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Opinión

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Refinería de Tula; clausura y privatización

La refinería Miguel Hidalgo de Tula lleva casi 50 años de operación. Tiene una capacidad instalada para refinar 315 mil barriles diarios de petróleo, sin embargo, opera a alrededor del 60% de su capacidad. Este gobierno insiste en sobrecargarla con petróleo pesado Maya, el cual posee un alto contenido de azufre (tipo de petróleo para el cual no fue diseñada). Por ello, genera más combustóleo que gasolinas: más del 30% de su producción es combustóleo, un residuo altamente contaminante, que se vende a precios muy castigados. Después de varios años, no ha sido concluida la planta coquizadora en Tula para procesar el combustóleo y convertirlo en coque de petróleo. La refinería de Tula pierde 32 USD por cada barril de petróleo procesado, casi el doble de lo que Pemex le aporta al fisco en impuestos y derechos de producción por extraer ese mismo barril del subsuelo. Pierde cada día 6.4 millones de USD, o más de 120 millones de pesos diarios. Al año, sus pérdidas suman 44 mil millones de pesos, o 2,300 millones de USD. Las pérdidas totales del Sistema Nacional de Refinación de Pemex superan un billón de pesos en lo que va del gobierno del presidente López. En buena parte, por ello, este gobierno habrá despilfarrado entre 2019 y 2024 casi dos billones de pesos “rescatando” Pemex, en apoyos directos, reducción de impuestos (Derechos de Utilidad Compartida) y transferencias para amortizaciones de deuda, siendo que Pemex es la empresa petrolera más endeudada del mundo. (Por cierto, las refinerías de Pemex representan casi el 8% de las emisiones totales de Gases de Efecto Invernadero en México).

Una parte importante del combustóleo producido en la refinería Miguel Hidalgo de Tula es utilizado para generar electricidad en la termoeléctrica de Tula Francisco Pérez Ríos, que opera con más de 30% de combustóleo. De tal forma, la refinería multiplica sus emisiones contaminantes. Se trata de un binomio letal: la refinería produce cada vez más combustóleo, y la termoeléctrica de Tula lo quema para generar electricidad, y emitir a la atmósfera grandes volúmenes de contaminantes, mientras el gobierno bloquea las energías limpias.

La refinería de Tula incluye 33 plantas para refinación y procesos, siete calderas, cinco turbogeneradores, dos unidades desmineralizadoras, nueve torres de enfriamiento, y tres mecheros que queman o ventean gases de refinación. La refinería se encuentra en la cuenca atmosférica de Tula, que está conectada con la cuenca atmosférica del Valle de México, hacia donde fluyen los contaminantes, transportados por los vientos dominantes de norte a sur durante casi todo el año.

La refinería de Tula es actualmente la fuente más importante de contaminación por Bióxido de Azufre (SO2) en la Megalópolis de la Ciudad de México, aportando más de 55 mil toneladas anuales, casi el 40% de las emisiones totales de este contaminante en la región. También, es la principal fuente de emisión de partículas PM2.5, con 3,093 Toneladas anuales. A esto hay que añadir 5,300 Toneladas de Óxidos de Nitrógeno. Lo anterior contribuye enormemente a la mala de la calidad del aire por SO2 y PM2.5 tanto en la región de Tula como en buena parte de la Megalópolis de la CDMX. Tales contaminantes son responsables de una elevada incidencia o morbilidad por enfermedades cardiovasculares, cardíacas, cáncer de pulmón y enfermedades respiratorias crónicas. Un monitoreo de la NASA realizado en el año 2020, indicó que la refinería de Tula es la cuarta que mayor contaminación genera en el mundo. Varios miles de muertes prematuras anuales en Tula y la Megalópolis de la CDMX se asocian con las emisiones de la refinería.

El funcionamiento de la refinería de Tula representa un brutal pasivo para el erario, y un grave quebranto patrimonial a la Nación, y simultáneamente, impactos muy severos a la calidad del aire en una vasta región del Valle de México y del centro del país, así como a la salud de la población. (Situaciones similares ocurren con las refinerías de Cadereyta y Salamanca). Su operación es terriblemente onerosa en términos económicos y fiscales, al igual que ambientales, climáticos y de salud pública. Así como el presidente Salinas cerró la refinería de Azcapotzalco por su impacto en la contaminación atmosférica de la CDMX, Tula debe clausurarse, y, en su caso, liquidarse o privatizarse, como el resto de las refinerías del Sistema Nacional de Refinación (Tula, Cadereyta, Madero, Salamanca, Salina Cruz, Minatitlán), cuyo desempeño económico y ambiental es igual o peor que Tula. Dos Bocas también debe privatizarse para recuperar al menos parte del colosal dispendio que ha hecho ahí el presidente López (20 mil millones de dólares). El Estado nada tiene que hacer derrochando recursos del erario en refinación, actividad que, en todo caso, correspondería al sector privado. Pemex debe concentrarse en exploración y producción (donde gana dinero), abriéndose todo el sector a la iniciativa privada. El Estado captaría una mayor renta petrolera a partir de impuestos y regalías de empresas privadas, y disminuirían notablemente los impactos a la salud pública.

@g_quadri

Político, ecologista liberal e investigador mexicano, ha fungido como funcionario público y activista en el sector privado. Fue candidato del partido Nueva Alianza a Presidente de México en las elecciones de 2012.

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