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Capital mental: Autismo y los antidepresivos

Un supuesto sustento científico se dio a través de miles de estudios, financiados principalmente por la industria farmacéutica, en los que se "demostraba" que el 20% de la humanidad sufre síntomas de enfermedad depresiva y que el tratamiento debe ser con medicamentos.

En México cualquier ciudadano que se siente deprimido, triste o agüitado, puede ir a una farmacia, comprar medicamentos antidepresivos y nadie absolutamente le solicitará una receta médica legalmente expedida.

Si no me creen, hagan la prueba. Aunque mejor, es preferible no arriesgarse, sobre todo si usted es una mujer embarazada a quien le interesa la salud mental de su bebé. Y es que la semana pasada se dio a conocer un estudio científico, en el cual unas ratas embarazadas recibieron un antidepresivo (citalopram) poco antes y después de parir.

¡Lo que los investigadores observaron es para poner los pelos de punta!

Las crías se comportaban extrañamente, parecían estar muertas de miedo y ni siquiera jugaban entre si, como normalmente sucede. Este tipo de conducta -reflexionaron los científicos- se parecía muchísimo a la que muestran los niños con autismo, enfermedad mental que actualmente se conoce como "Espectro de trastornos autistas".

Cuando se hizo la autopsia de las excéntricas ratitas, cuyas madres recibieron medicamento para la depresión, se observó que las fibras nerviosas que conectan los dos hemisferios cerebrales, tenían un desarrollo incompleto y claras señales de degeneración en sus tejidos.

Aquí vale la pena recordar que los antidepresivos más recetados, desde hace una treintena de años, reciben el nombre farmacológico de "Inhibidores Selectivos de la Recaptura de la Serotonina" o ISRS. De todos ellos, el archi-conocido Prozac (identificado con un involuntariamente chistoso expresidente) fue el primero en salir al mercado.

En menos de una década se convirtió en una especie de panacea, al producir ganancias económicas que rompieron todos los récords de ventas de la industria farmaceútica, antes del Viagra. Ni modo, erección mata eutimia.

Debido a los excelentes resultados clínicos, y sin los desagradables efectos de los primeros antidepresivos, los psiquiatras comenzamos a prescribir los nuevos antidepresivos a todos nuestros pacientes afligidos por esa terrible enfermedad.

Con el paso del tiempo -y una incisiva estrategia comercial de los laboratorios- la psiquiatría fue viendo reducida su participación en el diagnóstico y el tratamiento de la depresión. Hoy todo mundo receta antidepresivos, incluso para el cólico menstrual.

El supuesto sustento científico se dio a través de miles de estudios, financiados principalmente por la industria farmacéutica, en los que se "demostraba" -de acuerdo a unas clasificaciones de enfermedades mentales cada vez más laxas y sospechosamente incluyentes- que el 20% de la humanidad sufre síntomas de enfermedad depresiva y, last but not least, que el tratamiento debe ser con medicamentos. ¿Entonces para qué demonios existen la psiquiatría y la psicología, si con una pastilla que se consigue en todas partes podemos estar de nuevo felices y contentos?

No es la primera vez que investigadores respetables e independientes advierten sobre el abuso -¡ojo, que no el uso racional!- de medicamentos psiquiátricos capaces de modificar el funcionamiento y la estructura del delicado cerebro humano, que -aunque parezca ofensivo- no es muy distinto al de las ratas.

A ver si entienden las autoridades sanitarias que no se pueden seguir recetando medicamentos antidepresivos como si fueran caramelos, sin asumir las consecuencias.

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