Lectura 4:00 min
¿Listos?
Hace unos días el secretario de Relaciones Exteriores, Juan Ramón de la Fuente, afirmó en una entrevista que México está listo para cualquier escenario en la elección presidencial de Estados Unidos, ya sea una victoria de Donald Trump o de Kamala Harris. Dijo que, aunque hay incertidumbre sobre el resultado final, —cito textual— “no hay una razón particular para preocuparnos o alarmarnos” porque nuestro país está preparado para “dar continuidad a la buena relación con Estados Unidos”.
Es cierto que la relación continuará. Los lazos bilaterales que unen a ambos países son antiguos, profundos y altamente institucionalizados. Sin embargo, lo que no es cierto es que no haya motivo de preocupación. Como en cualquier relación, sea entre países o individuos, ésta puede mantenerse en buenos términos o convertirse en un infierno. En el caso de la relación bilateral entre México y Estados Unidos existe un gran potencial de conflicto, en particular frente a una victoria de Donald Trump, pero no sólo.
Al momento de escribir este texto, aún no conocemos el resultado de la elección. Lo que sí sabemos es que el candidato republicano ha sido explícito en sus amenazas contra México. En la recta final de su campaña, Trump estuvo en Raleigh, Carolina del Norte, donde envió un mensaje a la presidenta Claudia Sheinbaum. Dijo que impondrá un arancel del 25% a todas las exportaciones mexicanas si no frena el flujo de drogas y criminales que cruzan a Estados Unidos desde México. Asimismo, el 18 de julio de este año, cuando aceptó la candidatura republicana, prometió regresar la manufactura automotriz a su país, al tiempo que subrayó que China utiliza a México como una “puerta trasera” al mercado estadounidense.
Nota para los funcionarios mexicanos: Trump inició y terminó su campaña mencionando a México. Primer motivo de preocupación. Hay quienes piensan que la retórica confrontativa de Trump es puro ruido, pero algunos de sus excolaboradores, como Steve Bannon, han advertido que “viene recargado.” Mal haríamos todos en subestimarlo.
A las amenazas arancelarias y la revisión del Tratado de Libre Comercio (T-MEC), que se perfila como un proceso complejo bajo cualquier escenario, se suman los señalamientos contra México en la guerra contra el narcotráfico, la promesa de Trump de llevar a cabo un millón de deportaciones anuales, y la volatilidad del peso mexicano en un mercado cauteloso por la elección estadounidense. Segundo motivo de preocupación.
Además, parece haber consenso entre analistas de que la llegada de Trump a la presidencia alteraría el orden internacional liberal del que México forma parte, un paradigma que, aunque imperfecto, ha promovido valores como la democracia, los derechos humanos y el libre comercio. Este cambio tendría consecuencias globales, por ejemplo, con un giro hacia el proteccionismo comercial o si Estados Unidos decide abandonar la lucha contra el cambio climático. Tercer motivo de preocupación.
Es común que los funcionarios de gobierno envíen mensajes genéricos, que dicen muy poco, con el propósito de mantener la calma o simplemente de controlar el mensaje que replican los medios. Desde mi perspectiva, en este caso específico, lejos de las declaraciones vacías sobre la “buena salud” de la relación bilateral, la administración haría bien en reconocer la realidad: la elección de este martes 5 de noviembre es la contienda internacional más consecuente para el futuro de México. Es posible hacerlo con diplomacia y sin caer en el catastrofismo.
Desafortunadamente, es difícil no permanecer escéptico sobre qué tan preparado está México para lidiar con el próximo gobierno estadounidense, especialmente con declaraciones como las del canciller. No sólo eso, también los claros signos de desgaste en la relación bilateral en los últimos meses, como el intercambio público de reproches entre ambos países, primero por la reforma judicial y luego por la ola de violencia que azota a Sinaloa. Todo esto, sin mencionar el connato de crisis constitucional que enfrenta México internamente.