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Arte e Ideas

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La culpa y el regreso a la “normalidad”

El sismo del 19 de septiembre removió en la sociedad diversos sentimientos que van desde la ansiedad y la tristeza hasta la empatía.

Insomnio, hipervigilancia, ansiedad… no son los únicos síntomas que el sismo despertó en los habitantes que vivimos el sismo, sino también un fenómeno conocido como “Culpa del sobreviviente”. Éste aparece durante el proceso de duelo, en donde las personas experimentan culpa por haber sobrevivido.

La maestra en terapia familiar y especialista en desastres, Lisa Warn Cruz, nos cuenta al respecto: “El peor lugar para estar en un desastre es sobrevivir, para muchos, porque el dolor es inconmensurable, pues es más fácil pensar que uno podría estar muerto y no sentir este dolor: por qué el otro y por qué no yo. En el caso de los niños… tenemos la idea de que son el futuro, personas que no han vivido y que tienen una existencia por conocer. Esto se pega con eso: yo ya viví, por qué no me muero, que los niños vivan y lleguen a viejos”.

Cabe mencionar que los procesos de duelo son un catálogo de signos y síntomas que no ocurren por pasos, según comenta la maestra. Así pues, la culpa del sobreviviente puede aparecer en una persona y en otras no, en éstas últimas puede aparecer el enojo.

La culpa del sobreviviente aparece usualmente cuando la persona tiene una relación estrecha con quien falleció. Sin embargo, también puede ocurrir con personas no tan cercanas: “Hay diferentes distancias. Hay afectados directos (personas que quedaron en los escombros), los de primer nivel (familiares y amigos cercanos), los que se enteraron a través de otros (vecinos, por ejemplo); se da en los cuerpos de emergencia que salen afectados, pero lo manejan mejor porque es inherente a su trabajo no recuperar a algunos. Y están quienes lo veían por televisión, que es información que no pueden resolver”.

Aquellos que vivieron la catástrofe desde su casa o a través de los medios, pueden padecer lo que se conoce como aprendizaje vicario o trauma vicario: “La culpa se revuelve con un poco de vergüenza, porque esta gente puede tener poca capacidad de responder en la emergencia, pensando que podrían colaborar pero no saben cómo”, agregó la maestra Warn Cruz.

“Muchas personas a mi alrededor tienen culpa de regresar a lo que coloquialmente llamamos normalidad. Hay gente molesta porque les piden regresar a su trabajo y ellos quieren seguir ayudando. Por ejemplo, no querer salir al cine porque después del trabajo se quieren dedicar a continuar apoyando. O el dinero que iba a usar en el cine lo utilizo para apoyar. Se puede generar un desequilibrio porque están desgastadas, deja en lo emocional, sino en lo físico y comienza a haber deterioro… desde enfermarse del estómago fácilmente porque tienen las defensas bajas”, nos comenta la psicóloga Karla Gallardo, quien ha estado trabajando como voluntaria durante toda esta crisis.

Por su parte, la psicoterapeuta Vale Villa, nos comentó lo siguiente: “Hay personas que sienten que perdieron el derecho a estar contentas. Si tu trauma se reduce a que tu ciudad está golpeada pero tu familia está bien... la única manera de darle salida es ayudar, hacer algo constructivo con la culpa. La gente muy empática es la más afectada.

Por eso no todos pueden ir a ayudar a los derrumbes, no toda la gente puede enfrentarse a personas que tienen la esperanza de encontrar familiares vivos. Y se vale decir ‘yo para estas tragedias no sirvo, no puedo consolar a nadie’. Pero hay otras maneras de ayudar y no quedarte en tu realidad. Y hay gente que está como si no hubiera pasado nada. No toda la gente es linda y siguieron con su vida como si nada, depende del grado de empatía”.

Si la culpa no se atiende, puede tardar años y convertirse en un “duelo patológico donde puede llegar a tener elementos de autocastigo como el abandonarse, el consumo de sustancias o somatizaciones corporales. Que es una forma de pagar lo que él siente que debe porque dejó de hacer algo”, nos dice Francisco Gutiérrez Rodríguez, jefe del departamento de Psicología Básica de la Universidad de Guadalajara.

El dolor y la ansiedad de los últimos días

“Yo tengo mucho miedo de vivir donde vivo... estoy en un cuarto piso de la colonia Doctores y no sé cómo lidiar con la intranquilidad de vivir en un lugar poco seguro, aunque mi casa esté bien. No sé si necesite ayuda psicológica, pero sufro insomnio, nervios y todos los días en mi cabeza escucho la alerta sísmica. ¿Es normal o es estrés postraumático?”, comenta Isabel, una profesionista de 36 años, en su página de Facebook, a casi una semana del sismo del pasado 19 de septiembre.

El caso de Isabel no es el único, de hecho, es altamente probable que tengan al menos un conocido que se encuentre en una situación similar. O quizá, seamos nosotros quienes estemos experimentando estos sentimientos, según el nivel de afectación causado por el sismo.

Para la psicoterapeuta Vale Villa, sentimientos como los que experimenta Isabel, luego de un suceso como el temblor del 19 de septiembre, pueden considerarse normales y forman parte de un proceso: “Mucha gente se recupera de manera espontánea, entre una y tres semanas, con el paso del tiempo. Es el tiempo aproximado. Si requieres un poco más, pueden ser hasta tres meses. Luego de ese tiempo ya se considera un trastorno de estrés postraumático. La estadística nos dice que una de cada siete personas desarrollará este trastorno”.

La maestra Lisa Warn Cruz nos explicó que el Síndrome de estrés agudo y el Síndrome de Estrés postraumático comparten los mismos signos y síntomas; pero están separados por el tiempo y porque en el primero se presentan pesadillas y problemas para dormir, mientras que en el segundo se dan más los flahsbacks.

La psicoterapeuta recomienda tomarse con calma y paciencia estos primeros días, bajo el entendido de que uno no seguirá así para siempre: “Hay muchos voluntarios que están en el Parque México escuchando, muchos son terapeutas que pueden ofrecer servicios gratuitos y no está de más, pero también funciona que cualquier persona cercana nos escuche. Esto sirve para no tragarse todas las emociones”.

Otra de las recomendaciones de Vale Villa es la realización de ejercicios de respiración utilizados en personas con trastornos de ansiedad: “Se pueden encontrar en cualquier página web, es una técnica que consiste en exhalar e inhalar despacito. El chiste es tomarse unos minutos al día para respirar. Está comprobado que eso tranquiliza el sistema nervioso”.

Por supuesto, el temblor no sólo despertó sentimientos negativos sino también los que hicieron que la sociedad civil saliera a volcarse a las calles. Sentimientos como solidaridad, bondad, empatía y saber que teníamos una misión conjunta, son algunos de estos. Pero según comenta la psicoterapeuta Villa, es algo que se ve en todos los países: “Pero se nota más en naciones como México, porque somos muy desconfiados de las autoridades y con razón. Desconfiamos de que la ayuda va a llegar a donde tiene que llegar y que no van a actuar con rapidez”.

Para Vale Villa estamos viviendo una Luna de miel y este sentimiento de sociedad madura y cooperadora dura poco tiempo después de la tragedia, luego viene la desilusión. Sin embargo, no hay que tener desesperanza pues también existe un fenómeno llamado crecimiento post trauma: “Después de un trauma puedes replantear la jerarquía de lo que es importante. Y hacer un tipo de conexión sobre lo importante que son los otros o sobre la importancia de ayudar a tu vecino y a la gente que lo necesita. Y depende de la persona, hay quien aprende y quien es como un teflón.

La gente que no aprende se queda en la pérdida. Por eso uno tiene que reconocer las emociones que esto despierta y que cosas se mueven. Una vez que esto pasa hay que decir qué aprendí de esto.

@faustoponce

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