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Opinión

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La oposición

Con los resultados electorales obtenidos el pasado mes de junio, el retorno al régimen de un solo partido se ha convertido en una realidad. La interpretación de la legislación electoral, según la cual un bloque partidario no representa una misma opción política, le permite a Morena contar con la mayoría calificada  con la que puede hacer lo que le plazca modificando la Constitución.

En este escenario muy similar al del presidencialismo priista, la oposición no tiene fuerza alguna ni para establecer un dique de contención ni mucho menos para negociar absolutamente nada. De hecho, se convierte en un actor testimonial con la única función de protestar y denunciar lo que considere como un abuso de autoridad.

Pero el objetivo de una oposición no es ése. Su propósito no es gritar sin que nadie lo escuche, sino construir una alternativa al gobierno en turno. Aquí el problema radica en la necesidad de comenzar de nuevo a construir un sistema democrático que ha sido desmantelado por la 4T, y quien asume que el monopartidismo es compatible con su definición de democracia.

En este contexto la existencia de una oposición conformada por el PAN, PRI y los restos del PRD no tiene forma de presentarse como alternativa a Morena y su hegemonía construida a través de casi seis años de refundación autoritaria. Es cierto que una crisis económica provocada por los excesos descontrolados de un gasto público irresponsable es capaz de derrumbar al gobierno más popular. Pero sin una opción que sea lo suficientemente articulada para identificarse con el ciudadano y demostrar que la combinación entre democracia y bienestar es viable y con mucho mejores resultados que el autoritarismo del caudillo, no habrá catástrofe natural o política que derrumbe el nuevo orden lópezobradorista.

El desastre de López Portillo en 1982 no provocó inmediatamente la caída del PRI, sino hasta cuando la ruptura generada por Cuauhtémoc Cárdenas y el ascenso de Manuel Clouthier en el PAN, abrieron el camino para una oposición que fue construyendo una verdadera alternativa al régimen priista.

Hoy no sólo perdimos la pluralidad política como condición básica de la democracia, sino que carecemos de la posibilidad de funcionar con una oposición que sea atractiva a un segmento importante de la población. En todo caso los cascarones del PAN y el PRI tendrán que replantearse su propia existencia como agencias de colocación de políticos incapaces de mirar más allá de la curul que ocupan en el Congreso.

Si no lo hacen, en las próximas elecciones federales del 2027 podrían desaparecer por débiles e intrascendentes. La democracia mexicana debe reconstruirse desde sus ruinas.

Ezra Shabot Askenazi es Licenciado en Ciencias Políticas y Administración Pública por la Universidad Nacional Autónoma de México. Analista político y catedrático universitario con 22 años de trayectoria en la UNAM. Como académico ha sido jefe del Departamento de Ciencias Sociales y Jefe de Planeación Académica en la Escuela Nacional de Estudios Profesionales (ENEP) Acatlán.

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