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Sector Financiero

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Regreso al debate migratorio

Salinas utilizó con gran habilidad la migración como escudo para evitar ceder en el tema petrolero, a sabiendas de que un proyecto de TLC que incluyera asuntos migratorios fracasaría en Washington.

La aparición del nuevo libro de Carlos Salinas, Democracia Republicana, del que tuve la oportunidad de leer el prólogo y el capítulo 11 en El Economista, reaviva el viejo debate sobre la factibilidad de que México consiga influir en EU para que éste apruebe una reforma migratoria amplia.

Salinas sugiere en su texto que se sacrificó la posibilidad de incorporar el libre movimiento de trabajadores mexicanos a EU en la negociación del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLC), a cambio de excluir el petróleo que los estadounidenses insistían con reiteración en incorporar.

Relata el expresidente la conversación privada que tuvo con su contraparte de EU en noviembre de 1990, en la que por una parte, intentó persuadirlo de que aceptara discutir la migración en el TLC y por la otra, que ni él ni el Congreso mexicano aceptarían jamás incluir el petróleo.

Indica el texto citado que el Presidente George Bush padre le dijo a Salinas: Que si el tema migratorio formaba parte del tratado, entonces el Congreso (de EU) jamás lo ratificaría, dadas las complejas ramificaciones políticas que el tema involucraba .

Sin intentar enmendarle la plana a Salinas, pienso que utilizó en su momento y con gran habilidad la migración como escudo para evitar ceder en el tema petrolero, a sabiendas de que en el ambiente político prevaleciente en Washington un proyecto de TLC que incluyera asuntos migratorios fracasaría sin remedio.

Yo estaba entonces en la capital de EU trabajando como Ministro para Asuntos Económicos en nuestra embajada, cuando apareció el artículo primigenio de Peter Truell en el Wall Street Journal del 27 de marzo de 1990 informando que México y EU habían acordado negociar un Tratado de Libre Comercio.

Causó revuelo la revelación del viaje secreto que realizó a Washington José Córdoba, el poderoso jefe de la Oficina de la Presidencia de Carlos Salinas, para explorar al más alto nivel en la Casa Blanca, su interés por emprender la negociación de un acuerdo de libre comercio como el que EU acababa de ultimar con Canadá.

Tan pronto salió a relucir el tema, los numerosos think tanks de la capital de EU empezaron a organizar eventos para discutirlo, a los que mi querido jefe, el Embajador Gustavo Petricioli, me mandó representando a nuestro país y sin instrucciones sobre qué decir y qué callar.

En la primera de esas reuniones sostuve exactamente el punto de vista que ahora expresa Salinas en su libro, que desde la perspectiva económica un Tratado de Libre Comercio debiera incorporar la apertura al intercambio de bienes y servicios, pero también el libre flujo de factores de la producción como capital y trabajo.

A mi discurso respondió un alto funcionario de la Oficina del Representante Comercial de EU, dependencia de la Casa Blanca encargada de los convenios comerciales, afirmando que de ninguna manera se incluirían en la eventual negociación los asuntos migratorios.

La tajante discrepancia no pasó desapercibida y de inmediato se empezó a especular que había diferencias serias en la visión que tenían los dos países del posible Tratado de Libre Comercio (Canadá, que habría de jugar un papel crucial en este asunto, todavía no aparecía en escena).

Al informar de lo ocurrido a Petricioli, me pidió que escribiera un reporte para Los Pinos y me advirtió, con el gran colmillo que tenía para la política, que de seguro me enmendarían la plana, lo que ocurrió bien pronto y de manera tajante: si volvía a mencionar el tema migratorio, sería cesado.

No recuerdo la fecha exacta en la que ocurrió la historia que relato, pero tuvo que haber sido apenas unas semanas después de la publicación del artículo del WSJ, es decir, en abril o cuando mucho en mayo de 1990, entre seis y siete meses antes de la conversación con Bush padre que relata Salinas en su libro.

Ello implica que Salinas estaba plenamente consciente y puntualmente informado del ambiente que prevalecía en Washington, sobre la imposibilidad política de incorporar el flujo de personas a la negociación del TLC con EU, simplemente no había los votos necesarios en el Congreso para lograr su aprobación.

Aludiendo al texto de Salinas, Jorge Castañeda (Little George para distinguirlo de su ilustre padre del mismo nombre, conocido como Big George) lo acusa de excluir el tema migratorio de la negociación por miedo al fracaso . La semana próxima relataré el triste papel que jugó este variopinto personaje alrededor del TLC y por qué el autor de la enchilada completa en materia migratoria se equivoca una vez más.

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