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El último año
Nada es más difícil para un presidente que su último año al frente de la toma de decisiones que paulatinamente dejan de ser escuchadas y obedecidas por la clase política. Es el tiempo de la soledad, del miedo por las posibles consecuencias del ajuste de cuentas por parte de aquellos que resultaron afectados durante su gestión, y del cierre de los libros donde se podrían descubrir los cadáveres económicos y políticos del gobierno saliente.
Hay quienes se retiran discretamente y negocian una especie de amnistía con quien ven como su más posible sucesor dentro y fuera de su propio partido. Es el caso de Peña Nieto, pero no el de López Obrador quien no está dispuesto a considerar la posibilidad de perder el poder en manos de la oposición, tanto por sus implicaciones políticas como personales. Y es que durante todo su período de gobierno la estrategia de polarizar al máximo la discusión sobre los grandes temas nacionales, provocó un sinnúmero de damnificados dispuestos a cobrarse las afrentas una vez concluido su gobierno.
Esta es la encrucijada a la que se enfrenta Claudia Sheinbaum, quien ha intentado en privado deslindarse de ciertas políticas de AMLO que asustan a empresarios nacionales y extranjeros, al mismo tiempo que ratifica su lealtad absoluta a su mentor quien incluso le ha impuesto una plataforma de campaña a través de las intransitables reformas constitucionales enviadas al Congreso.
En este contexto la campaña lanzada contra el presidente para vincularlo con el narcotráfico se enmarca dentro de este esquema de ajuste de cuentas. Su apuesta por controlar al crimen organizado a través de una estrategia de administración de los grupos inmersos en este negocio ilícito con el objetivo de que se repartan las plazas sin generar violencia no ha dado resultado. Los delincuentes no respetan acuerdo alguno y su lucha por el control del mercado es despiadada y sin límite alguno.
La intervención permanente de AMLO en la discusión electoral, lo ha convertido de facto en el cuarto candidato presidencial quien parece desesperado por garantizar la continuidad de su gobierno no únicamente a través de su candidata, sino en función de su propio activismo electoral que es en lo que confía para asegurar la victoria.
La posibilidad de un triunfo opositor no es vista como una alternancia similar a las que han ocurrido desde el año 2000, sino como una especie de terremoto capaz de destruir a la 4T y tragarse a muchos de sus representantes más importantes. Es el resultado de 5 años de una guerra sin cuartel contra adversarios y disidentes, que podrían regresar al poder. Ese es el miedo en Palacio Nacional.