospectos para retomar la senda del crecimiento son positivos, basado en los efectos del estímulo económico, la reorganización de inventarios y el rebalanceo del comercio global.

Las economías emergentes, dice esta misma sabiduría, serán motores de nuevo crecimiento, sobre todo en China, India y Asia, donde las tasas esperadas serán en el orden de 7% en promedio. Brasil es otra agradable sorpresa en el escenario. Estas expectativas han sido avaladas por el mercado financiero, que ha respondido con un renovado entusiasmo en los mercados bursátiles.

Ni hablar, así son las crisis; después del pánico, viene la euforia. Este espejismo parece ser la norma en esta era de nuevas crisis financieras, donde a pesar de los ajustes tan brutales en valores de activos (llámese devaluaciones en los 90, caídas en los precios de acciones tecnológicas al arranque del nuevo milenio, o el desplome global del 2008) tiende a darse una nueva ola de optimismo potencialmente exagerado.

El aparente optimismo, en esta ocasión, no es producto de fuerzas reales de la economía real, sino un espejismo de recuperación provocado por un estímulo artificial. Es la bonanza de una dosis de morfina financiera. En las palabras de The Economist, la reticencia de gobiernos en adelantarse a un alza de tasas de interés se traduce a una licencia, un riesgo moral, para que el universo de inversionistas destine recursos hacia activos con mayor riesgo.

O sea: lana sube, lana baja. Una burbuja revienta, a lo que le sigue un episodio de laxitud monetaria, el cual provoca otra burbuja en otro sector de la economía. La primera señal de este espejismo es una inflación en los precios de los activos, que van mucho más allá de los fundamentos de la economía real o las tendencias de ahorro e inversión. Vaya, actos de especulación financiera con acciones castigadísimas, como han sido Comerci o Citigroup, reflejan las grandes injusticias de las crisis financieras:

la transferencia masiva de recursos de un sector de la sociedad a otro.

Hay un punto donde la sabiduría sí tiene razón: la amplitud de la capacidad no utilizada, junto con el proceso de desapalancamiento, significa que la deflación sigue siendo un mayor riesgo que la inflación. Y ello significa que, a pesar de los riesgos a la inflación en bienes de consumo en el futuro, las políticas monetarias probablemente seguirán siendo antideflacionarias en vez de antiinflacionarias. Razones, pues, de peso completo.

rsalinas@eleconomista.com.mx

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