Lectura 5:00 min
Zedillo y García Luna ¿simulacros?
Ayer, 19 de septiembre, se llevó a cabo el simulacro y la ceremonia oficial que recuerda a las víctimas de los terremotos que sacudieron varios estados, sobre todo la Ciudad de México, en septiembre de 1985 y 2017. Pero, me pregunto, si esos fueron los únicos simulacros de la semana. Como se sabe, el sentido de un simulacro es prepararnos para un posible desastre o accidente que puede ocurrir. Estar preparado es vital, pues posibilita la reducción de víctimas.
Será posible que las declaraciones del expresidente Ernesto Zedillo y las del antiguo secretario de Seguridad, Genaro García Luna, sean parte de un simulacro de algo que puede ocurrir o ocurrirá en un futuro. ¿Son avisos? Una mirada al pasado inmediato localiza rápidamente otros posibles simulacros: el reportaje de Tim Golden en Propublica y de Anabel Hernández en el medio alemán Deutsche Welle y posteriormente en su libro La Historia Secreta: AMLO y el Cártel de Sinaloa.
Entiendo que son diferentes estos señalamientos, Golden y Hernández son periodistas, pero ¿qué movió a Zedillo a romper su silencio autoimpuesto y a García a escribir estas acusaciones? El mensaje del expresidente va en un sentido diferente al del resto. Lo que dijo es que la reforma judicial está en el camino de establecer una tiranía. AMLO lo descalificó. Lo declara “culpable”, entre otras cosas, de haber contado con 95 senadores priistas, más que los 87 obradoristas que aprobaron la susodicha reforma. Es cierto, pero el expresidente usó esa mayoría para impulsar un nuevo diseño de Corte, independiente y funcional, y López para anular esa independencia. Recuerdo bien que, en aquella época, muchos priistas no estaban de acuerdo en los cambios zedillistas porque amenazaban el control del PRI.
El resto de los aquí mencionados acusan a López Obrador de tener contactos y acuerdos con el Cártel de Sinaloa, inclusive de haber recibido recursos de ellos para sus campañas. Regresemos a García Luna, un preso en la antesala de ser condenado. Mi opinión es que el exsecretario de Seguridad está proponiendo a las autoridades de Estados Unidos un trato que lo haga testigo protegido, pero no para acusar a Calderón, sino para acusar al actual presidente mexicano.
Las acusaciones de Golden y de Hernández tienen la misma fuente básica: la DEA y documentos de las cortes norteamericanas. Cabe preguntarse si las de García Luna no tienen ese origen. El exsecretario tuvo cargos importantes durante 12 años, en los sexenios de Vicente Fox y Felipe Calderón. Tuvo acceso a los medios para investigar a AMLO como jefe de Gobierno y luego como candidato presidencial y líder del PRD. El propio López Obrador ha admitido la posibilidad de que fuera espiado por el ahora preso en New York.
Cabe hacer un paralelismo, como los que le gusta hacer al presidente. García Luna enfrenta la posibilidad de ser condenado a cadena perpetua sin una prueba sólida en su contra. Básicamente testimonios de exintegrantes del crimen organizado. Con todo su poder y recursos, la agencia antidrogas no pudo mostrar fotos, grabaciones o documentos. Nada. Ni siquiera que su patrimonio provenía del narco. Si con esas pruebas García Luna es culpable, entonces AMLO también lo es porque el libro de Anabel Hernández está lleno de ese tipo de testimonios y pruebas, no solo contra el mandatario sino también contra algunos de sus colaboradores más cercanos.
Si García Luna tiene algo más que estos testimonios, es decir fotografías, videos, documentos o grabaciones, es difícil saberlo. Si los tiene y ahora afirma que el golpe en su contra vino desde México y considera al mandatario mexicano el instigador, entonces es momento de usar esas pruebas para hacer un trato.
A reserva de lo anterior, al Gobierno de Estados Unidos le vendrían de perlas esas “aportaciones” si quiere presionar al gobierno mexicano. No estoy diciendo que AMLO sea inocente de las sospechas, al contrario, hay fundamentos fuertes para creerlas, entre ellos el asunto de las ligas del señor Bejarano y sus turbias relaciones monetarias con el señor Ahumada. Según Bejarano, “Andrés” ordenaba y no le importaba como se conseguían los recursos. Muy conveniente. Así que, ¿por qué no creer que los tratos con los señores del cártel sucedieron?
Más allá de su probable relación con el crimen organizado, ya son muchos los señalamientos provenientes de diferentes frentes, internos y externos. Hasta el momento, ni las acusaciones de que está construyendo una dictadura o de sus nexos con el narco le han hecho mella a su popularidad y esto es un blindaje. Este blindaje lo ha protegido a lo largo de su carrera política. Ha construido una imagen personal que lo ha protegido.
Sin embargo, los simulacros solo son ejercicios de preparación, tarde o temprano los eventos ocurren.