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Arte e Ideas

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Etsuro Sotoo o el hombre que conversa con las piedras

“La gente me llama escultor. No, señor, yo soy picapedrero”, declara el artista japonés que este año completó 43 años de aportar su impronta a la obra maestra del arquitecto Antoni Gaudí, en Barcelona. Su obra escultórica es parte del conjunto declarado Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO.

“La gente me llama escultor. No, señor, yo soy picapedrero”, declara el artista japonés que este año completó 43 años de aportar su impronta a la obra maestra del arquitecto Antoni Gaudí, en Barcelona. Su obra escultórica es parte del conjunto declarado Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO. Reconoce que uno de los momentos más difíciles de su vida fue cuando se terminaron las instrucciones del arquitecto catalán

No es aventurado decir que el Templo Expiatorio de la Sagrada Familia es una de las obras no solo arquitectónicas sino artísticas más ambiciosas de la humanidad. Han sido más de 140 años de dar forma a la obra desde que el catalán Antoni Gaudí (1852-1926) comenzó su cometido. Es ya común ver el edificio rodeado con grúas, todo el tiempo en obra.

La semana pasada se llevó a cabo la inauguración de la Torre de María, un portento de unos 120 metros de altura rematado con una corona y una estrella de doce puntas, de vidrio texturizado y acero inoxidable, que por las noches ilumina a la ciudad de Barcelona. Junto a ella se yergue la que será la estructura más alta del complejo, la Torre de Jesucristo, con 172 metros. 

La construcción de la Torre de la Natividad y su fachada fueron las únicas supervisadas por el propio Gaudí. Pero muchos de sus detalles, las piedras esculpidas que la visten, han sido en gran parte impronta de otras mentes maestras que han interpretado los planes del catalán pero también han tenido que asumir el riesgo de aportar ahí donde Gaudí no dejó indicaciones.

Ese es el caso del escultor en jefe de la Sagrada Familia, el japonés Etsuro Sotoo, quien conversa con El Economista sobre sus ya 43 años como encargado de ese trabajo fino, precisamente la misma cantidad de años que Gaudí invirtió en esa obra maestra hasta su muerte.

“La gente me llama escultor, yo siempre respondo: ‘no, señor, yo soy picapedrero’”, introduce el artista. “En estos más de 40 años de trabajo sufrí muchísimas cosas. Mi sufrimiento más grande fue precisamente ese: ¿cómo podía seguir una vez que Gaudí no estaba (en los planos) y cómo idear formas que Gaudí no ideó? Ese momento lo sufrí mucho y estuve a punto de marchar a Japón, abandonar este trabajo, porque no podía tocar a Gaudí. En ese momento salió una luz, descubrí un secreto muy grande: había que mirar a donde miraba Gaudí. Es una idea tan sencilla pero tan difícil. Todo el mundo quiere mirar a Gaudí, pero nadie mira hacia donde él miraba. Y mirando a Gaudí no encontrarás a Gaudí”.

La fachada de la Natividad de la Sagrada Familia fue declarada Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO en 2005. Las cuatro puertas de bronce que la visten fueron diseñadas y forjadas por Sotoo. En una de ellas, la que evoca a María y José, el japonés diseñó un relieve que imita las hojas de una hiedra. Para el artista la hiedra es la planta que mejor representa al amor. Cada rama de esta planta necesita sostenerse de la otra para desarrollarse. Para la arquitecta italiana Chiara Curti, la belleza de las puertas de Sotoo es tal que “desde el primer día que se han colocado parecían estar allí desde siempre”.

Comparte que no son pocas ocasiones que eclesiásticos y conocedores de la obra del catalán le han preguntado a qué época de la vida creativa de Gaudí pertenecen las obras que en realidad Sotoo ha tenido que gestar. Y él suele responder mentalmente: “gracias, gracias, gracias, lo he conseguido”.

Sotoo está convencido de que esculpir no es un acto de autoridad sobre una roca inerte, sino de reciprocidad. El escultor en jefe de la Sagrada Familia piensa que al trabajar con una piedra, trabaja en esculpirse a sí mismo.

“Aprendí que no puedo hacer lo que yo quiero, tengo que preguntar a la piedra qué puedo hacer. Si no me lo permite, se cae. Michelangelo, aunque fuera Michelangelo, tenía que preguntarle a la piedra. Tenemos que aprender que no somos autores que podemos hacer lo que nos venga en gana. Hay que saber conversar con la piedra. Primero hay que aprender a amar el material, luego preguntarle. Solamente somos la herramienta para la creación de una forma bella”.

Hacer escultura, reflexiona, es como la paternidad. “Un hijo en realidad es hijo de todo el mundo y un padre no puede controlar a los hijos cuando crecen ni tampoco los puede acompañar toda la vida. Esa es nuestra limitación. La única cosa que podemos hacer es desear que a un hijo que le vaya bien, que colabore a mejorar este mundo. Ese también es el trabajo del escultor. Después de entregada una obra lo único que resta por hacer es rezar para que le vaya bien. Nadie es perfecto y el escultor tampoco”.

Wolfgang von Goethe solía decir, evoca el picapedrero japonés, que si se quiere llegar a ser un gran artista o a la apropiación del conocimiento científico o académico, es recomendable entrar por la puerta de la espiritualidad. “Y si no conoces la espiritualidad, entra por la puerta de la ciencia y el arte. Así alcanzarás la espiritualidad. Pero siempre habrá sufrimiento, porque sin lágrimas no llegaremos a ninguna parte”.

Miembro de Fundación Honoris Causa

Etsuro Sotoo es miembro honorario de la Fundación Honoris Causa, una organización con presencia en 28 países de cuatro continentes de la que también forman parte la Nobel de la Paz 1992, Rigoberta Menchú; la activista mexicana promigrantes y líder de la organización Las Patronas, Norma Romero, entre otros miembros. Para él no hay distinción entre la escultura y la arquitectura. “¿Quién las divide?”, pregunta. “El mundo entre más lo dividimos, más creemos que lo sabemos todo. Pero hay que saber que no sabemos nada”.

Reconocimiento internacional para Sotoo:

  • Art of Spirit Award de Lladró (2002)
  • Cultural Award de la provincia de Fukuoka (2002)
  • Cultural Award del Ministerio de Relaciones Exteriores de Japón (2008)
  • Premio Michelangelo di Carrara (2012)
  • Cruz Europea de Oro de la AEFE (2014)
  • Premio Gaudí Gresol (2014)

ricardo.quiroga@eleconomista.mx

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