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Una fiesta mística
Más que un concierto, era una verdadera fiesta. Si eres algo penoso o inhibido, no podías estar ahí. Miraras al lado que miraras todos muy a su manera bailaban y dejaban salir aquellas emociones que tenía guardadas.
La gente comenzaba a llegar al lugar. A las afueras del Teatro de la Ciudad Esperanza Iris se empezaban a formar los grupitos de amigos. Los rayos del sol cada vez se hacían más tenues y el clima cada vez más fresco. Un señor de alrededor de unos 40 años gritaba, Compro boletos en 2,000 pesos, yo soy el verdadero Ricky Ricón , aunque nadie entendía qué era lo que pretendía; a muchos les parecía gracioso y reían.
Playeras de la banda, tazas y hasta plumas se postraban a las afueras de la calle; los vendedores caminaban entre las personas tratando de vender aquellos objetos de mala calidad, pero que por el furor del concierto muchos compraban.
Dieron las ocho en punto y las puertas se abrieron, las personas emocionadas comenzaban a entrar, tengo muchas expectativas de este concierto, dicen que el proyecto está muy padre , decía una pareja que iba junto a mí al entrar al recinto de la calle Donceles.
Me tocó sentarme en uno de los palcos pegados a la puerta, desde donde se podía apreciar todo el lugar; podía ver a todo el público, sus gestos, sus bailes, sus emociones.
Con tambores y flautas llegó la tercera llamada. Los asistentes, que, por cierto, eran desde pequeños de cinco años hasta personas de la tercera edad, tomaron sus asientos.
En el escenario apareció la banda encendiendo velas por todos lados, Rubén prendió un incienso que llenó de humo todo el lugar y al sonido del sitar, instrumento proveniente de la India tocado por Aros, la primer canción se hizo escuchar: Caer flotando .
Una tranquilidad y paz invadieron cada uno de los rincones de aquel hermoso teatro, la gente coreaba la canción, algunos desprendieron algunas lágrimas.
Todo cambió para las siguientes canciones, Seres de luz y El huachito hicieron que todas las personas se pusieran de pie a bailar al ritmo de la banda, algunos saltando, otros levantando las manos, pero todos con el mismo rostro dibujado de emoción.
Bienvenidos sean todos ustedes, nosotros somos Hoppo! y vamos a tocar música de nuestras cuatro grabaciones, casi pura música original. Los felicito por no estar esperando un éxito de la radio, porque no lo tenemos. No importa que no se sepan el coro, ustedes griten y canten , fueron las palabras que Albarrán dio de bienvenida.
La noche apenas comenzaba. Aunque la mayoría del público no se sabía todas las canciones debido a que, como lo explicó Rubén, no son un éxito de radio y tampoco nos interesa serlo . Eso no fue motivo para que no intentaran corear y se emocionaran cada vez que sonaba una nueva melodía.
Canciones como Rayo de sol , El sentir y Ojos fueron algunas de las siguientes que interpretó la banda. Más que un concierto, era una verdadera fiesta. Si eres algo penoso o inhibido, no podías estar ahí. Miraras al lado que miraras todos muy a su manera bailaban y dejaban salir aquellas emociones que tenía guardadas.
La madre naturaleza ?nos incumbe a todos
A mitad del concierto, con tan sólo una luz reflejando su silueta, Albarrán hizo un llamado al público, haciendo referencia a los acontecimientos que vive la naturaleza y la contaminación que hay, exhortándonos a respetar a la Madre Naturaleza debido a que es un tema que nos incumbe a todos.
Amor animal fue dedicada a las pequeñas mascotas que todos tenemos en casa. En una salida en falso, el grupo regresó con muchísima fuerza al ritmo de Wakan tanka , momento en que los integrantes bajaron del escenario he hicieron una fila que recorrió todo el recinto. Todos estábamos siendo testigos de una verdadera fiesta entre amigos.
Gritos de emoción hacían retumbar cada uno de los muros del Teatro de la Ciudad. Era una experiencia inigualable, un momento de desestrés, de olvidarse de todo aquello que nos aquejaba.
Alfonsina y el mar fue la más aplaudida de la noche, dedicada principalmente a todas esas personas de Ayotzinapa y Atenco, entre otros, que se encuentran sufriendo la represión e ira de un sistema mal hecho.
Para finalizar el evento, desconectaron todo e hicieron un pequeño acústico. Invitaron a algunos asistentes a subir a sentarse al escenario y a los demás a acercarse hasta enfrente. El concierto se convirtió en una especia de reunión de fogata con varios amigos cantando en círculo.