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Vivir de las vacas gordas; el mito de la austeridad fiscal
El relato bíblico de José en Egipto, habla del recurrente sueño del faraón egipcio sobre siete vacas gordas que fueron devoradas por siete vacas flacas y siete espigas de trigo robustas consumidas por siete espigas marchitas. Este sueño fue interpretado por José como el anuncio de un periodo de siete años de abundancia seguidos de siete años de hambruna. A raíz de la interpretación de este sueño, José le recomendó al faraón empezar a almacenar grano a gran escala, para así poder aprovechar los años de abundancia y afrontar los años de escasez y sequía.
Muchos dirigentes políticos en la historia han desdeñado esta lección bíblica y actúan de manera irresponsable, gastando lo acumulado en épocas de abundancia y poniendo en riesgo a sus pueblos cuando llegan las épocas de escasez.
Argentina, a finales del siglo XIX, ya era un exportador importante de lana y cuero. Con las nuevas tecnologías en transporte y con la invención de la refrigeración, se posicionó a principios del siglo XX como el principal exportador de granos y de carne vacuna congelada a nivel mundial, a raíz de la gran demanda de estos bienes por los países europeos. En esos años, la ciudad de Buenos Aires se convirtió en una de las ciudades más bonitas y elegantes del mundo.
Argentina enfrentó la sobreproducción de granos en Europa al finalizar la Primera Guerra y padeció los efectos de la Gran Depresión en la década de los treinta. Esto la llevo a adoptar un gobierno populista, con Juan Domingo Perón como presidente. Perón gobernó de 1946 a 1955 y de 1973 a 1974 y se embarcó en un proyecto de apoyo a los pobres, a través de un fuerte gasto gubernamental y una gran intervención estatal en la economía.
Su política proteccionista impidió que Argentina se convirtiera en un país industrializado moderno, destinándolo a depender de los ciclos de las materias primas que exportaba. Las consecuencias del Peronismo se reflejaron en décadas de inflación, devaluación, recesión y desempleo, que persisten hasta la fecha.
Actualmente, las políticas de Millei buscan eliminar los vestigios del populismo peronista y sacar del atraso a este país que, sin duda, vivió de las vacas gordas, sin pensar en que en algún momento llegarían los tiempos de vacas flacas.
Grecia ingresó al Euro en el año 2001, lo que le permitió contar con un régimen de estabilidad cambiaria, ser percibido como una economía sólida y contar con acceso a crédito a tasas de interés especialmente bajas. De hecho, antes de la crisis del 2007, los bonos griegos pagaban rendimientos ligeramente superiores a los bonos emitidos por Alemania, evidenciando que los inversionistas y bancos internacionales no estaban dispuestos a diferenciar a conciencia los riesgos entre países europeos.
A pesar de dicha complacencia, algunos especialistas dudaban del cumplimiento de los compromisos del gobierno griego para cubrir los estándares que la Unión Europea esperaba de sus miembros. Existían serias dudas en cuanto a la disciplina fiscal, los avances en educación y las mejoras en la productividad. En este sentido, es célebre el comentario del ministro británico de Finanzas, Gordon Brown (quien luego fuera Primer Ministro de 2007 a 2010): “Lo que se necesita para mejorar la economía griega es regalarle a cada griego un buen despertador”.
En el año 2009 se descubrió que el gobierno griego había mentido sobre el tamaño de su déficit fiscal y su deuda, ya que había incurrido en gastos no revelados durante las elecciones. La situación no era sostenible y el default de la deuda griega parecía inminente, sin embargo, dado que esto dañaría severamente a los bancos alemanes y franceses que estaban sumamente invertidos en bonos griegos, el Banco Central Europeo y el Fondo Monetario Internacional presionaron al gobierno griego para recortar drásticamente su déficit presupuestal (que en 2008 era del 13.6% respecto al PIB).
Ser miembro de la Unión Europea limitaba la opción de una devaluación, ya que implicaba salirse del euro, por lo que el ajuste tenía que ser por el lado fiscal. La contracción económica causada por la caída abrupta en el gasto gubernamental, provocó que el desempleo alcanzara niveles del 20%, como en la época de la Gran Depresión. Para Grecia, “haber vivido de las vacas gordas” tuvo un impacto terrible sobre las pensiones y los servicios sociales, poniendo en riesgo la estabilidad social de este país.
En México, durante el gobierno de José López Portillo (1976-1982), el descubrimiento de abundantes reservas petroleras y el incremento en los precios del petróleo crearon una percepción de que la riqueza petrolera duraría para siempre, por lo que el discurso oficial se centró en la “administración de la abundancia”. Ante una mayor percepción de riqueza, México se convirtió en un imán de atracción para los bancos globales, incrementándose sustancialmente la deuda externa. El gobierno utilizó los recursos excedentes para construir obras faraónicas en infraestructura, pero la falta de planeación provocó grandes pérdidas en los proyectos gubernamentales. Esto llevó a que el déficit presupuestal se incrementara sustancialmente, llegando a 19.4% como proporción del PIB en 1982.
Cuando el precio del petróleo se desplomó, a mediados de 1982, el impacto sobre las finanzas públicas y la Cuenta Corriente provocó que nuestro país entrara en incumplimiento de pagos de su deuda. La moratoria fue seguida por una devaluación abrupta de alrededor del 500% en un año. Todo ello llevó a un desplome en la actividad económica y el empleo y a la quiebra de un buen número de empresas. “Vivir de las vacas gordas” apostando a que el precio del petróleo se iba a mantener elevado de manera permanente tuvo un costo sumamente elevado para nuestro país.
A diferencia de los casos analizados, en el sexenio actual se han mantenido cifras de finanzas públicas aparentemente sanas. Aun cuando el déficit presupuestal como proporción del PIB ha ido creciendo, al pasar del 1.7% en 2019 al 4.9% proyectado para el 2024, estas cifras no serían preocupantes si nuestra economía no requiriera en el futuro de importantes incrementos en los gastos recurrentes.
El aumento en el costo de pensiones ante el envejecimiento de la población y el recientemente aprobado incremento en la pensión promedio, requerirá, sin duda, de recursos fiscales adicionales. Las inversiones efectuadas a lo largo del sexenio, como la refinería de Dos Bocas (cuyo presupuesto original ya se triplicó), el AIFA y el Tren Maya, proyectos que difícilmente ganarán dinero, también demandarán recursos fiscales. El apoyo que la Secretaria de Hacienda le está dando a Pemex ya representa una importante sangría de recursos. Presumir de austeridad fiscal, cuando la aplicación del gasto ha sido deficiente, y la inversión en infraestructura, comunicaciones y transportes, en agua potable, alcantarillado y saneamiento, así como el gasto en educación pública, han caído a lo largo del sexenio, lo cual es inadmisible, más aun ante el desplome de la cobertura de servicios de salud, que se dio con la cancelación del Seguro Popular.
No se debe perder de vista que nuestro país ha gozado de grandes ventajas en los últimos años, como ha sido el crecimiento de la economía estadounidense, que ha jalado a las exportaciones mexicanas, así como la liquidez global, que ha permitido atraer importantes flujos de capital de corto plazo. Tampoco se puede ignorar que en este sexenio se han cosechado logros que provienen de buenas decisiones tomadas por gobiernos anteriores, como la solidez de las finanzas públicas (incluyendo fideicomisos cuyos decenas de miles de millones de pesos en activos se han ido gastando a pasos acelerados), así como la autonomía de Banco de México, decretada en 1994, fundamental para la estabilidad del peso, otro de los aparentes logros de este sexenio.
No debemos ignorar el TLCAN, suscrito hace 30 años y que ha sido instrumento para consolidar exportaciones diversificadas y especializadas, lo que ha permitido contar con empresas rentables, con elevada productividad y que pueden pagar salarios reales elevados, también se ha presumido como logro de este sexenio.
Por último, hablar de finanzas públicas sanas, cuando no se ha invertido en energías limpias y no hay energía eléctrica suficiente para aprovechar el crecimiento potencial del nearshoring, es desde mi punto de vista, una falacia que refleja la miopía de creer que se puede ”vivir de las vacas gordas” de manera permanente.
Moisés Tiktin
El autor es economista, consejero independiente y profesor de la materia Historia Económica del Siglo XX. Sus opiniones son personales y reflejan su interés por aprender de la historia.