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Luis Felipe Fabre se convierte en un “Poeta griego arcaico”
El poeta, narrador y ensayista reflexiona sobre la necesidad de no replicar su voz en cada libro sino asumir personajes diferentes, con tonos, épocas y temperamentos distintos, que le permiten una especie de travestismo, dice, del que siempre ha sido asiduo. “Hay algo chamánico en el arte: convertirte en otro”, sostiene.
“Como si despojada hubieses sido ya de tu cabeza, / ah, Medusa, degolladas de razón / resuenan tus palabras”.
Es una breve estrofa del poemario “Poeta griego arcaico” (Sexto Piso, 2024), del poeta, narrador, ensayista, catedrático y editor Luis Felipe Fabre, cuyo libro en cuestión está recién salido de la imprenta, prácticamente viene llegando de su fragua y le es entregado a la prensa que ha solicitado hablar con el autor unos minutos antes de cada turno de entrevistas.
Hay que hojear rapidísimo las páginas del poemario, revisar qué máscara se puso Fabre para este libro, qué tipo de narrador asume esta vez, porque es una costumbre del autor moverse de sitio, no parecerse a sí mismo sino transformarse, explorar las posibilidades del lenguaje, sobre todo el arcaico, como lo ha hecho en sus dos libros recientes, el recién nacido y la novela “Declaración de las canciones oscuras” (Sexto piso, 2019), para la cual Fabre se metió en la mente de un narrador español del siglo XVI, con todo y los modos gramaticales de la época, para narrar las peripecias sobrenaturales, delirios e ímpetus eróticos disfrazados de confusión de un grupo de hombres designados para trasladar los restos mortuorios del prelado y poeta San Juan de la Cruz, a cuyos despojos, sobre todo a sus humores, se le adjudicaban poderosas influencias que podían enloquecer, de miedo y de lujuria, a quienes se acercaban demasiado. Por esta novela, Fabre se llevó el Premio Iberoamericano de Novela Elena Poniatowska.
Esa referencia, sin olvidar la originalidad de obras anteriores, como “Escribir con caca” (2017), “La sodomía en la Nueva España” (2010) y “Cabaret Provenza” (2007), obligan a revisar rapidísimo el poemario, para ver a través de qué antifaz nos habla el autor.
Y sí que lo hay, sin mayor secreto, tal como lo anticipa el título del libro, con el rostro de un poeta griego arcaico que consagra su obra a los dioses de la Antigua Grecia, luego catalogados como la representación más indignante del paganismo por la hegemonía cristiana.
“Akakios, joven tebano, / no alcanzó a escuchar el oscuro aleteo: / Eros, Hypnos y Tänatos / descendieron / como aves de presa / y ya no pudo / Akakios / apartar los ojos de los ojos de Medusa. / Su virilidad / se erigió estatua / y pronto la imitó el resto de su cuerpo. / Piedra horrorizada de amor: / ya nunca la alada brisa despeinará / los hermosos bucles de Akakios”.
“Estamos hechos de muchos”
Eso mismo se le pregunta a Luis Felipe Fabre ya en entrevista, si es verdad que hay una intención bien pensada, incluso con un trasfondo muy sólido, sobre la elección de un personaje narrador para transformar la manera de narrar una novela y de construir un poema.
“Generalmente, a la poesía se le suele asumir como una especie de yo lírico. Pero ahora me queda más claro que lo que me interesa son las desidentidades. Como decía Rimbaud: ‘yo es un otro’. En mi caso, he vivido ese otro de distintas maneras. Alguna parte ha sido mucho más teatral, como de tragedia griega. Y creo que escribir este libro nace porque me di cuenta de que mi dios es Dionisio, claro, porque el alcohol es mi sustancia, pero también es el dios del teatro, tanto de la tragedia como de la comedia, donde nunca sabes cuando se habla en serio y cuando no. Ya me di cuenta de que ese es mi dios y en parte por eso me puse a escribir un libro a los dioses”, comenta Fabre ya en entrevista.
Más adelante, para ampliar reflexiones sobre esta pregunta -y quizás la única pregunta para el autor planteada desde distintos ángulos por una exacerbación de curiosidad-, complementa: “también me gusta el teatro por la capacidad de convertirte en otro. Hay algo chamánico en el arte que de verdad me interesa profundamente y ese interés chamánico es precisamente la posibilidad de devenir en otro. No me interesan las escrituras del yo, porque necesariamente me tienen que transformar, quiero que me desdiga sobre la idea de quién era yo y experimentar otras posibilidades de ser. Y eso creo que lo identifico desde la infancia, esa fascinación por el travestismo”.
No es una coincidencia que San Juan de la Cruz, o al menos su cuerpo lleno de misticismos, haya sido el gran protagonista de la novela pasada. Y Fabre lo usa como una de sus referencias literarias: “él escribía desde la otra que era o desde el otro que era. Así son los autores que me interesan, aquellos en los que el yo es algo mucho más poroso, algo más incierto y muchas veces mucho más colectivo, a diferencia de la idea moderna del individuo”.
Después de todo, menciona el autor, “el yo está hecho de muchos seres. Ahí está la macrobiota: que no nos asombre que la mayoría de nuestro peso no es tanto por las lonjas sino por la cantidad de bacterias que nos habitan. Es decir, estamos hechos de muchos”.
“Ya quiero que me hagan la pregunta del Inegi”
“Entre más años tienes, te das cuenta de que menos sabes”, reflexiona, quien el próximo 1 de octubre cumple 50 años. Se ha dejado la melena y la barba. Viste completamente de negro. Tiene un aspecto jovial, vivo, magnético, en el equilibrio entre el apuesto y el desaliñado.
Si para él es necesario entrar en un personaje desconocido desde el que gestará su próximo texto, seguramente tiene algunos mantras literarios, aquellos autores, o amuletos, como él los llama, a los que es necesario volver de vez en cuando para conectar con estas ganas de escribir.
Fabre cita, por supuesto, a San Juan de la Cruz, pero también a Roberto Calasso, “que es como mi profeta”; al francés Pascal Quignar, a Clarice Lispector y, claro, a Rimbaud. ¡Ah! Y hace una adenda: “el poema que leo cuando quiero estar en modo poético es ‘La Epopeya de Gilgamesh’. Es mi preferido. Con eso tengo”.
Finalmente, entre broma y declaratoria pública, después de saber que el primer tiraje de “Poeta griego arcaico” finalmente se pudo imprimir y comenzará a circular, declara:
“Cuando estaba más joven no me gustaba la idea de que la poesía fuera sagrada. Pero hoy en día lo veo diferente. Si hoy escribí poesía es porque necesitaba acceder a lo sagrado. Incluso este libro es una especie de revelación. Puede sonar muy tonto, pero cuando eres joven y asumes que no cabes en la idea institucionalizada de la religión y la opción del ateísmo te parece la más obvia. Pero ahora me di cuenta que no, que soy una persona profundamente religiosa, nada más que no católica. Si hubiera algo parecido a lo que podría ser mi religión, ésta debería de ser el paganismo griego. Ya quiero que me hagan la pregunta del Inegi, sobre mi religión para decirles que soy pagano”.
“Poeta griego arcaico”
- Autor: Luis Felipe Fabre
- Editorial: Sexto Piso
- Año: 2024
- Precio impreso: 270 pesos
Más obra del autor
- “Declaración de las canciones oscuras” (2019)
- “Escribir con caca” (2017)
- “Poemas de Terror y de Misterio” (2013)
- “La sodomía en la Nueva España” (2010)
- “Cabaret Provenza” (2007)
- “Leyendo agujeros. Ensayos sobre (des)escritura, antiescritura y no escritura” (2005)
La frase
Para mí la escritura debe de ser necesariamente un proceso chamánico, porque me tiene que transformar, tiene que desdecir la idea de quién era yo para experimentar otras posibilidades de ser”,
Luis Felipe Fabre, narrador y poeta.