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La conveniencia de examinar los promedios e índices
Una de las medidas estadísticas más utilizadas y frecuentemente poco comprendidas, es el promedio.
Siempre recordaré como mi jefe y mentor Javier Beristain (exrector del ITAM) comentaba cuando alguien hablaba de un promedio, que si a una persona le preguntaban cómo se sentía y tenía la cabeza en el horno y los pies en el congelador respondería, “en promedio bien”.
Al igual que los promedios, los índices que engloban en un sólo dato un conjunto de indicadores ponderados, pueden en algunos casos ocultar el comportamiento de la información, que incluso puede apuntar hacia diagnósticos diferentes de los que, en principio, el dato general muestra.
Esta semana, se publicó el dato de la inflación de mayo para nuestro país, en el que se muestra una inflación general de 2.84%, dato inferior a la meta inflacionaria y la expectativa del consenso de los analistas económicos.
Sin embargo, el dato puede resultar más complicado de interpretar cuando se desmenuzan sus componentes. Por ejemplo, cuando se mide el índice de la inflación subyacente, que es aquella que trata de eliminar el comportamiento de los precios de bienes y servicios con mayor volatilidad en los meses, el índice inflacionario presenta una tasa anual de 80 puntos base mayor a la inflación general.
Por otro lado, los energéticos presentaron a una reducción que en el dato agregado contribuyó fuertemente a la caída de la inflación. Tuvieron una disminución de precios en el periodo señalado de 11.34 por ciento. Este dato, poco puede ser atribuido a un control inflacionario y es más resultado de una condición general de los precios de los energéticos que, si atendemos al comportamiento de los precios de la gasolina a nivel mundial, ha empezado a presentar un repunte en las últimas semanas regresando a niveles cercanos a los que tenía a mediados de marzo de este año.
Esto implicaría que la gran reducción que se presentó en mayo, no se repetirá en los siguientes meses, pudiendo alimentar la caída en el indicador de inflación.
Adicionalmente, resulta más preocupante el encontrar que los rubros que más crecieron fueron los relacionados con alimentos, bebidas y tabaco, cuyos precios aumentaron 6.58 por ciento. Específicamente tratándose de incrementos en alimentos (por ejemplo, el arroz), que por las características de consumo implicaría que se generó en el mes de mayo una presión significativa (de más del doble de la inflación general) sobre la capacidad de compra de alimentos de las familias. Y si a ello sumamos el hecho de que, precisamente en ese periodo es cuando se acentúa más la caída de los ingresos salariales (como resultado de la contracción de la actividad económica para enfrentar la pandemia), seguramente tendrá un doble efecto grave en la capacidad de las familias, particularmente de las de menores recursos, para enfrentar sus necesidades básicas.
En las siguientes semanas y meses, también tendremos que medir el efecto que el incremento brusco que tuvo el tipo de cambio en este año, con todo y la corrección que se ha presentado en las últimas semanas, tendrá sobre los precios finales de ciertas mercancías que, o bien son importadas, o en su producción requieren componentes de insumos importados.
Si bien no es previsible en el corto plazo un retorno a presiones inflacionarias como las que enfrentó México en los 70, 80 y 90, en este momento un crecimiento aún moderado de la inflación, pero en un entorno recesivo, puede generar distorsiones muy graves que terminen por lastimar más la capacidad de compra de los hogares hoy más desprotegidos de la sociedad.