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La Cultura de la Paz, Eclipse Mexicano
“…y el Sol ha muerto en el cielo y una maligna niebla todo lo cubre.” La Odisea de Homero
Cuando el Sol, la Luna y la Tierra se alinean en coincidencia con la Luna Nueva ocurre un evento cósmico denominado eclipse solar. Los eclipses pueden ser totales, cuando la Luna tapa totalmente la luz solar, anulares y parciales, si sólo una parte del Sol es cubierta.
Los eclipses totales no son frecuentes debido a que, para que se proyecte la sombra, la alineación de la Luna, el Sol y un punto determinado en la Tierra debe ser exacta.
En México se han podido observar, en tiempos modernos, seis eclipses solares en 1970, 1984, 1991, 2000, 2014 y 2017. El día de ayer en algunas localidades del norte del país, de Estados Unidos y de Canadá se pudo observar un eclipse total de Sol, un regalo cósmico.
Estar conscientes de ese maravilloso fenómeno astronómico nos permite recordar que somos parte del Cosmos, del Sistema Solar y de nuestro planeta Tierra, que tiene a la Luna, también de recordar la perfección del universo y del movimiento de los cuerpos celestes y -por lo contrario-, la imperfección de la sociedad y de sus gobiernos.
La palabra eclipse deriva de una antigua expresión griega que significa abandono momentáneo de la luz. Esa sensación -de abandono- agobia a muchos mexicanos respecto de su gobierno y dista de ser momentánea. Padecemos una obscuridad que ha durado casi seis años –como si fuera un eclipse total- que se caracteriza por un fuerte desgaste del tejido social, de la vida en armonía y de la cultura de la paz al que se suma un grave deterioro en prácticamente todos los renglones de la vida nacional.
Esa situación es el resultado de un desempeño malévolo y mal intencionado del mandatario en un marco de polarización, opacidad, improvisación y corrupción que se ha concretado en un aumento sin precedentes de la militarización de actividades civiles en perjuicio del papel fundamental de las fuerzas armadas y de la seguridad nacional; auge del crimen; obsesión por desinstitucionalizar la República; destrozo de los servicios públicos de salud y de educación; una ilegal e inequitativa sucesión presidencial adelantada y una permanente campaña electoral a favor del partido oficial; violación cotidiana a la Constitución y al marco legal; un enorme aumento de la deuda pública; tensión, generación de controversias, descalificación y engaño. Deterioro que podría aumentar en los últimos meses de su gestión y, peor aún, acrecentarse de continuar su denominado “proyecto de nación”.
No debe ignorarse que el actual gobierno adoptó su Plan Nacional de Desarrollo 2019-2024 que incluyó objetivos, estrategias y prioridades que regirían sus acciones para lograr el desarrollo del país y el bienestar de los mexicanos. Según el epílogo de ese Plan, denominado “Visión de 2024”, en este año sería evidente una mejora radical en los niveles de bienestar y seguridad respecto de los que prevalecían en 2018, que nuestro país habría alcanzado una importante tasa de crecimiento y que para este año la delincuencia organizada estaría reducida y en retirada. Nada de eso ocurrió, nuestra realidad es muy distinta al escenario previsto. Ese Plan no se cumplió.
El domingo se realizó el primero de tres debates con la participación de los tres contendientes por la Presidencia de la República en la sede del INE, que se caracterizó por una muy pobre producción y un formato que no correspondió al de un debate. Pareció más un concurso de preguntas que por excepción se contestaron, además de que no fue posible el intercambio de posturas. Se insinuaron algunas propuestas sin sustento, hubo algunos ataques y evasiones a reclamos legítimos, así como la utilización de “otros datos”, verdades a medias, mentiras completas y ofertas falaces. Sin duda fue un ejercicio poco útil.
Los principales indicadores que hoy prevalecen en México revelan graves retrocesos en materia de salud, de educación y de seguridad pública, sólo por citar algunos renglones, en perjuicio de todos y existe la oferta oficialista de continuar por ese camino.
Como hemos sostenido, en un cambio de gobierno suele surgir una esperanza generalizada de que las cosas mejoren en nuestro país. Que la Presidencia de la República vaya a ser ocupada por primera vez en nuestra historia por una Mujer es una buena noticia. Confiamos y deseamos que sea una presidente para todos.
Sin embargo, eso no será suficiente para recuperar la luz y salir de la penumbra. Para ello, será indispensable que en el plan de gobierno que se aplique a partir de octubre de este año impere la lealtad a la Nación sobre cualquier otra y se dirija a la restauración nacional, a detener la destrucción de instituciones y de la polarización, a restaurar el tejido social, a recuperar la cultura de la paz y a evitar que las malas prácticas continúen en el futuro. Deberá tenerse en cuenta que el país que recibirá el nuevo gobierno no sólo está sumido en un grave deterioro, también habrá de enfrentar graves restricciones presupuestales.
En la tradición china se cree que los eclipses pueden traer cambios significativos a nivel colectivo, en la indígena de América del norte se realizan ceremonias sagradas para honrar y agradecer a los poderes celestiales, así como para buscar guía y sabiduría en momentos de cambio y transformación.
A diferencia del fenómeno astronómico, en el que un eclipse tiene una breve duración determinada por el movimiento de los cuerpos celestiales, la obscuridad de nuestro eclipse destructor y de la corrupción de nuestra partidocracia, sólo podrá disiparse y –por lo tanto- recuperar la luz de la restauración, con la participación de todos.
Si nuestra pretensión es seguir siendo libres, ser dueños de nuestro destino, cancelar la continuidad del desastre nacional, que todos vivamos mejor en un ambiente de solidaridad, respeto, concordia y de dialogo, debemos acudir a las urnas el próximo 2 de junio.
*El autor es abogado, negociador y mediador.
X: @Phmergoldd