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Opinión

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Hipócritas

“Hipócritas”, lo dijo el presidente, lo dijo Adán Augusto, lo dijo Claudia Sheinbaum. Es la forma de responder a la crítica a la militarización. Tienen un punto, el proceso de sacar a los militares a las calles inició con Felipe Calderón; sin embargo, lo más curioso es que mediante esa acusación aceptan que están haciendo la misma estrategia, no exactamente igual, sino en versión supercargada. Pero estamos en tiempos de la neolengua, en donde se dice que en las calles está un “ejército de paz”, ¿para qué llevan armas entonces? Ellos no espían, hacen labores de inteligencia. Si matan a civiles, ya no es como antes, “porque no hay impunidad”, de hecho, la diferencia entre los asesinatos de antes y ahora a manos de militares, es que ahora se les defiende del discurso todas las mañanas, al grito de “no hay impunidad” el tema queda sellado.

Y a pesar del lenguaje tramposo para intentar transformar la realidad, hay un descaro absoluto por otro tipo de acciones: los abrazos a la delincuencia, el pase de charola a los empresarios para los sorteos de la lotería nacional, la mentira absoluta para celebrar la creación de universidades que no tienen ni planteles, las amenazas para conseguir votos en el legislativo (y de paso el cuestionable liderazgo en el PRI), la promesa para un sistema de salud como el de Dinamarca cuando el asunto de las quimioterapias sigue siendo la promesa pendiente cada mes, cuando ni siquiera se ha intentado tener una vacuna contra la  viruela para los grupos vulnerables, cuando fuimos el país que peor manejó la pandemia,  cuando fuimos el último país en Latinoamérica en empezar a vacunar contra Covid-19 a menores. Estamos entre los países con más defensores del medio ambiente asesinados, asesinan a más periodistas por hacer su labor que en ningún otro sexenio. Se congratulan por “bajar” las cifras de homicidios, que ellos mismos mantuvieron en un altísimo récord. Cuando los diarios se llenan de sangre, todas las mañanas, con una sonrisa de oreja a oreja, un señor que miente como respira, sale sonriente a repetir la misma rutina: la que habla de los que ya no están, la del autoelogio, la que espera unos segundos para ver si tuvo el efecto esperado en su amado público, el que no dejó regresar a casa ni durante el pico de la pandemia porque a él, y solo a él, le gustaba tenerlos enfrente. 

Así que con o sin militares, preocupante es el discurso de quienes hoy aspiran a ser candidatos y candidata a la presidencia. Los problemas creados hoy, son los que heredarán, e incapaces como son para reconocerlos, porque serían tildados de traidores, su máxima promesa de campaña es insultar y criticar a quienes estuvieron en el poder hace más de diez años, aplaudir una tonelada de mentiras y prometernos que su mejor oferta, es darnos seis años de lo mismo. El triunfo de la propaganda ante el sentido común.

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