El año que vivimos al descubierto

En diciembre se antoja realizar balances anuales, pensar un poco en las noticias y temas que hicieron único al 2013. Como suele suceder, el imán de los encabezados de las últimas semanas roba la atención y nubla la vista. No sorprende que para muchos será el año de la reforma energética, vamos subidos al tren de la memoria virtual, donde el trending topic del día es la definición del zeitgeist.

El año empezó con la cruzada contra el hambre del gobierno federal, un poco antes de que el congreso empezara a pasar reformas como hamburguesas en un McDonalds. Para mostrar su buena voluntad estilo priísta, no hay mejor manera de iniciar el año que deteniendo al personaje más repudiado por la opinión pública: Elba Esther Gordillo.

No importa que haya sido unos días después de que la misma opinión pública (siempre tan veleidosa) estuviera atenta a la catastrófica explosión en la torre de Pemex y la investigación posterior que arrojó claramente que no había nada claro en las explicaciones de lo que sucedió.

Desactivado el SNTE, vino su variante con C a paralizar un rato la ciudad más paralizable del país, mientras protestaban alguna de las reformas.

Muchos salieron a protestar este año, todo tipo de temas, con estilos que iban de vociferar consignas hasta quemar el árbol de Navidad de una conocida compañía refresquera.

Fue el año de la Suprema Corte de Justicia, que navegó los encabezados de los diarios un día sí y otro también. Primero con su necedad políticamente correcta de prohibir los apelativos insultantes a la preferencia homosexual. Después con el polémico uso del amparo y una serie de casos que terminó con un dictamen por lo menos cuestionable, no queda claro a favor o en contra, de quienes busquen recuperar derechos básicos después de un juicio de interdicción.

En los deportes pareció haber un salto entre del emotivo y extraño Superbowl a una calificación angustiosa al Mundial de futbol. Una situación, esta última, que refrendó la idea que cuestiona el interés de la Femexfut para establecer un proyecto coherente, sensato o con el mínimo respeto para los técnicos. Todo va bien mientras las arcas estén llenas.

En nuestro país vecino la tormenta no fue menor: El protagonismo de los nuevos asesinos a distancia: los drones. La parálisis financiera del gobierno de Obama, la forma desfachatada en que se barajó la reforma migratoria para distraer la atención en las guerras políticas internas. El caso Zimmerman, las habituales celebridades en desgracia, y la aparición de un nuevo enemigo en el concepto de imprima un arma en su casa.

Terrible en un país que tiene en promedio una balacera escolar por día, y donde el derecho a poseer armas se reivindica con más pasión que otra cosa.

La tecnología jugó un papel relevante. No sólo en la difusión mediática y la presencia inescapable de las redes sociales, sino en el centro mismo de la cuestión. Desde los británicos prohibiendo el porno, hasta la compra de un periódico venerable por el gigante de las tiendas online: Amazon.

Pero el mayor ejemplo es el fracaso del gobierno estadounidense para establecer una página web funcional para su versión del seguro popular.

Un desastre tecnológico que queda perfectamente explicado cuando se revela que la NSA ha dedicado sus mayores esfuerzos en los últimos años, a espiar informáticamente al resto del mundo. Los programadores competentes que no estaban creando Apps para telefonía móvil o tratando de resucitar Microsoft, trabajan para la NSA.

El caso Snowden seguirá teniendo repercusión en años venideros. No sólo porque muchos países apenas están cayendo en cuenta el alcance de la invasión de su privacidad, sino porque el mismo concepto de privacidad en el mundo global está (o debiera estar) en el centro del debate.

Al menos hasta que circule el próximo video viral en YouTube con una maestra regañona, un accidente de auto, o una hija de un funcionario exigiendo trato VIP en un restaurante capitalino.