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Política

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Matan a periodistas por cometer la “osadía” de cuestionar al poder: Alejandra Ibarra

La autora del libro “Causa de muerte: Cuestionar al poder. Acoso y asesinato de periodistas en México”, editado por Aguilar Ideas, señala que los perpetradores no necesariamente son los jefes de grandes organizaciones criminales o personas involucradas con el crimen organizado; pueden ser alcaldes, políticos o algún capo y, sobre todo, tienen que ver con dinámicas locales, donde ejercen un poder autoritario.

En México matan a periodistas ciudadanos y reporteros locales, personas respetadas en sus comunidades y capaces de promover la participación social, cuando toman postura frente a un hecho, cuestionan al poder de su localidad y su narrativa dominante en un momento en donde el poder está atravesando por un periodo de inestabilidad, plantea Alejandra Ibarra Chaoul, en el libro “Causa de muerte: Cuestionar al poder. Acoso y asesinato de periodistas en México”, editado por Aguilar Ideas.

En entrevista, la politóloga y periodista expone que los perpetradores no necesariamente tienen que ser los jefes máximos de grandes organizaciones criminales, o personas involucradas en el crimen organizado; pueden ser alcaldes, políticos o algún capo y, sobre todo, tienen que ver con dinámicas locales, donde estas personas ejercen un poder autoritario. Sus crímenes son un castigo, ante una especie de osadía mal entendida, como si su labor periodística fuera una afrenta a ellos, cuando se trata de una labor que necesitamos como sociedad democrática.

—Lo dice usted desde la primera página, pero ¿cuál es el propósito de este libro?

—El propósito de este libro es entender mejor la violencia contra los periodistas en México.

—¿Por qué matan a periodistas en México?

—Hay una idea romantizada de que solamente se amenaza o ataca al periodismo de investigación o al que investigaba al crimen organizado y lo que yo encuentro, es que a los periodistas que se asesinan en este país es a periodistas locales, a periodistas ciudadanos, a personas que fundaron su propio medio de comunicación, que publicaban en su página de internet o en su blog, en su propio semanario, en sus redes sociales y que estaban haciendo periodismo cotidiano, comunitario que exigía que se arreglaran los problemas de su comunidad desde una toma de postura.

—¿Los perpetradores son los grandes jefes de organizaciones criminales con presencia nacional o internacional? ¿Son personas que tienen poder, pero en un ámbito local? ¿Quiénes son?

—Uno de los grandes retos es que estos crímenes no se investigan y cuando se llegan a investigar sólo se llega a encontrar a los autores materiales, que suelen ser gatilleros, sicarios por contrato y rara vez se llega a identificar al potencial autor intelectual y nunca se les procesa.

Lo que se puede identificar a través de este trabajo es que son los caciques, los capos, los que están afectados por esta cobertura.

No se tiene que tratar de los líderes máximos de las organizaciones, ni necesariamente personas involucradas en el crimen organizado. Menciono en el libro los casos de dos periodistas que parece ser que los que están identificados como presuntos autores intelectuales son un exalcalde y un exdiputado local.

Ya lo ha identificado Artículo-19: las amenazas casi siempre vienen de funcionarios públicos.

Yo diría que son personas que tienen capacidad de poder casi absoluto en las comunidades donde viven. Pueden ser alcaldes, políticos o algún capo y sobre todo tienen que ver con dinámicas locales, donde estas personas ejercen un poder autoritario.

—¿Estos crímenes quedan impunes porque se trata de periodistas o porque, en general los asesinatos en el país casi siempre quedan sin castigo?

—Estamos en un país rebasado en sus capacidades de investigación en los casos de violencia letal, como desapariciones. Prácticamente ningún caso se resuelve, pero en el caso de los periodistas, en alguno sí hay avances en cuanto arrestos y procesamiento e incluso en cuanto a sentencia de los autores materiales, pero, lo que jamás sucede es que llegar al autor intelectual y conocer la verdad de por qué ordenaron el crimen.

—¿Qué tanto ha influido en las agresiones en contra de periodistas el grado de polarización que hay el escenario político nacional?

—Sí. Solo poner en contexto que la violencia letal contra los periodistas viene desde hace muchos años. Si bien, 2022 fue el año más letal contra los periodistas en la historia del país, con 13 colegas asesinados, 2010 ya había tenido registro de 10.

El foco está en lo local, que ya existía y ha continuado, pero, sin duda, esta retórica, desde la Presidencia, desde el presidente, Andrés Manuel López Obrador, pues es muy lamentable y muy triste.

Me parece una oportunidad desperdiciada en donde él pudiera poner el ejemplo y podría proteger, honrar y salvaguardar la importantísima labor del periodismo, desde su púlpito presidencial, en cambio ha decidido vilipendiar, señalar y criticar a los medios, lo cual seguramente envalentona a presidentes municipales que dicen, si el presidente puede hacer eso, entonces yo también y, además el municipio es donde seguramente pueden llegar también a la violencia física y nadie los está vigilando ni exigiéndoles que rindan cuentas por esos crímenes.

Tiene que ver mucho con la tradición periodística en el país y con la historia política, en la cual, por muchos años, se creía desde el poder político, que el periodismo debía replicar sus mensajes y ya.

En el país hay una sensación como de que el poder político se ofende de que el periodismo haga su labor. Lo que yo sostengo son un castigo, en una especie de osadía mal entendida como si fuera una afrenta a ellos en lugar de ser la labor que necesitamos como sociedad democrática.

—Plantea que hay un asunto de género, en el sentido de que a los hombres se les toma más en serio como amenazas. ¿Cómo está esa parte?

—Empecemos porque México es un país machista. Lo que yo planteo es que a quienes se les asesina es a periodistas locales que se han convertido en una especie de líderes en su comunidad o de gente muy respetada, a los que la comunidad sigue y en quienes la comunidad confía. Son una voz de autoridad y muchas veces en México las voces de las mujeres no se consideran voces de autoridad, o incluso los poderosos no consideran que sea una amenaza tan importante porque es la voz de una mujer.

En los casos donde han asesinado a mujeres periodistas, lo que yo sostengo es que sí las consideraron igual de relevantes igual de amenazantes que los hombres.

—Destacas cuatro casos, los de los compañeros Navith Condés Jaramillo, quien informaba a través de una página de Facebook llamada Observatorio de sur en Tejupilco, Estado de México; el de Javier Valdez Cárdenas, corresponsal de La Jornada en Sinaloa; Samir Flores Soberanes, de la radio comunitaria de Amiltzingo, Morelos y el de Juan Antonio Salgado, un policía de La PAZ, Baja California Sur. ¿Esos casos son ejemplos de qué?

—Son ejemplos de diferentes maneras de hacer periodismo local, comunitarios, en diferentes formatos, incluso de diferentes posiciones. Por ejemplo, el policía que hacía periodismo y son ejemplos de que levantar la voz desde el periodismo puede resultar en violencia letal.

Es justo provocar justamente estos cuestionamientos en los lectores de quien sí y quien no es un periodista. De repente pensamos que los periodistas somos monolitos y que si somos periodistas solo somos eso en la vida, cuando también somos personas.

Javier Valdez vivía en un lugar en donde se comunicaba constantemente por ejemplo con madres rastreadoras y era una violencia que también a él lo atravesaba.

Entonces, pensar que solo va a informar los datos de los sucesos de manera objetiva, es no entender que como personas también somos sujetos a muchas violencias.

—¿Quien se disponga a leer este libro, qué no debe dejar escapar?

—Que no porque es un tema conocido crean que es un libro que no les va a decir nada nuevo. Los invitaría a buscar las voces de los periodistas asesinados que están en los capítulos e imaginar cómo eran ellos, cómo hablaban, cómo escribían; prestarle atención al trabajo que ellos nos dejaron y a ser críticos.

 

Periodista mexicano, originario de Amealco, Hidalgo. Editor del suplemento Los Políticos de El Economista. Estudié Sociología Política en la Universidad Autónoma Metropolitana. En tres ocasiones he ganado el Premio Nacional de Periodismo La Pluma de Plata que entrega el gobierno federal. También fui reconocido con el Premio Canadá a Voces que otorga la Comisión Canadiense de Turismo, así como otros que otorgan los gobiernos de Estados Unidos y Perú.

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