Existe en España un dicho entre las madres y las abuelas cuando ven a una persona que es incapaz de estar en un determinado sitio por un razonable espacio de tiempo. A esos seres inquietos que no están a gusto en ninguna parte, les llaman culos de mal asiento. Un fenómeno cada vez más presente entre los adolescentes que son ya una suerte de profesionales del comienzo por esa tendencia a iniciar diversas actividades, pero sin centrarse en una sola, incluso dejándolas a medias por exceso de trayecto y escasez de perseverancia. Los especialistas en este tipo de conductas listan diversas razones, pero me centraré en la que más he estudiado, la que tiene que ver con los comportamientos y padecimientos digitales. La globalización de los teléfonos inteligentes y el intenso desarrollo de la comunicación de masas personalizada nos instalaron en una especie de pandemia estructural donde el sector infantojuvenil se ha enganchado a las pantallas de forma patológica. He estudiado este fenómeno por años a partir del denominado Zapping conductual. El pedagogo Joan Ferrés, lo describie diciendo que el mando a distancia dejó de ser una actitud ante los televisores (hoy diríamos pantallas), para convertirse en una actitud ante la vida. Si bien esto es algo que en cierta medida hacemos todos, este sector poblacional lo ha interiorizado como nunca antes el ser humano. Es una tribu que hace zapping en todo; en los estudios, en los empleos, en las relacionies amorosas, en las amistades, en la comida, en las conversaciones, en el entretenimiento e incluso en el voto electoral. Un caso extremos de esta trepidante evolución conductual serían los denominados emotion seekers, buscadores de emociones que solo están satisfechos cuando se sienten muy estimulados, no soportan el silencio, ni la soledad ni el aburrimiento, por lo que desarrollan actitudes adictivas como esa de consumir sensaciones de manera compulsiva. El punto que convierte esto en un padecimiento es el voltaje de las experiencias a las que se van habituanco, entre más fuerte es, más fuertes son las sensaciones que necesitan percibir para sentirse gratificados y estabilizar su pulsión. Una pulsión ingobernable. Las redes sociales satisfacen bien esta fuerza biológica incontenible denominada pulsión escópica, entendida, a través de Ferrés, como el insaciable apetito por ver; y que al mismo tiempo que satisface, potencia y desarrolla lo visto hasta límites inconcebibles. Sabemos que una de las actitudes que caracteriza a los jóvenes hoy es la velocidad. La compulsiva gratificación sensorial. Por lo que hablar de zapping actitudinal, dice Ferrés, es hablar de fragmentación, relatividad y provisionalidad: “Manifestaciones postmodernas que se caracterizan por la potenciación de un yo diluido”. Quienes se consideran dentro de esta forma de ser, estilo de vida o actitud ante la vida, no suelen molestarse, apunta el filósofo José Antonio Marina, si se les acusa de tener un yo frágil, un carácter débil, ser sujetos múltiples, o bien, de tener un yo mudable. Consideran positivos dichos comentarios por lo que tienen de oposición a la intolerancia, a la intransigencia, al fanatismo o al dogmatismo, señala. Hace unos días hice el trámite de reposición del pasaporte en la CDMX. Luego de hacer la cita, llenar los formatos y hacer el pago correspondiente, me dirigí a las oficinas de Coyoacán, las cuales están en el sótano dos de una plaza comercial. Así lo menciona el correo, la cita y el documento impreso que debes llevar. Lo que me encontré sobre la avenida donde estaba la plaza comercial, fue gente, en su mayoría jóvenes, que descendían de Ubers o coches particulares, papeles en mano y preguntando “por lo del pasaporte”. Es decir, vienen conectados todo el trayecto y no saben llegar al destino. Este problema de desubicación tiene parte de su origen en la manera en que las pantallas se han apoderando de nuestra atención y actividad cognitiva a niveles de estructura neurofísica. Siempre nos habíamos orientado a través de los sentidos, hoy lo hacemos a través de un mapa telemático proveniente de un satélite instalado en aplicaciones digitales de la prótesis que portamos en las manos, misma que anula cada vez más nuestra capacidad de mirar y detectar señales olfativas y auditivas en el ambiente, en el entorno, en el contexto y en la comunidad. Despegar la mirada de la prótesis y preguntar lo evidente, es ya una actitud normalizada. Apple ha presentado al mundo el Apple Vision Pro, su primer visor de realidad mixta. Una nueva era de computación espacial, como la misma empresa dice. Gafas de realidad aumentada que integran el contenido digital al mundo real del usuario mezclando lo digital con el espacio físico. No hay control remoto, todo es con la voz, los ojos y las manos. Vamos, todo para perder la noción del entorno y hacer desaparecer al prójimo. Se anuncian también en el mercado unos zapatos deportivos de nombre Fastest Shoes. Tienen el súper poder de andar más de prisa, por las ruedas que llevan debajo. ¿Cuál es la necesidad de ir por las calles más de prisa que el resto de la gente? Quizá la misma de colocarse el visor y actuar como un oso. Otra de las novedades de este mercado de la distancia es la Skyted Silent Mask. Un producto francés presentado recientemente en Miami. En el mercado latino lo llaman Micrófono de privacidad. Se trata de máscaras faciales tecnológicas que elimina el sonido al hablar o gritar para que nadie alrededor escuche nada. Sus creadores dicen que servirán para tomar llamadas telefónicas en sitios públicos de forma privada. O sea que, por un lado, alteramos la realidad y por el otro cancelamos al prójimo mediante nuevas formas de zapeo conductual. Imagino pequeños grupos de semovientes digitales con el Apple Vision Pro, los Fastest Shoes y las Facemask orbitando por las calles sin preguntar cómo llegar a su destino, pues lo importante será el trayecto. Emparedados entre la pulsión escópica y el zapping conductual, cómo no van a ser culos de mal asiento, o mejor dicho, culos de mal entorno.