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MUAC: cuando el arte contemporáneo dejó de ser un secreto
El nacimiento de éste, hoy uno de los recintos culturales universitarios de mayor relevancia, se dio para expandir el acceso del público a un quehacer artístico que las instituciones públicas no supieron abordar, señala Cuauhtémoc Medina, curador en jefe del museo.
En sus 15 años de existencia, por las salas del Museo Universitario Arte Contemporáneo (MUAC) ha descansado la obra en exposiciones individuales de artistas como la escultora colombiana Doris Salcedo, el cineasta y videasta tailandés ganador de la Palma de Oro Apichatpong Weerasethakul, del prolífico escritor francés Michel Butor, producto de su profundo interés por cruzar las letras con las artes visuales; del fotógrafo, videoasta y archivista libanés Akram Zaatari, donde analizó los efectos de la guerra en Medio Oriente, o la desconcertante exposición con piezas vivas de la artista brasileña Laura Lima.
También fueron motivo de grandes coberturas periodísticas las muestras del sudafricano William Kentridge, en 2015, y la exposición retrocolectiva Si tiene dudas… pregunte, de la fundamental feminista mexicana Mónica Mayer, y la mediática muestra del indio-británico Anish Kapoor, ambas en 2016.
El año siguiente, las salas del MUAC detonaron el debate público con exposiciones de artistas como Yoshua Okón o aquella donde la estadounidense Jill Magid presentó un anillo de diamantes hecho con las cenizas del arquitecto mexicano Luis Barragán, esto, como una muestra de lo absurdo y vulnerable de las estructuras burocráticas. Tampoco es para olvidar la exposición Restablecer memorias, de 2019, a partir de la cual el artista chino disidente Ai Weiwei reforzó la presión y el interés en la investigación sobre la desaparición de los 43 estudiantes normalistas de Ayotzinapa, Guerrero, en 2014.
Por la cercanía con sus públicos, el poder de su convocatoria y su arraigo en la identidad cultural universitaria, pareciera como si el Museo Universitario Arte Contemporáneo, con su fachada de cristal en diagonal como asomándose al estanque de la Explanada de la Espiga, hubiera estado siempre ahí. Pero este proyecto iniciado bajo la gestión del entonces rector de la UNAM Juan Ramón de la Fuente, y bajo la autoría arquitectónica del fallecido Teodoro González de León, está recién cumpliendo 15 años, en concreto, el domingo 26 de noviembre.
¿En qué momento de la vida cultural del país vino a insertarse el MUAC?
“Al final del siglo XX, el mundo del arte contemporáneo mexicano había alcanzado mucha relevancia internacional, había una auténtica pasión interna de los públicos que tenían acceso a él, pero las instituciones al final del siglo XX, y particularmente las del gobierno federal, no atinaban a emparejarse con esa energía”, responde Cuauhtémoc Medina, curador en jefe de este museo desde hace exactamente una década, en entrevista con este diario a propósito de la efeméride.
En aquellos primeros años del siglo XXI, refiere Medina, el brazo cultural de la UNAM se fortaleció con el impulso de proyectos como el Museo Experimental El Eco, en 2005, y el Centro Cultural Universitario Tlatelolco, en 2007, así como la renovación y ampliación del Museo Universitario El Chopo, en 2004, y, por supuesto, la gestación del MUAC en 2008.
En aquella década, agrega el curador en jefe, se percibía un cambio, “un cambio que debemos describirlo como un hecho global, porque en el siglo XXI las instituciones de arte contemporáneo dejaron de ser de nicho para volverse instituciones de masas. Este museo representa esa transición, la de entender el arte contemporáneo como cultura de interés público, que había dejado de ser de dominio secreto”.
Un museo, un foro, un espejo
Pero esta institución quinceañera no ha sido solamente un espacio expositivo para las irrupciones y disrupciones estéticas contemporáneas, sino que se dispuso y se ha venido fortaleciendo como un foro para las diferencias y su discusión. El MUAC renunció a ser un espacio que se abstrae del hecho social y político y, en cambio, eclosionó en esa dirección, abrió sus escuchas a las disidencias, a las manifestaciones, al discurso social y a las necesidades de un país y un mundo convulsos.
Por un lado, es un hecho que el arte contemporáneo, nuevamente a nivel global, pero de manera muy enfática en América Latina, tiene como característica su interés político y social. Por eso es lógico que las instituciones de arte contemporáneo estemos alojando también el debate”.
El pasado 16 de noviembre, el Ágora del MUAC fue sede del foro abierto “Ágora Gaza-Israel”. “Tuvimos una discusión con puntos de vista diferenciados sobre la situación que también involucra la pregunta de qué hace la cultura frente a una tragedia tan monstruosa. Entonces, sí es una característica del museo acompañar política y socialmente a la cultura del arte contemporáneo en general”, apunta Medina.
Otro de los aspectos a destacar del MUAC desde su fundación es el Centro de Documentación Arkheia, que hoy en día resguarda 54 fondos y 5 colecciones documentales, entre archivos de artistas y colectivos, pero también de críticos, museógrafos, galerías y movimientos sociales.
Entre la riqueza de archivos de resguarda el Arkheia se encuentran los fondos individuales de César Martínez, Brian Nissen, Felipe Ehrenberg, Pola Weiss y Helen Escobedo, entre otros. Y es allí donde se resguarda la colección más importante de carteles del Movimiento del 68.
“El descuido que ha sufrido la cultura contemporánea por parte del Estado no solamente es indicativo de un déficit muy importante de recursos para adquisición de colecciones y, de manera seria, de colecciones internacionales, lo cual es un gran defecto, sino que tampoco la memoria de la producción contemporánea estaba siendo resguardada. Y ése es uno de los grandes desafíos para los museos de arte contemporáneo”, concluye Cuauhtémoc Medina.