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Opinión

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Secuestro regulatorio

Los capitales, dice una alegoría económica, son como las golondrinas, si los asustas o atentas contra ellos, se van y no regresan. Tienen memoria.

Los capitales, dice una alegoría económica, son como las golondrinas, si los asustas o atentas contra ellos, se van y no regresan. Tienen memoria.

Procuran, un jardín de inversión agradable, con un equilibrio razonable entre riesgo y rendimiento.

Así vistos, todos los capitales son golondrinos, desde instrumentos líquidos que van y vienen en el mercado financiero, hasta las fábricas o proyectos de manufactura más grandes.

La diferencia entre ambos es de grado: si deciden emigrar, ambos se van. Es sólo cuestión de tiempo, o proceso.

Los controles de capital eran vistos como medidas para evitar salidas masivas, inesperadas, ya sea por contagio o crisis interna. Pero la sofisticación del mercado financiero global ha rebasado al proceso político.

La única forma por la cual se puede detener la salida de capitales es mediante la confianza.

Sin embargo, la confianza no se compra, se adquiere, y se adquiere con base en desem­peño, a los hechos, no las palabras.

El primer ejecutivo ha presumido, antes y ahora, su intención por consolidar el mejor clima de inversión en el mundo . Yes, of course.

Una nueva sabiduría convencional sugiere que nuestro país ha perdido lustre como destino de inversión.

Y ello es cierto. Pero la razón real no surge de la violencia o los narco-bloqueos de los últimos días, o del mal desempeño de la clase política. Nuestra tesis es que el factor principal que inhibe la inversión es el secuestro regulatorio.

Son ya incontables los proyectos, sobre todo en desarrollo inmobiliario o turístico, donde un grupo puede traer capitales, conocimiento, marcas establecidas, oportunidades de desarrollo, amplia generación de empleos, es decir, todo lo que contribuye a crecer, y mejorar el nivel de vida, apegado a todas las normatividades, por tan onerosas que éstas puedan ser.

No pasan tres segundos, sin embargo, sin que un Presidente municipal, o su asesor local, los virreyes de la burocracia nalgona, o algún vividor tradicional del Estado, empiecen a negociar los costos de entendimiento, si las mochilas se dan por fuera, o contra facturas de alguna empresa con pérdidas, o donaciones a una causa de algún familiar. El proceso, nos relataba una víctima, es similar a la negociación de un secuestro: un estira y afloja absolutamente fulminante.

Pero ésa es la realidad de nuestro jardín de inversión: o te dejas morder o te mueres.

rsalinas@eleconomista.com.mx

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