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Política

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No quiero alimentar esperanzas, pero tampoco quiero quitárselas

En su reunión del viernes pasado con padres de los desaparecidos de la Normal de Ayotzinapa, Murillo les explicó que daría a conocer en conferencia las declaraciones de tres detenidos que confesaron haber quemado a los jóvenes.

Tú síguele, mientras no sepas quiénes son , le dijo el presidente Enrique Peña Nieto al procurador general de la República, Jesús Murillo, previo a anunciar el viernes que hay indicios de que los 43 estudiantes de la Normal de Ayotzinapa fueron detenidos por policías de Iguala y Cocula; entregados a sicarios del grupo delictivo Guerreros Unidos, quienes luego los ejecutaron, calcinaron, y arrojaron las cenizas al río San Juan.

El presidente dio la orden de que mientras no haya pruebas que lo demuestren, los 43 estudiantes tendrán aún calidad de desaparecidos. No es carpetazo, la investigación continuará, dijo Murillo.

El viernes, en el hangar de Chilpancingo, el titular de la PGR ofreció a los padres de los 43 estudiantes, previo a la conferencia que diera más tarde para informar que los sicarios Patricio Reyes Landa El Pato; Jonathan Osorio Gómez El Jona y Agustín García Reyes El Chereje, declararon ante el ministerio público que recibieron de policías de Cocula e Iguala a más de 40 personas en Loma de Coyote, que los subieron a un vehículo de 3.5 toneladas y a otra camioneta, y los trasladaron al basurero municipal de Cocula, donde privaron de la vida a esas personas y posteriormente los arrojaron a la parte baja del basurero, donde quemaron los cuerpos, arrojándoles diésel, gasolina, llantas, leña o plástico.

El fuego duró desde la media noche del 26 de septiembre hasta aproximadamente las 2 o 3 de la tarde del 27 de septiembre, según la versión de los detenidos.

Un sicario apodado El Terco dio la orden de fracturar los restos de los huesos calcinados para ser depositados en bolsas de basura negras, que luego fueron vaciadas en el río San Juan.

En esa reunión, Murillo les dijo a los padres: No quiero alimentarles esperanzas, pero tampoco se las quiero quitar , según se observa en un video difundido.

Les contó que habló con el presidente Peña Nieto y le dijo que hasta no tener pruebas, los 43 estudiantes no perderán el estatus de desaparecidos, que sólo perderían si peritos de la Universidad Innsbruck de Austria lo confirman.

Reconoció que los padres no pueden admitir que sus hijos fueron muertos sin pruebas: Yo no creo que nadie pueda vivir con la duda eterna de dónde quedaron, no creo que sea posible vivir en esas condiciones , les dijo.

Mientras no esté probado, yo sigo trabajando. Tengo la autorización del presidente, me lo dijo él cuando le llamé: tú síguele, mientras no sepas quiénes son , les dijo Murillo a los padres de los estudiantes la tarde del viernes.

El procurador confirmó que el alcalde con licencia de Iguala, José Luis Abarca, se negó a proporcionar información sobre los hechos del 26 de Iguala, de los que se dice inocente.

Aunque sigue siendo considerado el autor intelectual del ataque contra los normalistas; la PGR busca fincarle el delito de enriquecimiento ilícito, el expediente más contundente contra Abarca, y en el caso de su esposa, María de los Ángeles Pineda, por el delito de operaciones con recursos de procedencia ilícita.

Sigue la búsqueda del prófugo ex secretario de Seguridad de Iguala, Felipe Flores. Si oyeran la declaración del presidente municipal de Iguala les darían ganas de (...) Varias cosas. Cínicas (sus declaraciones) , dijo Murillo.

Defendió la investigación federal por este caso y argumentó que el ingreso de las fuerzas federales nueve días después fue porque hasta entonces se corroboró la participación de delincuencia organizada. Dijo que: Un crimen de Estado es una cosa mucho mayor, Iguala no es el Estado mexicano .

En redes sociales, Murillo recibió fuertes críticas cuando lanzó a los reporteros un: Ya me cansé , frente a sus cuestionamientos.

26 -27 de septiembre

  • Por la noche, policías de Iguala disparan contra un grupo de estudiantes que regresaban a la Normal de Ayotzinapa.
  • El presidente municipal de Iguala, José Luis Abarca (A-5) da la orden a los policías municipales de contenerlos.
  • Los policías municipales de Iguala privaron de la vida a tres normalistas.
  • En otro incidente, elementos de la policía municipal de Iguala retienen con violencia a un grupo de normalistas y los trasladan a la central policiaca, con apoyo de policías de Cocula.
  • En un punto entre Iguala y Cocula, los policías los entregan al grupo criminal Guerreros Unidos en un camino conocido como Loma de Coyote.
  • Sidronio Casarrubias, líder de ese grupo criminal, es contactado por su lugarteniente Gildardo López Astudillo El Gil, quien le informa vía mensaje celular, que tiene a un grupo de personas a quienes identifica con el cartel contrario de Los Rojos.
  • Casarrubias Salgado avala las acciones para defender su territorio.
  • Los sicarios Patricio Reyes Landa El Pato; Jonathan Osorio Gómez El Jona y Agustín García Reyes El Chereje, dijeron que recibieron de los policías de Cocula e Iguala a más de 40 personas en Loma de Coyote. Los subieron a un vehículo de 3.5 toneladas y a otra camioneta.
  • Tomaron la carretera con dirección a Cocula, para posteriormente dirigirse al basurero de ese municipio.
  • Dos de esos detenidos declaran que algunos de los retenidos llegaron sin vida o inconscientes.
  • En ese lugar privaron de la vida a los sobrevivientes y posteriormente los arrojaron a la parte baja del basurero, donde quemaron los cuerpos; hicieron guardias y relevos para asegurar que el fuego durara horas, arrojándole diesel, gasolina, llantas, leña o plástico.
  • El fuego duró desde la media noche del 26 de septiembre hasta aproximadamente las 2 o 3 de la tarde del 27 de septiembre.
  • Por el calor que desprendía el área, los delincuentes no pudieron manipular los restos de los cuerpos, sino hasta cerca de las 5 y media de la tarde.
  • Un sicario apodado El Terco da la orden de fracturar los restos de los huesos calcinados para ser depositados en bolsas de basura negras, que luego fueron vaciadas en el río San Juan.

jmonroy@eleconomista.com.mx

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