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Opinión

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Expresidentes tuiteros

Los políticos con ambiciones de poder siempre han recurrido a la tenacidad, creatividad, mentira, elocuencia y cinismo, utilizando medios legales o ilegales para ascender en sus aspiraciones a la Presidencia de la República. En ese contexto, la tradición era que, una vez saboreado el poder y concluido el voraz mandato sexenal, había que cumplir fielmente la regla de oro: el prudente ostracismo.

Así, tras entregar la banda presidencial, aquellos poderosos personajes, casi míticos, se mantenían en la oscuridad y sólo se volvía a saber de ellos en alguna entrevista del recuerdo, en esporádicos eventos públicos o al momento de su muerte. Pero esta tradición ya cambió.

Los últimos expresidentes han hecho lo posible por romper esa regla de oro. Descubrieron y adoptaron distintas vías de comunicación que les permite mantenerse con reflectores políticos y en escenarios electorales. Twitter, por ejemplo, es su nuevo pódium con el pretexto de su libertad de expresión, encubierto estratégicamente en intromisión.

Vicente Fox ha emitido más de 3,700 mensajes por esa vía desde el 2010. Sus opiniones sobre la mariguana, sus pronósticos electorales o su papel de trol de Trump y opositor del fucking wall, son asuntos con los cuales entretiene a su millón de seguidores.

Pero este denominado presidente de la alternancia se ha quedado corto frente a su sucesor, el presidente que entró al gobierno federal por la puerta trasera. Desde que se unió a dicha red social en mayo del 2010, Felipe Calderón ha reunido aproximadamente 5 millones 400,000 seguidores. Quizá inspirado por el color azul del pajarito de Twitter, entre los cerca de 12,000 mensajes enviados por este expresidente se incluyen el misterioso “Shu” que nadie entendió, su comparación del Chapo con AMLO porque los dos usan “puro efectivo”, o su irónica y ofensiva pregunta sobre el nombre de Delfina, la excandidata de Morena a la gubernatura del Edomex.

Pero el punto más álgido del activismo tuitero de Calderón se ha dado en estas últimas semanas con el explícito apoyo al proceso de recolección de firmas en favor de su esposa Margarita Zavala, en su intento por conseguirle, a cualquier precio, una candidatura independiente y un lugar en la boleta electoral. Asimismo, con el explícito cuestionamiento y ataque a Ricardo Anaya por su separación como presidente nacional del PAN.

Contrastante activismo frente al moderado papel que juega y jugó Zavala como entonces primera dama en el periodo 2006-2012 a pesar de algunas pifias de su marido y las negativas reacciones de su terrible guerra contra el crimen organizado. Pero Calderón, como expresidente —y todavía militante del PAN—, ha roto la tradicional prudencia y discreción política, jugando en escabrosos y arriesgados terrenos, dando la impresión de que no tiene otra opción.

Intromisión en 280 caracteres

Son indiscutibles el derecho de opinar o de participar en política y el acceso a la tecnología comunicativa y las redes sociales. Pero es claro que sobre Calderón se ejercen numerosos autoimpulsos propios del entramado de intereses y complicidades que sólo las casas presidenciales comprenden. Su traición a la regla de oro traerá consecuencias en lo social difíciles de predecir, que sólo las #Elecciones2018 podrán revelar.

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