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Opinión

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No es Fujimori, es el presidente de Corea del Sur

De qué tamaño es la amenaza a la democracia en el mundo cuando en un país como Corea del Sur ocurren escenas donde militares intentan perturbar la sala máxima del poder legislativo, la Asamblea Nacional.

Este tipo de ataques fueron ordenados en su momento por los peruanos Pedro Castillo y Alberto Fujimori. O qué decir de Bukele, la mañana que ordenó a militares con armas, amenazar con su presencia en el Congreso a legisladores de la oposición por no haber aprobado una partida presupuestal.

Este miércoles el pensamiento del presidente coreano Yoon Suk-yeol ingresó a una zona de delirio y en medio de ella decidió decretar la ley marcial para, supuestamente, combatir a “fuerzas antiestatales”.

La Constitución de Corea del Sur permite aplicarla solo en casos especiales: “para hacer frente a una necesidad militar o para mantener la seguridad y el orden públicos mediante la movilización de las fuerzas militares en tiempos de guerra, conflicto armado o emergencia nacional”.

Yoon Suk-yeol eligió fantasmas para justificar su decreto de ley marcial. En Corea existe consenso en materia de seguridad nacional. Entre los 300 diputados no hay segmento alguno que represente una alianza con el dictador Kim Jong-un. En cuanto a su política exterior, la mayoría de los diputados acepta a Estados Unidos como aliado del país.

El delirio presidencial de Yoon Suk-yeol probablemente tenga su origen en su impotencia de ver disipados sus deseos por ver aprobadas leyes en la Asamblea Nacional: 192 de los 300 escaños los representa la oposición. El presupuesto ha sido rechazado.

La Constitución le permite a la Asamblea Nacional determinar si la ley marcial propuesta por la presidencia se justifica o no.

El presidente Yoon Suk-yeol no midió el alcance que tendría su decisión: ni la Asamblea Nacional, ni Estados Unidos, y tampoco los ciudadanos que se manifestaron en contra de la ley marcial en las calles aledañas a la Asamblea Nacional le brindaron su apoyo.

Estuve hace un par de semanas en Seúl. Es difícil imaginar que en un país tecno-futurista, democrático y con un K-Pop globalizado, puedan ocurrir intentonas golpistas como el ocurrido este miércoles.

Yoon Suk-yeol tendrá que renunciar lo más pronto posible. Quizá, en este momento, ya lo hizo.

El presidente presenta signos de fatiga demoscópica. Su aprobación no supera el 30% y, por si fuera poco, su esposa Kim Keon-hee le ha colocado minas al propio mandatario.

A finales del año pasado fue revelado un video grabado por el pastor coreano-estadounidense Choi Jae-young quien le entrega a Kim una bolsa Dior cuyo precio era de 2,200 dólares.

Algo sucede en este siglo XXI, particularmente por la vulnerable salud de la democracia.

El ascenso de Musk a la Casa Blanca es una señal ominosa por cortesía de Donald Trump. La decadencia.

Fue profesor investigador en el departamento de Estudios Internacionales del ITAM, publicó el libro Referéndum Twitter y fue editor y colaborador en diversos periódicos como 24 Horas, El Universal, Milenio. Ha publicado en revistas como Foreign Affairs, Le Monde Diplomatique, Life&Style, Chilango y Revuelta. Actualmente es editor y columnista en El Economista.

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