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Opinión

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Exportación de la vida en Madagascar

Para lograr ser colonizado, el continente africano tuvo que ser forjado como una tierra “nula”, “salvaje”, “primitiva”. Al ser convertido en un yacimiento de fantasías, África pudo ser colonialmente direccionada hacia los intereses de sus respectivas metrópolis europeas. Al ser vaciado histórica y epistémicamente, el territorio de la isla de Madagascar fue adecuadamente colonizado y dedicado particularmente a la producción de cultivos de exportación como arroz, caña de azúcar, tabaco, vainilla y café. Aún en el siglo XXI, estos monocultivos de exportación representan, de acuerdo con UNICEF, más del 20% de los ingresos que recibe la isla, lo cual indica que el perfil mono exportador que Madagascar fue adquiriendo durante el periodo colonial no fue desmantelado por la independencia malgache en 1960.

El interés del colonialismo francés en materia de minerales también se manifestó desde el siglo XIX. Hoy día se calcula que los yacimientos de oro en la isla llegan a un 20% de los depósitos a nivel mundial. Otros minerales como el grafito –uno de los principales componentes de las baterías de litio– resultan muy valorados y explotados por una enorme cantidad de empresas de diversas nacionalidades que llevan a cabo fuertes exploraciones para los denominados “minerales de transición”. Se proyecta que el continente africano se convierta en décadas futuras en el mayor productor de grafito cuyos yacimientos más importantes se hallan en suelo mozambiqueño y malgache.

La concepción del suelo y subsuelo como mera mercancía que subyace a la producción minera y de monocultivos se contrapone con la noción de diversos grupos socioculturales malgaches para los cuales, la tierra no sólo es un simple elemento vacuo, sino un cúmulo de vectores de sentido. De ahí que las tierras en disputa y ambicionadas por grandes consorcios sean consideradas por sus respectivos habitantes como bienes ancestrales. De hecho, se puede decir que casi tres cuartas partes de los proyectos de explotación minera que se contemplan para el continente africano se hallan justamente en tierras que están directamente vinculadas con las economías de auto-subsistencia y mediante las cuales sobreviven las comunidades.

La mejor prueba de la posesión que diversos grupos socioculturales ancestralmente han tenido sobre dichos territorios es que justamente ahí es donde se encuentran asentadas las tumbas de sus ancestros o antepasados. Uno de los mayores efectos de la minería en Madagascar no sólo es la contaminación del suelo sino también la polución de las fuentes de agua ya de suyo escasas. A más de cinco décadas de haber logrado su liberación nacional, la historia presente de Madagascar sigue cargada de resabios coloniales desde los cuales la naturaleza y sus bienes son concebidos como objetos cosificables, mercantilizables.

Contrariamente, las poblaciones malgaches que han padecido el despojo y el consecuente achicamiento de sus parcelas de cultivo han protestado señalando que la naturaleza no es un mero bien exportable sino un yacimiento de vida que debe ser respetado: “El agua y las tierras son nuestras” se escucha desde la isla más grande del continente africano y la cuarta a nivel mundial.

  • Marco Reyes es Profesor visitante. UAM-Iztapalapa, Departamento de Filosofía, miembro de la Unidad de Estudio y Reflexión de África, Medio Oriente y Sudoeste Asiático del Consejo Mexicano de Asuntos Internacionales (COMEXI).

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