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Opinión

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Trabajo infantil: la 4T quedó a deber

En materia de reducción del trabajo infantil, este sexenio queda a deber. Hay más niñas y niños que trabajan ahora de los que había en 2017. Eran 3 millones 130 mil y ahora son 3 millones 300 mil.

¿Por qué trabajan las niñas y los niños en México? En sus propias palabras: Para pagar su escuela y sus propios gastos; porque su hogar necesita de sus gastos; para aprender un oficio; por gusto o sólo por ayudar. Esas son las principales respuestas que ellos ofrecen en la encuesta nacional de trabajo infantil.

Es interesante escuchar lo que ellos dicen. Podemos percibir un intento de encontrar la cara amable de sus circunstancias. ¿Qué les contestamos a los niños y adolescentes… qué respuesta necesitan de aquellos que tienen poder de decisión? Somos una sociedad que les queda a deber. En el presupuesto público; en la aplicación de las leyes que fueron promulgadas para defenderlos; en las instituciones que supuestamente están para ofrecerles un desarrollo pleno.

Del total de la población mexicana que tiene entre 5 y 17 años, el 13.1% participa en formas de trabajo no permitidas. En 2017, era 11.3%. Se considera trabajo infantil, la que realizan niños o adolescentes en la producción de bienes y servicios destinados al mercado, o en ocupaciones de sectores económicos, lugares o actividades peligrosas.

El concepto de trabajo infantil incluye también a los que realizan quehaceres domésticos no remunerados y/o en condiciones no adecuadas: niñas, niños y adolescentes que trabajan durante horarios prolongados o en condiciones riesgosas.

Hay diferencias que es necesario considerar. En las localidades rurales y semirurales, el trabajo infantil incluye a 18% de la población menor de 17 años. En las zonas urbanas, es menos de 10%. Los estudiosos del tema ponen algunas cosas en blanco y negro, pero también se esfuerzan en encontrar matices: hay niños que trabajan cerca de sus padres; están los que reciben algún tipo de capacitación laboral y, por supuesto, la diferencia entre quienes tienen la posibilidad de decidir y los que son obligados a trabajar.

Quizá los niños y adolescentes no se quejan frente a los encuestadores, pero los focos de alerta se prenden cuando se trata de actividades que impiden el ejercicio pleno de los derechos de los niños y adolescentes. En algunos casos, estamos frente a casos de explotación infantil. Trabajos que les impiden ir a la escuela o que implican un daño mental, físico, social o moral.

En el mapamundi del trabajo infantil, México está a media tabla como la mayoría de los países latinoamericanos. En un extremo están los países desarrollados: Europa occidental, Japón, Estados Unidos y Canadá. Ahí el trabajo infantil es una anomalía. En el otro extremo, está la mayoría de los países africanos donde el trabajo infantil va desde el 20 hasta arriba del 50%. Las principales actividades de los niños y las niñas en el mundo tienen que ver con el campo; aunque está creciendo el trabajo en ciudades, principalmente en el sector servicios. De México, hay entidades que se encuentran más cerca de los porcentajes africanos, tal es el caso de Guerrero, Chiapas y Nayarit donde 20% o más de la población menor de 17 años trabaja.

¿Cuántos niños trabajan en actividades criminales? La Red por los Derechos de la Infancia calculaba en 2021 que alrededor de 250 mil niños y adolescentes están en riesgo de ser reclutados o utilizados por los grupos delictivos. La cifra de los que han sido “capturados” es incierta. Carecemos de una política pública para la prevención y rescate, dicen los expertos.

Los niños son el futuro de México. Eso lo saben hasta los políticos que se llenan la boca con discursos cursis acerca de la infancia. Son el futuro, pero invertimos poco en ellos. Quizá no estamos listos para atenderlos,  ¿qué clase de futuro nos espera?

lmgonzalez@eleconomista.com.mx

Licenciado en Economía por la Universidad de Guadalajara. Estudió el Master de Periodismo en El País, en la Universidad Autónoma de Madrid en 1994, y una especialización en periodismo económico en la Universidad de Columbia en Nueva York. Ha sido reportero, editor de negocios y director editorial del diario PÚBLICO de Guadalajara, y ha trabajado en los periódicos Siglo 21 y Milenio. Se ha especializado en periodismo económico y en periodismo de investigación, y ha realizado estancias profesionales en Cinco Días de Madrid y San Antonio Express News, de San Antonio, Texas.

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