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Política

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Termoeléctrica de Tula: el caldero del “infierno ambiental” de Hidalgo

No solo genera 3% de la electricidad que se produce a escala nacional, sino que constituye, por mucho, la fuente fija de contaminación atmosférica más importante de toda la Zona Metropolitana del Valle de México.

Central Termoeléctrica de Tula. Foto EE: Archivo

Si para el gobierno federal la zona industrial de Tula, Hidalgo, es uno de los “seis infiernos ambientales del país”, la Central Termoeléctrica “Francisco Pérez Ríos” de la Comisión Federal de Electricidad (CFE) es la caldera del Diablo.

Ese gigante con alma de acero, bajo un cielo plomizo permanente, detrás de cortinas de espejismos que forman las ondas de calor que desfiguran las siluetas de todo lo que está quieto y lo que se mueve, no solo genera 3% de la electricidad que se produce a escala nacional, sino que constituye, por mucho, la fuente fija de contaminación atmosférica más importante de toda la Zona Metropolitana del Valle de México (ZMVM).

Si bien, esa planta de naves de acero y torres que parecen cimbras de una construcción interminable, se ubica en 86 kilómetros al norte de la capital del país, se estima que todos los días aporta más del 50% del dióxido de Azufre (SO2) que contamina su aire y la de los municipios mexiquenses que la circundan.

La termoeléctrica de Tula, como se le conoce en el Valle del Mezquital, en donde está asentada, justo por donde pasan las aguas negras apestosas que avienta la capital del país hacia la presa de Endhó, está integrada por cinco unidades generadoras de energía eléctrica de 300 MW (megavatios) y opera principalmente (80% en promedio) con combustóleo: la leña del Diablo.

Y es precisamente el uso de ese energético la causa de las grandes emisiones de gases de efecto invernadero y de emisión de partículas al aire. La causa, su alto contenido de azufre (entre 3.5 y 4%) lo que, incluso, lo coloca fuera de la legalidad, incumpliendo la Norma Oficial Mexicana (NOM-016-CRE), que establece para esa zona un contenido máximo de 2%, lo cual agrava el uso de ese derivado del petróleo.

De acuerdo con especialistas, incluso si se cumpliera con esa NOM, los impactos en la calidad del aire y en la salud de la población serían altamente perniciosos.

Tan desprestigiado está ese combustible que la Organización Marítima Internacional (OMI) prohibió desde enero pasado, su utilización en embarcaciones de altura, cuando su contenido se azufre sea mayor a 0.5 por ciento.

La termoeléctrica de Tula produce concentraciones ambientales de Materia Particulada con diámetro de 2.5 micrómetros (PM2.5) y óxidos de Azufre (SOx) especialmente altas en sus inmediaciones. El combustóleo que usa es el culpable de que, la mayor parte del tiempo, se rebase la norma en la materia en toda la cuenca de Tula.

En algunos periodos, las emisiones de esa planta pueden aumentar las concentraciones de PM2.5 en la Ciudad de México entre 5 y 15 microgramos por metro cúbico, mientras que en el norte del Valle los incrementos pueden alcanzar los 50 microgramos. La normatividad establece un máximo permisible de 12 microgramos por metro cúbico, promedio anual.

Las inmundicias de este complejo industrial, flanqueado por enormes torres que hacen fila como zombies gigantes en peregrinación desde las montañas plomizas que se alcanzan a distinguir a lo lejos, se las lleva el viento hacia el sur, prácticamente en la misma dirección de la carretera que pasa junto al complejo: Tula-Jorobas, de ahí toda la autopista Querétaro-México hasta la capital del país, lo cual implica aventar sus nubes al menos sobre los municipios hidalguenses de Tula y Tepeji del Río y los mexiquenses de Apaxco, Tequixquiac, Huehuetoca, Zumpango, Coyotepec, Teoloyucan, Melchor Ocampo, Cuautitlán, Cuautitlán Izcalli, Tultepec, Tultitlán y Coacalco, hasta llegar a la CDMX. Pero la contaminación no viaja vía directa, así que se esparce por muchos más.

La preocupación por su alta contaminación llegó al Senado

En las últimas semanas, la senadora Xóchitl Gálvez, originaria del Valle del Mezquital de Hidalgo, se ha convertido en una de las activistas más destacadas que buscan que esa empresa se convierta completamente a gas natural.

Dice que eso redundaría en el abatimiento de más de 99% de las emisiones de PM2.5 y de óxido de Azufre y 63% en las emisiones de óxidos de nitrógeno, así como en una reducción de casi dos millones de toneladas de gases de efecto invernadero (CO2), además de evitar más de 14,000 muertes prematuras anuales en las cuencas de Tula y Valle de México.

La semana pasada presentó una iniciativa de punto de acuerdo mediante la cual pretende que la Comisión Permanente del Congreso de la Unión exhorte a la CFE, la Secretaria del Medio Ambiente, la de Salud, al ayuntamiento de Tula y a los gobiernos de los estados de México e Hidalgo, así como al de la Ciudad de México a tomar las decisiones necesarias para revertir el impacto ecológico de esa planta. La iniciativa fue acompañada por al menos 11 legisladores y espera que la Mesa Directiva la someta al Pleno.

Documentado que contamina hasta la cuenca del Valle de México

Por su parte, el consultor ambiental, Adolfo Hernández Moreno, destaca que esa termoeléctrica tiene capacidad para generar electricidad utilizando gas natural ya que sus plantas son duales.

El experto en ciencia e ingeniería ambiental refiere que, con base en un estudio de modelado de calidad del aire de las cuencas Tula y Valle de México, se demuestra que una parte importante de los contaminantes llegan a la ciudad de México.

Además, se demostró que hay una diferencia considerable a la baja de emisión de contaminantes si se utiliza gas natural en lugar de combustóleo.

También se demostró que no existe un cambio sustancial en la emisión de contaminantes si la planta utiliza combustóleo con 3.5% de contenido de azufre o si usa el mismo combustible con 2% de azufre.

Si bien el estudio se concentró en las dos cuencas citadas, recalca que eso no quiere decir que no tenga impacto en otras como la de Pachuca o la de Toluca.

El hasta triple el riesgo en la cuenca de Tula

Por su parte, Horacio Riojas, director de Salud Ambiental, del Centro de Salud Poblacional del Instituto Nacional de Salud Pública, expone que, desde hace décadas, se han estudiado los efectos de los contaminantes atmosféricos en la salud, tanto las que se manifiestan en enfermedades respiratorias, como en el corazón y en el cerebro, como el efecto neurológico que tienen las partículas suspendidas.

Según el especialista, se estima que se podrían evitar alrededor de 14,600 muertes prematuras al año, solamente atribuidas a PM2.5, si se deja de consumir el combustóleo.

En el caso concreto de la región de Tula, dice que es doble o triplemente riesgoso que, en el resto de las cuencas del Valle de México y Toluca, primero porque, según los datos oficiales hay estaciones que reportan hasta 30 microgramos por metro cúbico de concentraciones anuales de OM2.5 como promedio anual en la región sin que se tenga una cobertura completa de la población, la OMS recomienda 10.

Por eso considera que la zona de Tula es una de las más riesgosas para la población porque no solo estamos hablando de efectos agudos que se dan en personas sensibles como los asmáticos, sino de efectos crónicos que pueden incluir desde efectos neurológicos hasta afectaciones en personas embarazadas.

Sector eléctrico, el segundo más contaminante del país

Pablo Ramírez Granados, especialista en energía y cambio climático de Greenpeace México explica que en México el sector de generación eléctrica tiene enormes emisiones tanto de contaminantes criterio (del aire que dañan la salud), como de gases de efecto invernadero.

Destaca que no por nada es el sector que más contaminación atmosférica emite en el país, seguido muy de cerca por el transporte.

Eso se debe a que la matriz de generación de energía está basada en el consumo de combustibles fósiles.

Refiere que México tiene metas para disminuir emisión de gases de efecto invernadero y el sector eléctrico tiene sus propias metas, establecidas en acuerdos internacionales y que se traducen en leyes nacionales.

Concretamente lo que se ha determinado es transitar la matriz eléctrica hacia tecnologías bajas en emisiones, como lo está haciendo en todo el mundo.

Recuerda que en la reforma energética de 2014 se establecen metas de transición en la materia, pero “un  poco tramposamente”, en lugar de establecer metas de energía renovable como en todo el mundo, se establece una categoría sobre “energías limpias” lo cual le permite que a las “energías renovables” les agregan otro tipo de energía que tienen un cierto nivel de emisiones en su generación que las hacen que se consideren como “energías eficientes”.

Recuerda que en México sólo alrededor de 7% de energía se genera a partir de fuentes renovables, a pesar de la enorme cantidad de recursos renovables que hay en el país.

Señala que el radio de contaminación de las centrales eléctricas que utilizan combustóleo es de alrededor de 100 kilómetros. Asimismo, destaca que los costos de operación de ese tipo de centrales tienen costos de operación tres veces más caros que las que utilizan fuentes de energía renovables.

Termoeléctricas, salida al combustóleo de refinerías de Pemex

El expresidente del Instituto Nacional de Ecología, Gabriel Quadri, destaca que en esa planta se quema entre un 70 y 80% de combustóleo para generar electricidad básicamente debido al exceso de combustóleo que se genera en las refinerías de Petróleos Mexicanos.

Subraya que, a más refinación, más combustóleo, porque es el residuo de la refinación y con un alto contenido de azufre.

El también director asociado de Sistemas Integrales de Gestión Ambiental (Sigea) destaca que esto debe de preocuparnos en el contexto en el que vive el país, sobre todo porque en días pasados se publicó un acuerdo en el Centro Nacional de Control de Energía (Cenace) en el que se prohíben las pruebas preoperativas de las plantas de energía renovable y prácticamente se bloquea el acceso de las plantas eólicas y solares a la red de distribución.

El pasado 11 de diciembre, el secretario del Medio Ambiente, Víctor Manuel Toledo recibió a los representantes de una caravana realizada por regiones con alta contaminación, entre ellas la cuenca de Tula. Al día siguiente el funcionario le informó al presidente Andrés Manuel López Obrador sobre ello y se refirió como “infiernos ambientales” porque registran niveles extremos de contaminación ambiental.

Puesto en esos términos la Central Termoeléctrica “Francisco Pérez Ríos”, es por mucho un problema mayúsculo que huele a azufre.

diego.badillo@eleconomista.mx

Periodista mexicano, originario de Amealco, Hidalgo. Editor del suplemento Los Políticos de El Economista. Estudié Sociología Política en la Universidad Autónoma Metropolitana. En tres ocasiones he ganado el Premio Nacional de Periodismo La Pluma de Plata que entrega el gobierno federal. También fui reconocido con el Premio Canadá a Voces que otorga la Comisión Canadiense de Turismo, así como otros que otorgan los gobiernos de Estados Unidos y Perú.

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