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Otra historia
Recientemente el presidente reafirmó su convicción de que la transición democrática mexicana era una farsa y que en realidad se trató de una simulación de la alianza entre la oligarquía y los políticos corruptos del viejo régimen. En esta interpretación maniqueísta no hay lugar para la presencia histórica de políticos como Cuauhtémoc Cárdenas o Manuel Clouthier, o figuras como José Woldenberg y los distintos funcionarios que en el IFE soportaron las presiones del autoritarismo priista para garantizar elecciones libres y legítimas.
En la narrativa del lópezobradorismo la verdadera democracia se conquista cuando el caudillo logra obtener el triunfo en comicios igual de limpios o contaminados como los anteriores, y a partir de ese momento el concepto de “lo democrático” adquiere otra connotación. Democracia ahora es la palabra del líder y el pueblo es esa masa amorfa que responde sin chistar a las órdenes y necesidades del primer mandatario.
La historia de la verdad y el pensamiento puro comienza en 2018 y la reinterpretación del pasado cancela toda posibilidad de debate o valoración de distintos actores presentes en la democratización del país. La reedición de la ideología de la Revolución Mexicana impide ver a México como un país plural y contradictorio, para convertirlo en un Estado unitario con enemigos a destruir en nombre de un liberalismo inexistente.
Denominar “conservadores” a todos aquellos que no concuerdan con la palabra presidencial tiene una intencionalidad clara: colocar a todo el sector ciudadano opuesto a la 4T en la categoría de traidor, o poseedor de un interés mezquino ajeno a la visión única e incuestionable del máximo líder. El intento de reproducir el conflicto decimonónico liberales-conservadores tiene como finalidad ubicar a todos los críticos de la 4T en la categoría de Miramón y Mejía y llevarlos de una u otra forma al Cerro de las Campanas para su fusilamiento.
Es por ello necesario contar la otra historia. La de los defensores del pluralismo ideológico y político y de respeto a los diferentes en el marco de una democracia incluyente y representativa. La que percibe a la oposición como un competidor y un adversario con postulados diferentes pero propios de un México diverso. La historia oficial es siempre unilateral y plana y tiene como objetivo simplificar el conflicto para situarse sin reserva alguna del lado de los “buenos” frente a la maldad de los ajenos.
Urge recuperar ese nivel de debate y convivencia social. Frente al discurso lineal de los representantes del gobierno, hay que impulsar la discusión seria y profunda de los problemas nacionales, junto con la emoción y el mensaje significativo para millones de mexicanos. Se trata de contar la otra historia.