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Opinión

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Separatismos a la baja

Salvador Illa, del Partido Socialista de Cataluña, asumió el pasado 10 de agosto la presidencia de la Generalitat y ya encabeza el primer gobierno regional dirigido por un partido no separatista en 14 años. Durante el debate de investidura, el líder de Junts (uno de los principales partidos independentistas de Cataluña) Carles Puigdemont, aún prófugo de la justicia, hizo una aparición histriónica en un mitin celebrado en una plaza de Barcelona en un intento de llamar la atención. Sin embargo, la votación de investidura se desarrolló sin incidentes, lo que marcó un punto de inflexión para la política catalana al ser reflejo de cómo han cambiado las prioridades. El tema de la independencia ya no es la principal preocupación de los catalanes, preocupados ahora más por el elevado costo de la vida y la crisis en el acceso a la vivienda. Las restricciones en el suministro de agua, el exceso de turismo, la mala calidad de la educación pública, etcétera. Esto ha sido, sin duda, una victoria para el presidente del gobierno español, Pedro Sánchez, quien en noviembre pasado negoció un impopular acuerdo de amnistía para los delitos cometidos por activistas y políticos en relación con los dos referendos de independencia celebrados en Cataluña en 2014 y 2017. A cambio, Sánchez obtuvo el apoyo que necesitaba de los dos partidos separatistas catalanes, ERC y Junts, para ganar la reelección.

Ahora, para formar un gobierno regional liderado por el Partido Socialista de Cataluña, Sánchez acordó con ERC un acuerdo fiscal especial beneficioso para Cataluña. El propio Sánchez ha reconocido que el acuerdo representa un paso hacia la federalización del ya de por si cuasifederal sistema español, aunque también exacerbará las disparidades de riqueza entre las regiones del país y enfrenta el rechazo tanto de las regiones gobernadas por el opositor Partido Popular (PP), como incluso de algunas dirigidas por los socialistas. A Sánchez le encantan las jugadas de alto riesgo. Ha demostrado en varias ocasiones ser un mago de la supervivencia política. Hoy preside un gobierno al cual muchos ven tan frágil como un castillo de naipes, el cual carga con dos acuerdos profundamente impopulares: la amnistía para los líderes independentistas y ahora el acuerdo fiscal con Cataluña. Sin embargo, nadie puede apostar en contra de la habilidad de Sánchez, quien tiene ya una larga lista de enemigos abatidos o cooptados: los “barones” del PSOE, Podemos, los independentistas catalanes, Mariano Rajoy y, muy probablemente, Alberto Núñez Feijóo.

A pesar de ser muy impopular en el resto de España, el diálogo y las negociaciones con los separatistas han reducido las tensiones en la región. Hoy el 53% de los catalanes se opone ahora a la independencia, según encuestas. Y no sólo es Cataluña. El separatismo, tan “de moda” hace apenas uso cuantos años, está a la baja también en Quebec y Escocia. Los independentistas quebequeses se desploman en las elecciones provinciales. Sobre todo, son los sectores juveniles los más escépticos con la idea de independizarse de Canadá. Para ellos son prioritarios otros temas económicos y sociales. Y el mismo desencanto con los partidos políticos independentistas se percibe en Escocia. Ciertamente, el momento más favorable de la independencia tuvo lugar con el Brexit, muy impopular entre los escoceses. Por las malas gestiones gubernamentales y los escándalos del Partido Nacionalista Escocés han cambiado radicalmente las cosas en poco tiempo, como lo prueba el pésimo resultado obtenido en las urnas por los separatistas en las pasadas elecciones generales británicas.

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