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La capa de ozono se ha recuperado de 1 a 3% por década desde el 2000
Se calcula que si se sigue avanzando en esta dirección en 2060 ya se habrán recuperado los niveles de la capa de ozono. Investigadores de la UNAM expresaron su optimismo de que gracias a esta recuperación se pueda garantizar la vida en la Tierra y reconocieron la importancia clave de los acuerdos internacionales, como el protocolo de Montreal.
La evaluación científica más reciente sobre el agotamiento en la capa de ozono conducida por la Organización Meteorológica Mundial y el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA) muestra que en algunas partes de la estratosfera la capa de ozono se ha recuperado a un ritmo de 1 a 3% por década desde el año 2000.
Gracias a su recuperación y la protección que nos brinda contra la radiación ultravioleta que viene del sol, en un alto porcentaje está asegurada la vida como la conocemos, aunque este es solo uno de los fenómenos que podrían contribuir a ello, pues el cambio climático hoy tiene claro retos, explicaron investigadores de la Universidad Nacional Autónoma de México.
La doctora Telma Castro Romero, del Grupo Aerosoles Atmosféricos del Instituto de Ciencias de la Atmósfera y Cambio Climático, explica que fueron 197 países los que firmaron en 1987 el Protocolo de Montreal sobre sustancias que dañan la capa de ozono, un gas que está de manera permanente en la atmósfera de la tierra y su mayor concentración se ubica en la estratosfera. Mide aproximadamente 100 kilómetros de altura y una forma de estudiarla es a través del perfil de temperatura. “Esto fue un momento crucial para comenzar a revertir el problema”.
¿Qué es la capa de ozono?
Castro Romero expuso que el ozono estratosférico se forma en la atmósfera cuando la radiación ultravioleta alcanza la baja estratosfera y disocia las moléculas de oxígeno atómico, que se combina rápidamente con otras moléculas de oxígeno (O2) para formar el ozono. Este proceso sucede desde hace miles de años y forma una capa que envuelve a todo el planeta, este escudo absorbe la luz ultravioleta proveniente del sol y no deja llegar por completo hasta la superficie esa radiación, sin esta protección no existiría la vida como la conocemos por la penetración de esta variación.
Si este escudo se debilita peligraría la vida y eso pasó algunos años, pero al darse cuenta de lo que ocurría, la comunidad internacional comenzó a tomar acciones. “En la década de los 70, Sherwood Rowland y Mario Molina en un congreso científico en Londres plantearon la idea de que los clorofluorocarbonos (CFC) utilizados en el proceso de refrigeración y los aerosoles son productos con una química muy estable y que con el tiempo cambian muy poco, por lo que debían acumularse en algún sitio”.
Así es como se supo que el uso generalizado dañó considerablemente la capa de ozono que rodea la capa terrestre, lo que llevó a la formación de lo que ahora le llamamos “el agujero” de la capa de ozono sobre la Antártida, que todavía está presente pero se ha ido recuperando.
Las observaciones de 2019 por investigadores de la NASA, quienes miden este agujero con instrumentos a bordo de satélites dieron a conocer que el agujero de ozono era de 9.3 millones de kilómetros cuadrados, menor al reportado en 1998 cuando media 25.9 millones de kilómetros cuadrados.
“Con el protocolo de Montreal se resolvió en ese momento un problema global respecto a la capa de ozono, pero se logró con elementos que ahora afectan el clima de la tierra junto con otros gases de efecto invernadero como el dióxido de carbono o el metano”. Por ello en octubre de 2016 se adoptó la Enmienda de Kigali, un acuerdo internacional para reducir gradualmente el consumo y producción de los gases emitidos en procesos de refrigeración y consumo. Se trata de hidrógenos que incluyen principalmente cloro y bromo, además de los halocarburos.
¿Qué significa que se recupere la capa de ozono?
“De no haberse llevado a cabo acciones a través del Protocolo de Montreal, la vida en la tierra sería mucho más complicada y con daños irreversibles”, asegura la doctora Amparo Martínez Arroyo.
Dijo que este fue el primer protocolo ambiental internacional que tenía metas específicas, apoyo financiero y tecnológico, además de calendario de cumplimiento, En él se logró el involucramiento de los gobiernos con la industria y el sector científico, también una concientización de los ciudadanos a nivel mundial, pues empezaron a dejar de consumir ciertos productos y exigir sellos que indicaran que no se dañaba la capa de ozono. “Eso fue muy importante para poder llegar a los resultados”.
La destrucción de la capa de ozono se dio por sustancias producidas por los seres humanos, era tecnología de los años 20. En ese momento parecía una gran solución porque no era tóxico, inflamable, era barato y tenía muchos usos, pero si ahí se hubiera quedado la investigación, no nos hubiéramos dado cuenta en los 70 sobre los daños al medio ambiente.
Las dos investigadoras, junto con el doctor Carlos Gay García, coinciden en que en ese momento estos productos tenían un gran valor comercial, por ello aceptar cualquier daño era muy delicado, pero se logró de alguna manera. “Sin este proceso de más de 30 años hoy no tendríamos los resultados positivos y se calcula que si se sigue avanzando en esta dirección en 2060 ya se habrán recuperado los niveles de la capa de ozono”.
Las acciones desde México
Nuestro país fue uno de los primeros en firmar el protocolo de Montreal y uno de los primeros en ratificarlo, desde los años 90 se han desarrollado más de 120 proyectos de inversión para eliminar el consumo de las sustancias agotadoras del ozono estratosférico, sobre todo en la industria de la refrigeración, el aire acondicionado, las espumas de poliuretano, extinguidores, aerosoles, en procesos de la agricultura, solventes, lo que ha implicado al mismo tiempo proyectos de fortalecimiento institucional, capacitación y asistencia técnica.
En 2005 México eliminó el uso de los CFCs definitivamente gracias a la promoción del uso de propelentes alternativos, pero desde 1997 comenzó la conversión, sobre todo en los refrigeradores domésticos. Los investigadores aseguran que aun así todavía hay mucho por hacer para erradicar el consumo de sustancias y destrucción de CFCs por completo. “La lección final es que el cortoplacismo que solo atiende problemas inmediatos y urgentes para los votantes puede crear una ilusión de que se arreglan problemas, pero si no se toman las medidas de continuidad, vigilancia y acompañamiento científico y ciudadano, esto puede repercutir en un corto plazo, por ello es importante seguir la investigación y mejorar las tecnologías”.