Al faro

El viento y el mar son presencias. Traen el destino, traen la felicidad y también traen el castigo cuando esa felicidad no es legítima.

En su nuevo drama, La luz entre los océanos, el cineasta ?Derek Cianfrance se confirma como el director más emotivo?de su generación. Cianfrance aún cree en el impacto emocional mientras sus pares se decantan por el cinismo y la violencia fácil.

La cinta, protagonizada por Michael Fassbender (quien diga que Fassbender sólo tiene el registro actoral de hombre atormentado quizá tenga razón; aquí sufre, sufre y sufre), la recientemente oscareada Alicia? Vikander y en un papel secundario Rachel Weisz.

Es 1918. Thomas Sherbourne (Fassbender) es un veterano británico de la Gran Guerra que sólo quiere paz. Por eso pide el puesto de cuidador de faro en una isla remota del Atlántico norte. En realidad el faro de Janus, la isla en la que está enclavado, es lo único que separa el Pacífico del Atlántico: un pedacito de Europa, un trocito de América.

En la isla no vive nadie más que el cuidador del faro, pero eso cambia pronto, cuando Tom conoce a Isabel (una Vikander estupenda). Es un romance de literatura: intercambian cartas mucho antes de siquiera compartir un beso. Tom e Isabel se casan con la bendición de toda la comunidad de Partegeuse, el pueblo más cercano del faro al cual sólo se llega en barco.

Tom e Isabel son felices en su aislamiento. Los dos sufrieron la guerra: él en carne propia; ella, porque perdió en ella a sus dos hermanos. ¿Sigo siendo hermana si mis hermanos están muertos? , le pregunta a Tom y él sabe desde qué punto del dolor está hablando.

Pero el futuro luce bien para ambos. Pronto ella queda embarazada: una familia joven y feliz con una isla para ellos solos.

Pero la desgracia viene pronto. Ella pierde al bebé. Lo intentaremos otra vez y cuando tengas a cinco chiquillos a tu alrededor haciendo travesuras, esto será como un sueño , dice Tom. Los diálogos de la cinta son sumamente literarios, tomados prestados de la novela original del mismo título de M. L. Stedman. Cianfrance, el director, se encargó él mismo de adaptarla al cine y el resultado no siempre es muy fluido. ¿Respetaría mucho la obra original el director? No sé, no he leído la novela, pero tengo la impresión de que así es.

Un segundo embarazo acaba de nuevo en pérdida: dos pequeñas cruces blancas en un risco de la isla dan testimonio de esos dos niños que no fueron. Isabel está precisamente al pie de esas crucecitas cuando escucha algo insospechado: el llanto de un bebé.

El botecito apenas se sostiene entre las olas. Dentro yace un hombre rubio muerto, pero más sorprendente es la presencia de un bebé vivo que llora como quien lucha por su vida.

Para Isabel es una señal: el hijo que su vientre le negó se lo está dando el mar. Tom, adicto?a las reglas, quiere reportar el hallazgo: seguramente alguien, en algún lugar, está buscando a esa niña.

El conflicto lo resuelve Isabel: si la nena llegó a ellos, es el destino que llama a la puerta. Tom ve tan feliz a su frágil mujer que decide no decir nada.

Y así pasan los años.

Un día que la familia va de visita al pueblo, Tom conoce a Hannah Potts (Rachel Weisz), una mujer que perdió a su familia en el mar: su esposo y su hija, en un pequeño bote que se llevó la corriente.

Aquí es donde el verdadero drama comienza y no seré yo la que les revele cómo se resuelve. No soy de lágrima fácil y La luz entre los océanos me arrancó el llanto un par de veces. Déjenme, son cosas que les pasan a las mujeres en edad de ser madres.

Las otras cintas de Cianfrance (Blue Valentine, El lugar en el que todo termina) tienen el mismo poderío emocional. A La luz entre los océanos lo que le falta es ritmo, si bien hay momentos que adquiere matices de thriller. Diez minutos menos no le habrían caído mal a la cinta.

Échensela, es lo mejor que hay en cartelera. Lleven pañuelo.