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Opinión

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Populismo y economía

En los plazos mediano y largo, el socavamiento de los incentivos para la inversión solo podrán tener un desenlace: el estancamiento secular…

Al gobernante populista le ocurre lo mismo que a las jirafas: es difícil describirlas en pocas palabras, pero su identificación no tiene dudas cuando se está ante una de ellas. Esa fue una de las conclusiones a las que llegué a raíz de la brillante presentación que hizo la semana pasada su autor, Diego Fonseca, del libro “Amado Líder. El universo político detrás de un caudillo populista”.

En la glosa general con la que se inicia la obra, Fonseca hace referencia explícita al presidente mexicano Andrés Manuel López Obrador como ejemplo ilustrativo del caudillo populista latinoamericano. Pero aun sin la referencia personal, la identificación habría sido inmediata con tan sólo el recuento de los principales rasgos que distinguen al estereotipo. Principalmente, el aspecto personalista del líder carismático y su modus operandi político: “El caudillo no busca acuerdos, sino la exacerbación de los ánimos…”

Tal vez por la especialización profesional del autor, en el tratado se privilegian los aspectos políticos, sociológicos e históricos del tema, aunque dada su sabiduría no deja de tocarse el flanco económico, que es el que interesa en este espacio. El punto de partida, es que los regímenes populistas pueden contar con una gran efectividad para gobernar, pero no para inducir bienestar y progreso. Como lo expresa Fonseca, “el populismo de izquierda” intenta “transformar el sistema económico en alguna tropicalización bizarra de estatismo escasamente competitivo…” ¡Ahí están los casos emblemáticos de Pemex, la CFE y el Banco del Bienestar para comprobarlo!

La visión diverge de lo expresado por el columnista Luis Rubio en su editorial del pasado domingo “(A)temporalidad” (Reforma). “La economía parece haberse divorciado del ciclo político...” expresó ese escritor. No es que el juicio sea falso, sino que simplemente deriva de una visión muy estrecha. Pero detrás de esa visión, está la forma cuasi sistemática en la cual el gobierno de la 4T se ha concentrado en socavar los incentivos para la propensión a la inversión. Y en los plazos mediano y largo, ese socavamiento de los incentivos solo puede tener un desenlace: estancamiento secular.

Muchos de los grandes errores económicos de la actual administración se han materializado en bombas de tiempo que estallarán hacia adelante. Además de los ejemplos ya mencionados, están los elefantes blancos en los que se convertirán las obras emblemáticas del régimen como el aeropuerto AIFA, el Tren Maya o la refinería de Dos Bocas. Y posiblemente, también el ya anunciado renacimiento de Mexicana de Aviación bajo administración militar.

bdonatello@eleconomista.com.mx

Columnista

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