La quimera de los BRICS

Esta semana Vladimir Putin será el anfitrión de la 16ª cumbre de los BRICS en la legendaria ciudad de Kazán, a orillas del río Volga. Se trata de la primera reunión del grupo tras la incorporación de Irán, Egipto, Etiopía y los Emiratos Árabes Unidos. Se espera la reiteración de la intención compartida de crear un orden mundial verdaderamente multipolar, y para ello axiales serán los esfuerzos por encontrar alternativas viables al dominio global del dólar. Pero las dudas persisten sobre las posibilidades concretas de ver a este club, cada vez más dispar, lograr constituirse en una genuina alternativa geopolítica. Por lo pronto, sin duda Rusia gana al romper su aislamiento con la presencia en el evento de tantos países invitados, pero en ello reside también gran parte del problema. El bloque se está alineando en buena medida en la dirección marcada por Putin y Xi Jinping con sus decididas posturas antiestadounidense (reforzadas ahora con la inclusión de Irán), en detrimento de las intenciones de Brasil e India de formar una asociación de no alienados enfocada, sobre todo, a cooperar con el llamado “Sur global”.

Esa es quizá la fisura más grande de los BRICS, la cual va a ser muy difícil de subsanar. Tanto India y Brasil como los nuevos miembros (con la excepción de Irán) y muchos de los países candidatos a integrarse (Turquía es el caso más relevante) ejercen políticas exteriores y económicas multivectoriales y ello incluye la cooperación con Occidente. Esto también se aplica incluso a los países de Asia Central y el Cáucaso Meridional, los cuales Rusia considera parte de su esfera de influencia. Por otra parte, la integración de los cuatro países recién admitidos no parece avanzar con fluidez debido a intereses políticos y económicos heterogéneos. También mucho habla de las limitaciones del grupo la negativa del presidente Milei a reafirmar la integración de Argentina y las dudas de Arabia Saudita, país formalmente invitado el año pasado.

Destronar al dólar es un objetivo central de los BRICS. La cumbre de 2023 concluyó con el objetivo explícito de diseñar un plan para hacer esto realidad. Los miembros del club tienen problemas con la centralidad del dólar y ello sirve para unificarlos, por ahora. Pero la creación de una moneda común de los BRICS ha demostrado ser una quimera debido a las muy diferentes estructuras económicas y financieras de los integrantes. Y las grietas están a punto de ampliarse con la inminente crisis económica china. Por eso, aunque debilitado, el dólar sigue dominando. Ha aumentado su participación en las transacciones transfronterizas en los últimos años y sigue siendo la moneda preferida de los bancos centrales. Más realista sería pensar en el yuan como nueva moneda global, pero ello echaría por la borda la intención de crear un sistema monetario multipolar y solo se lograría coronar a China como nuevo capataz financiero mundial.

La amplitud y el orden de prioridades, así como los muy diferentes puntos de vista y enfoques de los miembros, hacen del BRICS un grupo con pocas probabilidades de constituir un contrapeso eficaz en el escenario mundial. Pero el creciente interés demostrado por las potencias medias y las naciones del Sur global en integrarse al grupo debe ser razón suficiente para obligar a Occidente a poner atención. Hay mucho resentimiento ante la hegemonía, indiferencia e hipocresía de las potencias capitalistas tradicionales. Los BRICS no son un bloque cohesionado, pero su deseo de construir un orden global alternativo es muy claro y debe atenderse. Es hora de emprender trasformaciones en la forma como se administra el mundo. Por ejemplo, urge hacer una revisión del funcionamiento de las Naciones Unidas con su obsoleto Consejo de Seguridad y sus hipertrofiados organismos especializados, así como de los injustos sistemas de cuotas y de liderazgo prevalecientes en las instituciones financieras internacionales, y mucho más.