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Segundo debate presidencial: Cómo se llega en infraestructura y desarrollo en México
De acuerdo con el Centro para el Futuro de las Ciudades del Tecnológico de Monterrey, invertir en infraestructura fomenta el desarrollo económico y el social, enfatiza que si no hay desarrollo social, el crecimiento económico de poco sirve.
Una variable fundamental en la transición del crecimiento al desarrollo es la inversión en infraestructura, variable que constituye el sistema circulatorio de una economía para llevar y conectar a regiones y personas alejadas de los centros de decisión. La inversión fija bruta en el país en 2023 se expandió 19.4%, variación no registrada antes de acuerdo con la información pública disponible, en ese año la inversión pública y la privada crecieron más o menos a la misma velocidad, 19.8% la primera y 19.4% la segunda.
Aunque la velocidad de crecimiento es muy parecida, la magnitud en términos de pesos es considerable. De los 6.22 billones de pesos de inversión física en 2023, el 11.2% fue del sector público y el 88.8% restante, del privado.
Respecto al PIB, la inversión representó el 24.9%, el porcentaje más alto desde el nivel récord de 25.1% en el 2012. La distribución entre lo público y privado, evidencia lo estratégico que es el rol de las empresas en la promoción del crecimiento y el desarrollo económico del país.
De acuerdo con el Centro para el Futuro de las Ciudades del Tecnológico de Monterrey, invertir en infraestructura fomenta el desarrollo económico y el social, enfatiza que si no hay desarrollo social, el crecimiento económico de poco sirve.
El desarrollo y la infraestructura constituyen una condición básica para mejorar la competitividad empresarial, aumentar la productividad del país, generar más y mejores empleos, alcanzar mayores niveles de bienestar social y reducir las diferencias entre las regiones.
El desarrollo económico es un proceso de transformación estructural que busca mejorar el sistema económico a largo plazo, de forma tal que todos los sectores productivos crezcan de manera equitativa y sostenible en el tiempo, lo que debe verse reflejado en la tasa de crecimiento del Producto Interno Bruto (PIB) y en el surgimiento de más oportunidades y mayor bienestar para las personas, esto de acuerdo con la definición en un documento de análisis de BBVA México.
Detallan que, para medir el desarrollo económico de forma adecuada, deben tomarse parámetros cuantitativos como cualitativos y considerar la eficiencia en los procesos productivos, la atención de las necesidades de las personas y los efectos en el medio ambiente. Algunos de los indicadores que señalan la presencia del desarrollo económico en el país podrían ser una distribución de renta cada vez más igualitaria sin importar el sector o región, la inclusión de las personas, buscando que el crecimiento económico no deje a nadie atrás y desde luego la disminución de los niveles de pobreza, que al final se traduzcan en mejora en el nivel de calidad de vida de la población.
En el debate actual, acentuado por la coyuntura electoral, es complicado señalar con precisión en que punto del desarrollo está el país o si simplemente es una economía que crece orientada por un proyecto de nación distinto del que prevaleció por muchos años. El PIB del país, en sincronía con las economías más grandes del orbe, luego de la crisis sanitaria retomó el crecimiento en 2021 hasta el 6.0%, porcentaje que no se veía desde 1998, sin embargo, no logró sostener el impulso y de un 3.9% en 2022, terminó con 3.2% para el 2023 y muy probablemente en un porcentaje inferior para el 2024.