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Opinión

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La importancia de la relación entre la política monetaria de México y EU

Como en casi cualquier actividad humana, es más sencillo opinar respecto de las decisiones y acciones que otros toman y realizan, que tomar decisiones y realizar acciones en lo personal.

Siempre será más sencillo criticar lo que otros hacen, suponiendo que uno habría sido capaz de tomar una mejor decisión, sobre todo cuando opinamos sobre lo ya ocurrido.

Al decidir sobre fenómenos complejos, las interacciones de cada decisión generan múltiples escenarios posibles, haciendo que las alternativas y opiniones sobre las decisiones más adecuadas sean aún más variadas.

Cuando se trata de decisiones sobre temas que involucran a su vez la respuesta de grupos de personas, con intereses frecuentemente divergentes, las decisiones posibles se contraponen aún más.

Ello es evidente en un tema que en principio parecería eminentemente racional y técnico, como la política monetaria; esto es sobre la decisión que un banco central toma, esencialmente sobre el nivel y trayectoria que deben seguir las tasas de referencia, que a su vez inciden en las tasas de interés (tanto las que aplican para el ahorro e inversión como las que aplican para la contratación de obligaciones crediticias de personas y empresas).

Hoy en México la discusión se centra en si el Banco de México debe continuar reduciendo la tasa de referencia, si cada reducción debe ser de 0.25 o 0.50%, si debe o no mantener el ritmo y periodicidad de cambios que lleve a cabo la Reserva Federal de EU, y hasta qué nivel objetivo debe de llevar, en su caso, esos movimientos. Sobre estos temas, hay diferencias de opinión sobre qué se tiene que hacer y, por supuesto, sobre si lo que ya se hizo en el pasado fue lo adecuado. La divergencia de opinión se encuentra incluso en el seno de la Junta de Gobierno, en donde los más recientes miembros, propuestos ambos ya por la actual administración y ninguno de ellos con experiencia en política monetaria, muestran opiniones en cierto sentido diferentes al resto de los miembros.

Conviene recordar que, a partir de la crisis del 2009, la Reserva Federal llevó a cabo una fuerte reducción de las tasas de interés, con el fin de reactivar de la economía. Lo mismo hizo la mayoría de los bancos centrales del mundo, incluido México. La Fed llevo su tasa a casi 0% anual, México hasta 3% y algunas economías europeas incluso al terreno negativo (los ahorradores tienen que pagar por invertir).

Posteriormente, al irse consolidando la expansión económica, las tasas empezaron a crecer, llegando en el caso de EU a un nivel cercano a 3%, mientras que México lo elevó hasta 8.25%; esto último alimentado además por presiones internas y externas derivadas de factores como la caída de los precios del petróleo, las elecciones en EU y la incertidumbre global.

Esa expansión proporcionalmente mayor de las tasas en México se tradujo en una masiva atracción de inversión financiera internacional que, hasta la fecha, explica mucha de la solidez y apreciación del peso actualmente.

Las decisiones que ahora se toman parten de suponer que somos capaces de anticipar cuál será la respuesta de los inversionistas internacionales en el caso de una reducción significativa del spread entre las tasas en México y EU. También supone que podemos predecir, sin tomar en consideración ningún otro elemento, las decisiones que tomarán los individuos y las empresas tanto en ahorro y gastos, como en inversión y endeudamiento, derivados de los cambios en las tasas de referencia. Y suponer que es medible el efecto de la reducción de tasas como aumento de las inversiones y estímulo al consumo y al crecimiento.

Lo que hoy sabemos, por la experiencia pasada, es que rara vez el comportamiento de los individuos que en conjunto conforman una economía, se apega estrictamente al pronóstico de los modelos; que la profundidad de los cambios esperados rara vez fue la anticipada; que los intereses de distintos grupos (por ejemplo, inversionistas internacionales y productores nacionales) rara vez son sincrónicos.

De ahí la importancia de tener la mejor información disponible para tomar decisiones que siempre entrañarán un resultado incierto y de reconocer que opinar de todo sin conocimientos o de manera simplista sirve poco para la comprensión y resolución de los grandes problemas nacionales.

El autor es politólogo, mercadólogo, financiero, especialista en economía conductual y profesor de la Facultad de Economía de la UNAM. CEO de Fibra Educa y Presidente del Consejo para el Fomento del Ahorro Educativo.

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