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México descarbonizará su economía: Semarnat

Es la primera nación en desarrollo en comprometerse voluntariamente para el periodo 2020-2030, en miras a un acuerdo global.

Las características geográficas de México lo hacen altamente vulnerable a los efectos adversos del clima. Su ubicación entre dos océanos, su latitud y la misma topografía aumentan significativamente la posibilidad de eventos meteorológicos extremos, cambios en la temperatura y la precipitación media.

Nuestro país en los últimos 50 años ha experimentado ciclones tropicales, inundaciones y sequías que han llevado a la pérdida de vidas humanas, así como costos sociales y económicos. Los eventos hidrometeorológicos han provocado pérdidas económicas anuales de alrededor de 730 millones de pesos entre 1980 a 1999 y 21.95 millones entre el 2000 y el 2012.

El cambio climático para México proyecta cambios en la temperatura de hasta 2° C en el norte del país, mientras que en la mayor parte del territorio los escenarios programan un aumento de entre ?1° C a 1.5° C.

De acuerdo con el Programa Especial de Cambio Climático (PECC) 2014-2018, el año pasado había 319 municipios (13% del total de los municipios de México) altamente vulnerables a los impactos adversos del cambio climático.

Por todo lo anterior, el viernes la Semarnat anunció su compromiso para reducir en 25% su emisión de gases y compuestos de efecto invernadero.

México es el primer país en desarrollo que anuncia compromisos voluntarios de reducción de emisión de GEI con miras a un acuerdo global en la COP 21 que se realizará en diciembre de este año en Parí.

En conferencia de prensa, el titular de la Semarnat, Juan José Guerra Abud, en presencia del secretariado de la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático y el canciller, José Antonio Meade, informó que para el periodo 2020-2030 México buscará desacoplar su crecimiento económico de la emisión de contaminantes como el bióxido de carbono, el cual pasará de 40 a 24 kg CO2e/1,000 pesos, es decir, una reducción de 40% en la intensidad de carbono del PIB, lo que las autoridades llamaron buscar la descarbonización de nuestra economía .

Este compromiso también incluye una reducción de 22% en las emisiones directas de bióxido de carbono, metano, óxido nitroso y gases fluorocarbonados, con respecto a la línea base o el crecimiento tendencial de las actividades productivas, de servicios y urbanos que lo generan.

Se espera la reducción de 51% de emisiones de partículas negras de hollín, cuyo potencial de calentamiento global en el corto plazo puede ser hasta 3,200 veces superior al bióxido de carbono. Proviene principalmente de la quema incompleta de combustibles fósiles pesados y está asociado con la morbilidad y mortalidad causada por la contaminación atmosférica a nivel urbano, por lo que su reducción tendrá importantes beneficios en materia de salud.

Esta reducción se puede incrementar a 40%, de llegarse a un acuerdo global en París que asegure el apoyo financiero a las acciones de mitigación de países en desarrollo y garantice una transferencia tecnológica estratégica, en los sectores con mayores tasas de emisión, anunciaron las autoridades mexicanas.

Cúmulo de acciones indispensables

Lograr esta reducción de 25% de GEI no será tarea sencilla, y a pesar de que México contribuye con sólo 1.37% de las emisiones globales de CO2 derivadas de la quema de combustibles fósiles, sí es gran receptor y principal perjudicado de las emisiones a nivel mundial.

En México existe una gran diversidad de ecosistemas que proporcionan a la sociedad una gran cantidad de servicios ambientales, como la captura de carbono, suministro y mantenimiento de agua, hábitat conservación para la permanencia de las especies, la reducción de los impactos causados por los desastres meteorológicos y la formación y mantenimiento de los suelos.

Estos servicios ambientales están seriamente amenazados por actividades humanas y por los efectos del cambio climático, por ello se pretende alcanzar una tasa de 0% en la deforestación para el 2030, reforestación de las cuencas altas, medias y bajas, con especial atención a las zonas ribereñas y teniendo en cuenta las especies nativas de la zona, conservar y restaurar los ecosistemas con el fin de aumentar la conectividad ecológica, aumentar los programas de acción y conservación de especies.

Además se busca la adecuación de la infraestructura estratégica y sistemas productivos, pues el cambio climático bien administrado incrementa la productividad y competitividad; esto incluye a la agricultura y la ganadería, la silvicultura, la utilización de la fauna, la acuicultura, la pesca, la industria, la minería y el turismo.

Es necesario incorporar criterios de cambio climático tales como garantizar el tratamiento de residuos urbanos e industriales del agua, garantizar la seguridad de las presas e infraestructura hidráulica estratégica, así como las comunicaciones, la infraestructura estratégica del transporte y fortalecer la diversificación de la agricultura sostenible.

Por otra parte, México requiere apoyo internacional para el desarrollo de sus propias tecnologías, así como para la transferencia de tecnología y la innovación para aumentar su capacidad de adaptación.

Con acceso a sistemas de información eficientes, disponibilidad de métodos y herramientas para evaluar los impactos climáticos, la vulnerabilidad y la adaptación en sectores y regiones específicos, tecnologías del agua para el ahorro, el reciclaje, la captura, el riego, la gestión sostenible de fines agrícolas, tecnologías de transporte que son resistentes a los efectos adversos del cambio climático, en particular, para carreteras y transporte masivo.

nelly.toche@eleconomista.mx

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