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Opinión

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Lo que el Partido Laborista necesita para tener éxito

Al ofrecer una estrategia industrial integral orientada a una misión, el nuevo gobierno del Partido Laborista del primer ministro británico Keir Starmer ha demostrado que comprende claramente la naturaleza de los desafíos económicos del país. Pero, para tener éxito, necesitará reestructurar la forma en la que opera el gobierno.

LONDRES. Para revertir el desempeño económico anémico del Reino Unido de los últimos diez años o más, el nuevo gobierno del Partido Laborista del primer ministro Keir Starmer ha dicho que introducirá una estrategia industrial impulsada por la misión. Pero, para triunfar, el gobierno debe transformarse e invertir en sus propias capacidades.

Starmer y su gabinete parecen entenderlo. A pocos días de la elección, lanzaron Great British Energy (una nueva empresa pública focalizada en la inversión en energías renovables), anunciaron un Fondo Nacional de Inversión y crearon “juntas de cumplimiento de misiones” destinadas a supervisar cinco objetivos centrales delineados en la plataforma electoral del Partido Laborista (inspiradas en Mission Economy). El partido apunta a “poner en marcha el crecimiento económico”, “hacer de Gran Bretaña una superpotencia en energía limpia”, “recuperar nuestras calles”, “derribar barreras para la oportunidad” y “construir un Servicio Nacional de Salud apto para el futuro”.

Como detallamos en un nuevo informe, las experiencias de otros países ofrecen lecciones valiosas para el nuevo gobierno del Reino Unido en su intento de alcanzar estos objetivos. En primer lugar, mientras que las estrategias industriales en el pasado “elegían ganadores” –identificando sectores o tecnologías específicos para recibir respaldo del gobierno–, ahora deberían elegir misiones que, a su vez, galvanizarán la inversión y la innovación en diferentes sectores. Esto convierte los desafíos sociales importantes como el cambio climático, las amenazas a la salud pública o las crisis de vivienda en oportunidades de mercado. Fundamentalmente, implica adoptar una nueva estrategia de crecimiento. El crecimiento no es la misión; es el resultado de misiones bien diseñadas que alinean los objetivos económicos, sociales y ambientales.

Si bien el Partido Laborista se ha comprometido con una estrategia orientada a la misión, necesitará tener cuidado de no caer en las trampas habituales de la política industrial. Una misión para garantizar electricidad más barata y de carbono cero para 2030 claramente tiene el potencial de mejorar los estándares de vida (mediante facturas de energía más bajas y una mayor seguridad energética), proteger el medio ambiente e impulsar el crecimiento económico. Pero otras, como construir un sistema de salud “apto para el futuro”, necesitarán traducirse en objetivos claros y mensurables que se correspondan con oportunidades de mercado transectoriales. Por ejemplo, el gobierno podría fijar una fecha límite para reducir la incidencia de las enfermedades crónicas y las principales causas de mortalidad.

Otro riesgo surge de la manera en la que se secuencian las políticas. La ministra de Hacienda, Rachel Reeves, se ha esmerado en señalar que el gobierno adherirá a reglas fiscales que limiten la inversión del gobierno hasta que haya caído la deuda y haya aumentado el crecimiento. Pero una restricción excesiva podría minar el papel que juega la inversión pública a la hora de generar crecimiento sostenible e inclusivo. Asimismo, una estrategia industrial orientada a la misión utiliza la inversión pública para atraer inversión privada, lo que a su vez luego aumenta la capacidad productiva de la economía, genera beneficios y crea un efecto multiplicador, reduciendo, en definitiva, el ratio deuda-PIB.

Una segunda lección aprendida de otros contextos es que las estrategias industriales orientadas a la misión deberían involucrar a todos los departamentos, en lugar de estar confinadas a ministerios centrados en la innovación, la industria o el comercio. El punto es coordinar esfuerzos entre las agencias y esto, por lo general, exige un cambio en la manera en la que funcionan los gobiernos.

Las juntas de misiones del gobierno del Reino Unido representan un intento deliberado por derribar los silos departamentales y, en una señal alentadora, Starmer ha indicado que los presidirá personalmente. Pero las juntas (como hemos recomendado en nuestro trabajo reciente y en el pasado) también necesitarán contar con buenos recursos y estar empoderadas para trabajar con expertos dentro y fuera del gobierno, asumir riesgos, eliminar las barreras para la implementación y diseñar las políticas, herramientas e instituciones que exija la misión. Eso implica incorporarlas plenamente en los procesos normales del gobierno, para que sigan siendo una máxima prioridad en los presupuestos anuales y en los procedimientos de planificación y reporte (como ha hecho el gobierno de Barbados).

En tercer lugar, las misiones requieren cambios estructurales más profundos en el gobierno. Starmer tuvo un buen arranque con el Fondo Nacional de Inversión, que apunta a catalizar la inversión en proyectos de infraestructura nacionales (entre ellos, acero verde, captura de carbono y cargadores de vehículos eléctricos). El fondo podría canalizar el capital paciente (préstamos y financiación mediante la emisión de acciones) hacia estos y otros proyectos alineados con las misiones del gobierno, pero sólo si está diseñado deliberadamente para este propósito.

Al movilizar capital privado, el nuevo fondo debería garantizar que las inversiones públicas estén estructuradas para compartir no sólo los riesgos sino también las recompensas. Los trabajadores, no sólo los dueños, deberían beneficiarse, y la sustentabilidad siempre debe ser una condición esencial. Mediante una distribución de ganancias transversal, los réditos de acuerdos exitosos pueden compensar las pérdidas en otros.

El gobierno del Reino Unido puede encontrar modelos útiles en el fondo de inversión comunitaria del Municipio de Camden en Londres y en el Banco Nacional de Inversiones de Escocia (que se basaron en el trabajo de nuestro instituto), así como en el Banco de Desarrollo KfW de Alemania, el Banco de Desarrollo de Brasil y el Banco de Infraestructura de Canadá.

Otra herramienta poderosa es la contratación pública, que representa casi un tercio del gasto público del Reino Unido y tiene el potencial de generar oportunidades de mercado y estimular inversiones e innovaciones alineadas con las prioridades del gobierno en materia de políticas. Ésta fue la idea detrás del Complejo Económico-Industrial de la Salud del gobierno brasileño, que apalanca el presupuesto de contrataciones del sistema de atención médica universal del país para reducir los precios y crear una demanda de mercado para productos farmacéuticos de industria nacional.

Nuestro trabajo con Camden demuestra que el gobierno de Starmer necesitará ir más allá del actual modelo de contrataciones basado en el valor social del Reino Unido. Si bien este modelo permite a las autoridades del área de contrataciones sopesar factores más allá del precio, estas consideraciones tienden a ser periféricas y ad hoc, en lugar de convertirse en prioridades esenciales.

En cuarto lugar, el gobierno tendrá que trabajar en asociación con las empresas, los sindicatos, las organizaciones de la sociedad civil y otros niveles de gobierno. Las misiones no son un proceso vertical; tienen que ver con incentivar soluciones de abajo hacia arriba que reflejen las realidades locales y las preocupaciones cotidianas de la gente.

La relación habitual entre los sectores público y privado necesita un cambio. Como la estrategia industrial del gobierno ofrecerá beneficios sustanciales a las empresas, el acceso debería estar condicionado al alineamiento de la misión y a maximizar el valor público –no sólo la ganancia privada–. Esto es de especial importancia en el Reino Unido, donde la inversión empresaria ha sido llamativamente baja.

La tarea consiste en pasar de ser “amigable con las empresas” a exigir formas de colaboración que sean mutuamente beneficiosas. Por ejemplo (si bien podría llegar más lejos), la Ley de Chips y Ciencia de Estados Unidos –un punto esencial de la estrategia industrial de Estados Unidos– ha hecho que el financiamiento estuviera condicionado a que las empresas limitaran sus recompras de acciones, invirtieran en el desarrollo de la fuerza laboral, ofrecieran salarios justos y atención infantil para los empleados y se comprometieran con la sustentabilidad y los estándares de distribución de utilidades. Frente a estos requerimientos, las empresas han dado un paso al frente.

Finalmente, el gobierno debe evitar la tendencia cortoplacista de recortar la capacidad estatal y tercerizar las funciones centrales a grandes consultorías –empresas con fines de lucro que no tienen incentivos para ayudar a que los clientes aprendan–. Esta dependencia ha erosionado seriamente la capacidad de las agencias púbicas de cumplir con misiones ambiciosas. Poner fin al ciclo de subinversión crónica y políticas de “parche” en el Reino Unido exigirá una estrategia industrial orientada a la misión que marque un nuevo rumbo para el crecimiento. Pero, para que esa estrategia tenga éxito, será necesaria una transformación del gobierno.

Los autores

Mariana Mazzucato

Directora fundadora del Instituto para la Innovación y el Propósito Público de UCL, es presidenta del Consejo sobre la Economía de la Salud para Todos de la Organización Mundial de la Salud.

Sarah Doyle

Es directora de Políticas de la dirección del Instituto para la Innovación y el Propósito Público en University College London.

Copyright: Project Syndicate, 2024

www.project-syndicate.org

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