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Arte e Ideas

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Cultura totonaca, convincente a cualquier edad

Del 20 al 24 de marzo, el visitante podrá disfrutar de conciertos y la cultura del Totonacapan ?a través de talleres, conferencias y acercamiento con las personas.

Papantla, Ver. Vicenta Castaño es una mujer de origen totonaca, madre de dos hijos y vive en la comunidad El Tajín, aledaña a la zona arqueológica del mismo nombre, en Veracruz. A diferencia de varios de sus vecinos ella prefirió no hablar totonaca y mucho menos utilizar la vestimenta tradicional: moños, quexquémetl, faja, camisa, delantal y nahuas, pues tenía pena de salir así a la calle y que se le notara el acento indígena al hablar.

Cuenta que esta decisión, además de por pena, la tomó porque consideraba que no era necesario hablar totonaca para comunicarse, primero con su familia: sus padres no le enseñaron la lengua totonaca, y luego, cuando tuvo a sus hijos, al salir a buscar trabajo en Poza Rica o Papantla.

Yo tenía poca necesidad de hablar totonaca. Para mí el hablarlo no tenía importancia , me comenta Vicenta de manera relajada, pero atenta a los movimientos de su sobrino Gabriel, niño de cuatro años que está realizando saltos amarrado de un árbol con una cuerda en la cintura, simulando soltarse del palo, como lo hacen los Voladores de Papantla.

Así como hicieran sus padres con ella, Vicenta, de unos 35 años, tampoco heredó los sonidos de la lengua totonaca a sus dos hijos: Salvador, de 13 años, y la chica de 18. Y mucho menos la escritura, pues ella tampoco sabe leer ni escribir en castellano. Cómo les iba a decir hablen así (en totonaco), si yo no lo uso y siempre me negué a hacerlo , confiesa bajando la mirada y después fijándola en Salvador.

Y continúa: Pero ahora, quizás un poco tarde, comprendo que no es nada del otro mundo hablar o vestirse así. Veo a las personas que no tienen pena y digo: yo por qué sí; yo tampoco debo tener pena .

Vicenta ha regresado a sus raíces indígenas gracias a Gabriel, hijo de la dueña del terreno donde está la casita donde ella vive. El niño de cuatro años habla la lengua totonaca y obligó a Vicenta a que lo llevara a la Escuela de Voladores, porque él quiere ser unos de ellos y por eso está aprendiendo a soltarse del palo.

Ella además aprovecha las clases sabatinas para llevar a su hijo Salvador para que aprenda a hablar la lengua, pero dice que es muy difícil porque es complicada la pronunciación y menos si no se tienen muchas ganas de aprender.

Salvador -quien viste pantalón de popelina blanca bombacho que le llega al tobillo y botas negras; camisa también blanca y en el cuello un pañuelo bordado de colores enrollado, porque asistió a la Escuela de Voladores- no accede a hablar con esta reportera, pero escucha con atención la conversación que tengo con su mamá, e incluso se enoja cuando ella comenta que sus hijos tienen pena de hablar o usar la vestimenta.

De acuerdo con datos del INEGI de 2010 en Veracruz había 250,252 personas de cinco años en adelante que hablan totonaca, lo que equivale a 9.3% de la población de tres años y más en el estado.

CENTRO DE LAS ARTES INDÍGENAS

La Escuela de Voladores está dentro del Parque Takilhsukut, que se ubica a un kilómetro de la zona arqueológica El Tajín, en Papantla, y recibe a 65 niños y jóvenes que van desde los cuatro hasta los 22 años, quienes no sólo aprenden a volar sino también más de la lengua y cultura totonaca.

El Parque Takilhsukut fue creado en el 2001 con la finalidad de rescatar y revalorar la cultura y la lengua totonaca. Como el caso de Vicenta Castaño y los de muchos otros niños, adolescentes y adultos que negaban sus raíces indígenas, ahora cuentan con un espacio donde aprenden las tradiciones y sabidurías de la población del Totonacapan.

La Escuela de Voladores no es la única actividad que se lleva a cabo dentro del Parque Takilhsukut. Forma parte de las actividades y esfuerzos que realiza el Centro de las Artes Indígenas -inició actividades en el 2006- bajo el método de enseñanza-aprendizaje del totonaca.

De hecho, ha sido incluido en la lista de Mejores Prácticas de Salvaguardia de Patrimonio Cultural Inmaterial por parte de la UNESCO, debido a que es el primer organismo que se dedica exclusivamente al arte indígena y hace visible su valor simbólico, ritual y comunitario.

Pero ¿cómo contribuye este centro a la salvaguardia del patrimonio cultural inmaterial del pueblo totonaca? Humberto García García, director educativo del Centro de las Artes Indígenas, asegura que a través del modelo educativo que utilizan se trabaja en la revaloración de la cultura totonaca: su lengua, sus tradiciones, sus rituales, su espiritualidad y su identidad.

El Centro de las Artes Indígenas cuenta con diferentes casas de estudio, entre ellas la Casa de Medios de Comunicación y Difusión, Escuela de Voladores, Casa del Algodón, Casa de las Pinturas, Casa de la Alfarería, Casa de Sanación, Casa de la Gastronomía, Casa de la Música y Museografía.

En todas y cada una de estas casas-escuelas-talleres los adultos transmiten sus enseñanzas a los más pequeños. Pero también los jóvenes que han destacado en alguna actividad resuelven dudas de los menores, les dan consejos, comparten su experiencia…

La espiritualidad y tradición que forman parte de la cultura totonaca estarán al descubierto durante la Cumbre Tajín, en su 15 edición, que se celebrará del 20 al 24 de marzo en el Parque Takilhsukut, con sedes en Papantla y El Tajín.

Los organizadores esperan la visita de 500,000 personas y una derrama económica de 250 millones de pesos, además de una ocupación hotelera cercana a 100 por ciento.

EL SEMILLERO DE ESTA CULTURA

Alejandro Medina ha participado, desde su primera edición, en la Cumbre Tajín, en 1999. Recuerda que desde los primeros años provenían personas de todas las comunidades del Totonacapan, como Cazones de Herrera, Chumatlán, Papantla, Coahuitlán, Espinal, Poza Rica, Filomeno Mata o Tecolutla.

Detalla que al principio traían trabajos culturales como danzas, muestras gastronómicas, artesanías, medicina tradicional, pero actualmente se han sumado otras expresiones artísticas, lo cual beneficia a la comunidad, porque se da a conocer su cultura no sólo a los veracruzanos sino al resto del país y visitantes de otros países. La Cumbre Tajín es un espacio muy importante también para nosotros, porque hay jóvenes y niños que desconocen los rituales de nuestra cultura y no le dan valor a sus raíces. Con las actividades en el Parque (Takilhsukut) y las escuelas se acerca a la niñez y a la juventud a su cultura, para que no se dejen de practicar , reflexiona el hombre de más de 40 años, quien además recuerda que años atrás visitaban las comunidades para que las personas participaran en la Cumbre y actualmente son ellos quienes se acercan y se invitan.

A pesar de los esfuerzos y que mucha gente quiere enseñar sus tradiciones, los jóvenes siguen resistiéndose a aprender lengua totonaca y retomar sus tradiciones. Sin embargo, hay casos en los que sucede lo contrario.

UNA SANADORA Y UN VOLADOR

Yanet tiene 19 años y su don es proporcionar bienestar a las personas a través de sus manos: da masajes de relajación. Dar masajes no se trata sólo de untar aceite en el cuerpo. Cada vez que lleva a cabo un masaje, Yanet realiza una oración en totonaca y pregunta al cliente dónde es que presenta molestias, para que ella enfoque su energía, su don, en esa área.

Desde hace cuatro años se incorporó a la Casa de Sanación del Parque Takilhsukut y asegura que nunca ha asistido por obligación o sólo por recibir un sueldo.

Durante la Cumbre Tajín no paramos en todo el día. Claro que recibimos un sueldo y además propina, pero no venimos aquí por eso, sino por el gusto de difundir nuestras tradiciones. Los jóvenes, influenciados por otros, rechazan aprender un oficio, encontrar su don. Por eso estamos aquí, para preservar las tradiciones que nos heredaron nuestros abuelos y padres , asegura.

Además del masaje relajante y el tailandés, en la Casa de Sanación hay temazcal, oraciones, sobadas… e incluso levantamiento de sombra o curación de espanto.

DE PAPANTLA PARA EL MUNDO

Con la vestimenta de ceremonia, Víctor García se muestra orgulloso de ser un volador de Papantla y además ser representante del consejo juvenil de voladores. Viste gorro cónico adornado con flores multicolores, donde prevalece el rojo, que representa la fertilidad de la tierra; un penacho en forma de abanico, que simula el capote de un ave; pantalón rojo adornado con flores bordadas y encima de su camisa blanca una tira de tela roja bordada, la cual representa las alas de los pájaros.

Previo a hablar de su experiencia, nos deleitó con un canto a manera de agradecimiento: de la flauta, que representa el canto de las aves, y del tambor, la voz de los dioses.

Desde pequeño inició su aventura en el don de volar. Hace 10 años ingresó a la Escuela de Voladores al mostrar destreza para la danza, el canto y no tener miedo a las alturas. Desde ese momento no ha dejado no sólo de practicar los vuelos, sino de llenarse de orgullo de formar parte de un Patrimonio Cultural Intangible de la Humanidad (declaración otorgada por la UNESCO en el 2009). Su dedicación y compromiso para preservar su cultura lo ha premiado con exhibiciones en el extranjero, en especial por Europa, donde además habla del ritual de los voladores.

Víctor además transmite la cultura totonaca entre quienes asisten al Centro de Artes Indígenas, para que las nuevas generaciones sigan caminando bajo la guía de su espiritualidad.

diana.salado@eleconomista.com.mx

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