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Arte e Ideas

Lectura 4:00 min

La pasión de Elizabeth Bishop

Una historia de amor apasionante que, irónicamente, adolece de pasión en la pantalla.

Tocando la Luna de Bruno Barreto es una historia de amor como muchas otras. Como buen melodrama, los protagonistas comienzan su relación con cierto desdén para después vivir una pasión de esas para morir por ellas.

El giro viene después: ésta es una historia de amor entre dos mujeres. Dos mujeres exitosas, apasionadas y profundamente dañadas. Una es una arquitecta, la brasileña Lota de Macedo Soares (interpretada por Glória Pires) y la otra una poeta, quizá la poetisa más exquisita que han dado las letras estadounidenses: Elizabeth Bishop.

Elizabeth (Miranda Otto, una actriz australiana que tiene un parecido físico notable con Meryl Streep. El parecido queda ahí: Otto es más bien una intérprete mediana) no encuentra su lugar en el mundo. Sentada en Central Park con su amigo y mentor, el poeta Robert Lowell (Treat Williams), Elizabeth declara que quiere que en su epitafio se le declare la mujer más solitaria del mundo. Aunque es una escritora de talento, Bishop está convencida de que sus poemas son meras observaciones repartidas entre líneas, nada más.

Tímida hasta la patología y buscando huir de sus demonios, la poetisa viaja a Río de Janeiro a visitar a una vieja amiga de los años universitarios. Y ahí es donde la pasión de Elizabeth comienza.

Resulta que su amiga tiene una relación amorosa con una mujer ruidosa y arrogante, Lota, quien está construyendo una casa modernista para su mujer. La historia sucede entre los años 50 y 60 y la película retrata bien los afanes progresistas del Brasil de entonces. Lota, a diferencia de Elizabeth, se siente orgullosa de sus obras arquitectónicas y de sí misma. No todos tenemos el don de sentirnos tan seguros de nosotros , le espeta una Elizabeth absolutamente a la defensiva. Queda claro que Lota y la visitante no se llevan. Y así inician los amores de novela.

Una noche Lota ve a Elizabeth bebiendo whisky en la soledad de su cuarto. Así es, a la poetisa le da por las borracheras de buró. Por primera vez, Lota ve algo en ella que le causa gran ternura, una fragilidad, una cuarteadura en la gruesa cáscara de soledad.

Elizabeth y Lota se conquistan, se complementan, se hacen daño. Es una relación tumultuosa como un río. Lota es claramente una narcisista pero Elizabeth tiene lo suyo: no sólo es alcohólica, tampoco sabe exactamente cómo dejarse querer. Pero bajo el manto del amor de Lota, Elizabeth escribe varios de sus mejores poemas, gana el Pulitzer y el National Book Award. Florece la poesía entre las dos mujeres, aun cuando la relación es tormentosa.

Tocando la luna es una cinta de amor, pero también es una historia biográfica con diversas aristas. Es decir, la historia no se agota sólo en la relación de las dos mujeres sino que también hace una exploración de los asuntos políticos de la época, como el golpe de Estado del 59 y la construcción del Parque do Flamengo, la obra magna de Lota de Macedo Soares, inspirado, según la película, por el Central Park. La cinta hace la implicación de que fue el amor por Elizabeth Bishop la inspiración detrás del parque.

Aunque es una película linda, no pasa de ser una biopic como muchas otras. Curiosamente, a esta historia tan apasionante le falta cierta pasión en la pantalla. Está bien para cerrar las vacaciones con ella. Su mejor mérito es el uso de los poemas de Bishop, en especial de One art , aquél que comienza con la frase: El arte de perder no es difícil de dominar... .

Elizabeth Bishop y Lota de Macedo de la vida real se perdieron sin remedio en su amor. Es una lástima que la película falle en capturarlo.

concepcion.moreno@eleconomista.mx

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