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Opinión

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Trump juega con el búmeran ruso (I/II)

Durante las últimas 72 horas se ha formado un crisis diplomática cuyo desenlace es peligroso.

FILE PHOTO: U.S. President Donald Trump responds to a reporter's question as he departs the White House, Washington, DC, U.S. - FILE PHOTO: U.S. President Donald Trump responds to a reporter's question about North Korea as he departs the White House, Washington, DC, U.S., for a day trip to suburban Pittsburgh, Pennsylvania, for a Make America Great Again rally supporting Republican candidate Rick Saccone, March 10, 2018. REUTERS/Mike Theiler/File Photo - NARCH/NARCH30REUTERS, X00280, Copyright 1999 Adobe Systems Incorporated

La sensación es que nos encontramos en el interior de una serie de televisión: por la liberación de adrenalina, la historia de Trump y el capítulo de ayer relacionado con las sanciones en contra de rusos, parece Homeland. Por su narrativa distópica, el entorno corresponde a Black Mirror.

No hay presidente en el mundo que soporte descargas de crisis, día sí y día también como le ocurre a Trump. Nadie, absolutamente nadie, puede proyectar con certeza qué tipo de crisis estará viviendo en un par de semanas. Ahora, con su decisión de sancionar a 19 ciudadanos de origen ruso, incluyendo a Yevgeny Prigozhin, hombre de extrema confianza del presidente Putin, Trump ha ingresado a una zona de elevado riesgo donde el efecto búmeran lo puede llevar a la ruina, es decir, a las manos del fiscal especial Robert Mueller.

En realidad, son dos crisis las que han estallado durante las últimas horas. Primero: Theresa May expulsa a 23 diplomáticos de la embajada rusa en Londres debido al envenenamiento del exespía Serguéi Skripal y de su hija. Segundo: la oficina de Steven Mnuchin articula sanciones en contra de 19 rusos, incluyendo al que fuera director de la Agencia de Investigación de Internet, una especie de NSA rusa, Yevgeny Prigozhin. Robert Mueller aportó cinco de los 19 nombres, es decir, Trump ya admitió que 5 personajes pudieron haber estado vinculados con las elecciones presidenciales del 2016, esto es, con su triunfo.

La doble crisis la detona la primera ministra británica, Theresa May, al no tener la templanza que demanda su puesto para esperar los resultados de tres investigaciones: la primera, por parte de la Organización para la Prohibición de las Armas Químicas (OPAQ) establecida en La Haya, para determinar si el agente neurotóxico que utilizó uno o varios agresores en contra de Skripal y su hija, se trata del gas nervioso Novichok. Rusia asegura que destruyó el total de la producción. ¿Londres le tendría que creer a Putin? De aquí nace la segunda investigación; la tendría que hacer la policía británica. Las calles de Salisbury( lugar donde ocurrió el ataque en contra de Skripal y su hija), como casi todas las ciudades inglesas, están extremadamente videovigiladas. ¿Los servicios secretos del MI6 no podrían ubicar la ruta crítica que siguieron Skripal y su hija?

La tercera investigación la tendría que hacer Moscú. Con base en los resultados del estudio realizado por la OPAQ, el gobierno de Putin se vería obligado a realizar una profunda investigación sobre la existencia del gas nervioso Novichok. ¿Quién puede tener acceso a ese veneno?

Más allá de las investigaciones, hay una pregunta fundamental. ¿A quién le conviene el ataque a Serguéi Skripal? No creo que a Putin. Desde el día del ataque, el nombre de Alexander Litvinenko aparece en la memoria colectiva. El 1 de noviembre del 2006 el también exespía ruso se reunió con viejos colegas a tomar un café en el MillenniumHotel ubicado en Mayfair, el corazón diplomático de Londres. Fue envenenado con polonio 210 y murió 22 días después. Era enemigo del régimen. Skripal llevaba vida de jubilado. No era un personaje letal para el gobierno ruso. ¿Fue una provocación?

Twitter: @faustopretelin

Fue profesor investigador en el departamento de Estudios Internacionales del ITAM, publicó el libro Referéndum Twitter y fue editor y colaborador en diversos periódicos como 24 Horas, El Universal, Milenio. Ha publicado en revistas como Foreign Affairs, Le Monde Diplomatique, Life&Style, Chilango y Revuelta. Actualmente es editor y columnista en El Economista.

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