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Arte e Ideas

Lectura 4:00 min

Los monstruos sentimentales lloran en servilletas

Predecible y sin embargo entrañable, la exposición es un chapuzón a la mente de uno de los cineastas más influyentes de su generación.

Desde lejos se ven los monstruos. La exposición empieza desde la Plaza de la Santa Veracruz, en la que se encuentra el Museo Franz Mayer. Uno entra por las fauces de una bestia doble (es la mejor manera de describirla) que nos engulle a la imaginación de Tim Burton. Bienvenidos al jardín de infancia de los horrores.

Tim Burton (California, 1958) es uno de los directores de cine más idiosincráticos de todo Hollywood. Hace las cosas a su manera o no las hace. Eso le ha granjeado fans y detractores. Es un hecho que el cineasta suele repetirse en sus películas, pero también es cierto que su mundo es rico, complejo. El de un niño que juega sin arrepentimientos.

Burton siempre lleva consigo un cuaderno, y si no tiene cuaderno, dibuja en servilletas o libretas de hotel o de bares. Siempre está dibujando. De muchos de esos dibujos a vuelapluma se nutre la exposición.

¿Es Burton un buen dibujante? Sí, un tanto expresionista, hijo del gótico y de ilustradores como Edward Gorey y el Doctor Seuss. Hay en el recorrido una sala dedicada especialmente a las influencias y los trabajos tempranos de Burton. De la larga exposición, esa pequeña sala es la más interesante. Es la formación de un joven artista obsesionado con lo macabro, pero también con lo sentimental. Sus monstruos son seres incomprendidos que esconden corazones de oro. Monstruos compasivos, como dice el texto curatorial.

Las series de dibujos en servilletas son divertidas. Se pueden reconocer en ellas a los personajes que después serían Jack Skellington —el protagonista de El extraño mundo de Jack y el personaje que más quiere de todos los suyos, dice Burton—, o la novia de El cadáver de la novia, o simples niños melancólicos que aparecen en cada una de sus películas. Todos se parecen a Johnny Depp.

A Burton lo que le interesa son los personajes. Retrata a sus amigos, su familia, o gente que va pasando. Son obras están llenas de comedia. Un chico jorobado debajo de una gran mochila es El mochilero de Notre Dame. Hay una serie de dibujos de niñas oscuras, rebeldes, pequeñas merlinas que son como musas del artista.

La exposición se completa con notas de guión y anotaciones para escenas (los storyboards, guías visuales que prefiguran escenas y que los cineastas usan para filmar). Hay dibujos de Mars Attacks! llenos de color, o de Batman regresa, en donde retrata a El Pingüino y a la Gatúbela que acabaría interpretando Michelle Pfeiffer.

Mención aparte merecen las pinturas al óleo y acuarela que son obras por sí mismas, hechas extrañamente para permanecer. ¿Burton piensa en ser un artista hecho y derecho? Él dice que no, pero estas obras apuntan a una ambición contraria.

La curaduría de Jenny He dedica un espacio a lo que llama el arte carnavalesco del cineasta: dibujos entre grotescos y burlescos de payasos, parques de diversiones y niños que se ríen como si supieran todos los secretos del mundo. En una sala a oscuras un carrusel gira: en vez de caballitos, sus protagonistas son monstruos como sacados del mar más profundo.

Mi obra favorita es un dibujo chistoso, un gracejo en el que una pareja, hombre y mujer, se devoran el uno al otro. “Two people enjoying each other” se lee al pie. Es Edward Gorey hasta el fin.

No hay sorpresas en El mundo de Tim Burton. Si se han visto sus cintas, se sabe qué esperar de la visita. Precisamente por eso será un deleite para los fans. Y quizá para que alguien se vuelva un converso al cine de Tim Burton.

Museo Franz Mayer.

Av. Hidalgo 45, Centro Histórico.

Martes a domingo, 10 am a 5 pm.

Entradas y más información: www.timburton.mx

concepcion.moreno@eleconomista.mx

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