Buscar
Arte e Ideas

Lectura 7:00 min

¿Todos los porteros son putos?

¿A quién denigra el grito de puto? ¿A los porteros tildados de homosexuales, a los homosexuales tildados de porteros, a los porteros homosexuales exhibidos, a los porteros sensibles a la opinión de los demás, a los intelectuales y señoras de oídos castos, o a aquellos que privilegian la corrección política en las interacciones humanas?

En buena se metió la FIFA al emitir su extrañamiento a la Federación Mexicana de Futbol por la expresión discriminatoria de su público hacia los porteros rivales.

Todos conocemos el fenómeno. Inició en Guadalajara como una especie de divertimento/trash talk pedestre para ciscar al portero rival. Ahora se convirtió en la mayor aportación mexicana al futbol internacional desde la ola.

La discusión que pone la FIFA en la agenda mediática provoca de inmediato situaciones bastante curiosas: Largos minutos al aire en los programas mundialistas donde el panel habla del tema con puntilloso cuidado en no mencionar la palabra puto. Es casi cómico verlos hacer todo tipo de alusiones y malabares lingüísticos para evitar la supuesta multa de Gobernación.

Surgen declaraciones y artículos con todo tipo de desgarre de vestiduras. Algunos en este mismo periódico donde Roy Campos equipara el grito originario de los aficionados de Jalisco, con que los franceses gritaran negro o los árabes judío .

Otras voces se suman para mostrar su profundo disgusto por el nivel decadente de la cultura, civilidad y sociedad mexicanas. Mientras en respuesta, no faltan aquellos que se regocijan repitiendo la palabra puto cada dos frases para convertir su provocación casi pueril en canon de la libertad de expresión.

El problema detrás del argumento de lenguaje discriminatorio, es similar al berenjenal en que se metió la Suprema Corte de Justicia al emitir aquella opinión hace algunos meses para intervenir en una disputa entre diarios poblanos porque un columnista llamó al director de un diario rival puñal .

La opinión de la SCJN fue que las expresiones maricón y puñal son ofensivas e impertinentes y una categoría de los discursos de odio y discriminan a grupos sociales . Una opinión sin duda compartida por la FIFA.

Eso me lleva a una objeción que tiene que ver con el grito mismo y el sujeto del insulto . Colocando el debate en la fina línea que divide discriminación de payasada. Seamos claros, si el portero no es abierta o públicamente homosexual, el grito será de mal gusto pero no es discriminatorio. Es irrelevante en su acción de despejar el balón y le afecta lo mismo que si le gritaran caca, basca, piojo, güero o nena.

¿A quién denigra el grito de puto? ¿A los porteros tildados de homosexuales, a los homosexuales tildados de porteros, a los porteros homosexuales exhibidos, a los porteros sensibles a la opinión de los demás, a los intelectuales y señoras de oídos castos, o a aquellos que privilegian la corrección política en las interacciones humanas?

Hay dos argumentos detrás de la censura a este tipo de expresiones. El primero señala que afectan la percepción de la realidad y fomentan los prejuicios y la exclusión social. Y así es con la mayoría de los insultos. Casi todos califican como variantes de discursos del odio. Categoría que, por cierto, es muy flexible dependiendo de sensibilidades e historia local.

El segundo, y es el que argumenta Campos, que detrás de ellas existe la aceptación de que ser [escriba aquí su insulto preferido] es ser inferior . Y que al decirle al portero puto se está en realidad diciendo que los putos son diferentes e inferiores a uno (?). No es un argumento muy coherente, tampoco convincente.

Los insultos evidencian que los seres humanos no siempre se llevan bien, son malos perdedores y cuando quieren irritar, matar el tiempo o burlarse de alguien, son capaces de hacer valer su ingenio y creatividad de maneras insólitas y muchas veces vulgares.

Lo cierto es que en los estadios, como en las arenas de box y lucha libre, suelen escucharse cosas bastante peores que gritarle puto al portero. Desde las descalificaciones entre competidores hasta los recordatorios a los ancestros, la tradición deportiva mundial va de la mano con estas expresiones. En el circo romano, sin duda alguien le habrá gritado puto al primer gladiador.

El duelo deportivo es una suerte de guerra florida, para recurrir a un referente histórico muy mexicano, implica actores dentro del campo y entre el público. Unos fingen que la derrota es la muerte, y sus fieles: indignación y desamparo. La raíz del trash talk de la tribuna no es otra que una manera de creérsela, de participar intimidando al rival, mofándose, distrayéndolo.

En la tradición inglesa el insulto deportivo es casi esgrima verbal. Basta recordar el célebre intercambio entre Rod Marsh y su rival Ian Botham en una partida de cricket:

– ¿Así que cómo están tu mujer y mis hijos?

– La mujer bien, los hijos salieron retrasados.

Por supuesto que hay una frontera muy frágil entre la provocación y la ofensa declarada. Línea que algunos pueden caminar y otros encuentran incómoda. Lo que para unos es diversión y entretenimiento, para otros es desahogo social, y para unos más, ejemplo palpable de la incivilidad que divide a los seres humanos.

Qué mejor ejemplo que las palabras dichas por el defensor italiano Materazzi al mediocampista francés Zidane durante la final del mundial de futbol de Alemania. Zidane no pudo soportarlo, le dio un cabezazo, se hizo expulsar y finalizó su gran carrera dejando a su equipo perder.

¿Importa lo que dijo Materazzi? Si le dijo terrorista, árabe, pelón o que le prestara a su hermana, nunca lo sabremos y en el fondo da igual. Lo que encendió las páginas deportivas europeas fue pensar que el insulto fuera racista o nacionalista; ese es el límite para hablar basura en Europa.

Cuando la corrección política invade la esfera pública de algunos países e instituciones, la apariencia se vuelve más problemática que el contexto. Entre atletas lo políticamente correcto se ha asentado, con multas y suspensiones para los que transgreden más allá de la bromita a costas de la mamá ajena.

No ofende el insulto mismo sino el que se diga en voz alta. La misma tribuna que una semana antes gritaba vendido y ratero al árbitro, culero al rival y chiflaba mentadas de madre hasta donde daba el aliento y la bubuzela. ¿Y a las madres quién las defiende? Es mejor fingir que el futbol es una actividad pasiva, noble, familiar y enaltecedora de los valores humanos.

El mayor escollo para la FIFA no son los aficionados mexicanos y su idiosincracia, sino que los despejes de portería son momentos muy aburridos. Lo cual se evidenció en el duelo de México con Brasil. Cuando despejaba Ochoa, los mismos gritos se repetían desde la tribuna carioca, acaso más sonoros y con la misma carcajada primaria detrás.

La FIFA puede iniciar una enjundiosa campaña para obligar a los miles de asistentes a que se comporten : multando, suspendiendo o hasta eliminando a sus representativos. ¿Servirá de algo? Lo dudo. Como bien sabe el padre de cualquier niño pequeño. Celebrar o censurar su uso lingüístico durante las cenas con visitas es igual a fomentarlo. Mejor concentrarse en cosas más importantes, que las hay. Al público ya se le ocurrirá otra cosa.

Únete infórmate descubre

Suscríbete a nuestros
Newsletters

Ve a nuestros Newslettersregístrate aquí

Noticias Recomendadas

Suscríbete