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Política

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Sin proyecto de gobernabilidad

A decir del Centro de Investigación para el Desarrollo AC (CIDAC) esto ha sido solapado por el actual gobierno federal, ya que las crisis locales tienen el potencial de mancillar la imagen de prosperidad y tranquilidad que la administración trata de proyectar.

El proyecto de gobernabilidad del nuevo Ejecutivo guerrerense, recientemente designado, brilla por su ausencia. A decir del Centro de Investigación para el Desarrollo AC (CIDAC) esto ha sido solapado por el actual gobierno federal, ya que las crisis locales tienen el potencial de mancillar la imagen de prosperidad y tranquilidad que la administración trata de proyectar.

En sesión extraordinaria el 26 de octubre, el Congreso de Guerrero designó a Rogelio Ortega, ex secretario general de la Universidad Autónoma de Guerrero, gobernador interino, en sustitución de Ángel Aguirre quien pidió licencia para abandonar el cargo por la desaparición de los 43 estudiantes de la normal de Ayotzinapa.

A su llegada, el gobernador interino declaró como prioridad dar con los 43 desaparecidos; con ello, la administración local asume funciones de ministerio público y no de gobierno, dice el CIDAC.

Este think tank expone que pese a la llegada del nuevo gobernador, la situación seguirá igual pues no hay un plan de gobernabilidad.

El CIDAC argumenta también que unos días después de la llegada de Ortega al gobierno, el 29 de octubre el cabildo de Iguala designó a Luis Mazón -suplente del munícipe prófugo, José Luis Abarcacomo presidente municipal.

En cuestión de horas, Mazón rindió protesta y luego pidió sorpresivamente licencia al cargo. Tan graves son las desapariciones forzadas, abusos de poder y ejecuciones criminales en Guerrero y en prácticamente todo el país, como las decapitaciones políticas a trochemoche, las cuales asemejan una suerte de cacería de brujas perpetrada por las mismas brujas .

CIDAC expone que ambos fenómenos denotan una crisis profunda del Estado mexicano y tienen un común denominador: la desconfianza derivada de la ausencia de pesos y contrapesos que limiten el potencial de abuso. Se van unos para permitir la entrada de otros que, muy posiblemente y con el transcurrir del tiempo -años, meses e incluso horas-, acabarán bajo el escarnio, la sospecha y el desprestigio. Por último, los más afortunados e influyentes se escudarán en la impunidad y el olvido para volver a la escena como si nada hubiera sucedido .

México está a ocho meses de encarar un proceso electoral federal y diecisiete comicios estatales y se encuentra inmerso en medio de un clima de frustración colectiva. Los partidos políticos llegan con un prestigio más manchado que nunca en el periodo de la maltrecha e inacabada transición democrática.

Lo grave de este contexto es que la imaginación por hallar soluciones a la presente crisis del Estado está agotada .

ana.langner@eleconomista.mx

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