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Opinión

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¿Y qué hacemos con el problema migratorio?

El día de ayer, el puente entre Brownsville, Texas y Matamoros, Tamaulipas se cerró por casi dos horas ¿las razones? un nuevo intento por un grupo nutrido de migrantes -en su mayoría centroamericanos- de cruzar hacia los Estados Unidos, mismo que fue contenido por las autoridades americanas. Este sería el tercer intento de cruzar por parte de migrantes en los últimos tres meses por el Puente Internacional Matamoros – Brownsville, y el resultado a su vez ha sido el mismo, el repliegue de los migrantes hacia terreno mexicano. La realidad en las fronteras es sumamente dura, entre campamentos improvisados en las calles, en espacios poco o nada higiénicos y en medio de fuertes lluvias, hombres, mujeres y niños, intentan llegar al otro lado, a pesar de las consecuencias, y es que a estas alturas ya no hay nada que perder, cuando todo lo que se tenía en los territorios de origen ha desaparecido o simplemente es imposible construirlo.

La dureza con la que se vive en las fronteras y los hechos cotidianos a los cuales se enfrentan estas vidas en tránsito lo evidencian, las cuales sobreviven en campamentos callejeros o temporales porque los refugios en estas ciudades ya no se dan abasto. El día de ayer es sólo la reiteración de una falta clara de políticas migratorias y una verdadera gestión humanitaria que, por el lado mexicano, al menos en la frontera tamaulipeca, no logra percibirse con claridad. Día tras días, llegan nuevos grupos de migrantes a las ciudades de Reynosa y Matamoros sorteando el riesgo del camino con todas sus implicaciones, con la esperanza de llegar a las ciudades fronterizas y de poder hacer una cita por medio de la aplicación CBP-One, que en la mayoría de los casos tarda en consolidar el registro, para conseguir por parte del gobierno de Biden una respuesta positiva a su solicitud de asilo, para después enfrentar una larga espera para iniciar un proceso legal. Así los días de familias enteras, niños, jóvenes, mujeres y hombres pasan entre el miedo, la zozobra y la esperanza.

En esa espera, cientos de personas pasan los días sobreviviendo, luchando contra las inclemencias del tiempo, enfermedades, el calor, el hambre y las distintas violencias a las cuales se enfrentan inevitablemente por su propia condición migratoria. Sí, han logrado llegar hasta la frontera, y ahora comienza la otra tortura, una espera que no termina, y la incertidumbre de si será posible lograr pasar al otro lado algún día y que sus razones puedan convencer a las autoridades americanas para permitirles el asilo político, y empezar una vida nueva.

En esta incertidumbre a su vez la tentación de cruzar ilegalmente a los Estados Unidos es mayor, y es que a partir de la entrada en vigor del título 8 el pasado 12 de mayo, las consecuencias por cruzar ilegalmente al otro lado, sin una solicitud de asilo son más severas, como el arresto, el no poder ingresar al país por varios años y enfrentar la deportación inmediata a México o a sus países de origen. Por ahora, la realidad es clara en las ciudades fronterizas, que estas asuman con los recursos que puedan la estabilidad y el orden, que de antemano parece imposible, porque desde la gestión federal y estatal no parece haber mucha idea de cómo tratar este problema desde aspectos de presupuesto, visión  humanitaria y trato digno, lo duro de esto es que llevamos años con la misma historia y parece que sigue sin importar lo suficiente a las autoridades responsables para asumir y tomar decisiones al respecto… ¿Hasta cuando?

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