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Arte e Ideas

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Cumpleaños 75 de Agustín Monsreal

El escritor yucateco presentó 5 libros y un audiolibro en el Palacio de Bellas Artes.

Hace una semana, Lauro Zavala, Eduardo Antonio Parra, Fernando Sánchez Clelo, el de la voz y el público que llenó la sala Manuel M. Ponce del Palacio de Bellas Artes, ce-lebramos los 75 años de Agustín Monsreal (Mérida, Yucatán), sobreviviente el otro es José de la Colina de la cofradía cuentística más importante de este país, a la que también pertenecieron Juan Rulfo, Juan José Arreola y Edmundo Valadés, quien los reunió bajo la égida de El cuento. Revista de imaginación.

Desde la década de los 70 en 1970 aparece el nombre de Agustín Monsreal por vez primera en un libro colectivo, y en 1978 gana el Premio Nacional de Cuento San Luis Potosí ha publicado alrededor de una treintena de títulos (microcuento, cuento, haikú, poesía, autobiografía, diccionarios líricos y ensayo) en los que prevalece un amplio registro de voces, lo que habla no de un autor convencional, sino de un artista en constante búsqueda, lo que convierte a su literatura en un ente móvil, interesante, evolutivo, en pos de lo distinto, de la diferencia.

Su obra cuentística o, más bien, su microcuentística, que es aquí la que me interesa, es rica y diversa. Es, en algunos casos, cómica y cruel, o trágica y ligera; reflexiva; a veces difícil de leer, a veces de una claridad pasmosa; exquisita por momentos, popular en otros, pero lúdica casi siempre. Y es justo en este trazo, el juego como ritual todo juego es un ritual , en el que algunos de sus personajes son recurrentes de un libro a otro, más como sombras, signos, guiños, sugerencias o nombres que como personajes en sí, y es en ese detalle de intención en el que el lector puede conectar a Los hermanos mayores de los pigmeos (2004, Ficticia Editorial) con Los pigmeos vuelven a casa (2016, FE), uno de los 5 libros que presentamos en Bellas Artes en honor a los 75 años de su autor.

Agustín Monsreal es, pues, uno de esos escritores que primero construyen la catedral y, una vez colocada la última piedra, el último vitral, encuentran a la divinidad, a las divinidades, en su interior. Y para cada una de esas catedrales erige una estilística distinta, cada vez más arriesgada, ?en la que se pone en juego tan sólo por el goce de jugar el equilibrio entre lo terrenal, lo profano, y la parte mística, sagrada, de la literatura.

Así, su obra es cada vez más arriesgada, tal como lo demuestra el resto de libros presentados hace una semana: Mínimas ficciones mínimas (2016, microrrelato, BUAP), Deslealtades del destino (2016, cuento, CEAPE), Esto que pasa en mi corazón (2016, haikú, CCH-Naucalpan), Mamá duerme sola esta noche (2016, cuento muy corto y cuento muy largo, JUS), más un CD, en Voz viva, editado por la UNAM.

Se tratan, pues, de diversos trabajos que, tal como se concibieron en su parte formal en este caso forma también es fondo , son libros que transgreden si no todas, casi todas las reglas canónicas del género al que pertenecen.

Sus ficciones súbitas de Los pigmeos vuelven a casa no son ficciones súbitas comunes. Su concepción no estriba en el golpe de vista como piezas únicas, sino en el conjunto, en el hilvanar anécdota tras anécdota hasta formar un collar, un cuento de cuentos que, como dice el propio Monsreal en Introducción al pensamiento del autor :

El hecho indubitable que esta obra sea deliberada y fragmentariamente unitaria, nos impide adscribirla a un género concreto. Lo que sí se puede afirmar debido a la declarada naturaleza ambidiestra de su autor, es que fue escrita simultáneamente con las dos manos y con los dos hemisferios cerebrales al mismo tiempo . (Los pigmeos... p.31).

Felicidades, Agustín.

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