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Las ausencias en la marcha del CIDE
Asistí a la protesta organizada por la comunidad del CIDE para solicitar diálogo con las autoridades y mi sorpresa fue mayúscula cuando presencié la solidaridad de un grupo de estudiantes de otras universidades que, desde su propia trinchera, están peleando por presupuesto o libertad.
Una docena de chicos de la Universidad de Guadalajara se subieron a un camión en la madrugada y se sumaron, con sus camisetas de color rojo, amarillo y negro, a la marcha que saldría desde la glorieta de Chapultepec. Estaban muy asombrados: suelen ir a marchas multitudinarias de una Universidad que tiene poco más de 300 mil alumnos; en el CIDE son menos de 500. La UdeG tiene 60 veces más y tiene, además, una federación estudiantil con mucha solidez organizacional, solidez con la que hoy defienden a capa y espada un terreno de la voracidad constructora de las autoridades y la iniciativa privada y con la que protestan todos los días (sí, todos los días) por el trato presupuestal que el gobierno de Jalisco da a su universidad.
A ellos se sumó una docena de chicos vestidos de naranja que se solidarizaron con el CIDE porque su causa es la causa de ellos en Puebla: la Universidad de las Américas en Puebla ha sido intervenida y vive una crisis sin precedentes.
De la UAM llegó un profesor. Uno solo. Solito con su bandera, orgulloso de su institución y preocupado por el embate de las autoridades actuales (tanto estatales como federales) a las instituciones universitarias.
Del Colegio de México encontré a varios investigadores y profesores. De la UNAM no vi a nadie excepto al reflejarme yo en los parabuses que pasamos. Yo soy egresada de la UNAM, formo parte de comunidad UdeG y estudié la maestría en el Iteso en Guadalajara. Nunca he tomado clases en el CIDE ni he ido a dar una charla ni tengo nada qué ver con esa institución.
Pero el acoso me preocupa y debí haberme puesto la gorra de la UNAM, la chamarra de los leones negros y un paliacate del Iteso. Para traerlas también. Me preocupa que le hayan quitado la autonomía al Colegio de Veracruza. Me inquieta que lo hayan intentado en seis estados más y que la misma reforma educativa de Andrés Manuel López Obrador haya puesto, aparentemente por error, que se suprimía la autonomía de la UNAM.
Me turban las posturas públicas del Presidente sobre las inclinaciones ideológicas de las universidades y los científicos, a quienes acusa de estar del lado oscuro de la fuerza. Por último, me molesta la actitud anticientífica de la titular del Conacyt.
Por eso acudí. Como observadora, sí, pero también como participante. Un par de veces grité consignas y unos segundos brinqué con los chicos. No mucho porque la rodilla, pero ahí estuve, acompañando una causa que advierto importante y que, pese a la cobertura y simpatía que despierta, no atrae a la comunidad estudiantil de la UNAM.
¿Por qué? Entiendo que las autoridades no quieran mezclarse en un conflicto que parece burocrático (parece eso, pero no lo saquen de contexto, está enmarcado en un acoso permanente a la autonomía de la investigación y educación en México). Entiendo que las autoridades no quieran despertar con sus acciones o declaraciones a una comunidad difícil de controlar. No sólo lo entiendo, lo justifico y hasta lo pido. Lo que no comprendo es que los estudiantes por sí mismos o los profesores, a título personal, no simpaticen con esta bandera. ¿Por qué? ¿Por qué no había más profesores de distintas facultades de la UNAM proponiendo autonomía para todos los centros Conacyt? ¿Por qué no había estudiantes de la UAM?
La presencia de universitarios de Guadalajara y Puebla fue muy significativa, pero la ausencia de estudiantes de la capital fue muy notoria.