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Voces afromexicanas relatan su herencia cultural en Canal Once TV
“Diáspora. Relatos afromexicanos” se estrena este lunes como un tributo a las voces íntimas de los afrodescendientes en México y una apuesta por dignificar la negritud, comparten los creadores Daniela Paasch y Gerardo Villadelángel.
Desde la región del Sotavento veracruzano, la Costa Chica de Guerrero, Comaltepec, Oaxaca; hasta El Nacimiento, hogar de los mascogos en Coahuila, aterrizando en Ciudad de México, se alza entre humo, danza y cantos la herencia cultural de los afrodescendientes en México.
Un hilo conductor une a estas poblaciones centenarias que llegaron del mar para poblar las costas mexicanas; con un dolor a cuestas y una tradición espiritual animista, que pronto transformaron en baile y en música, la mezcla prehispánica y criolla con la tercera raíz dio origen a un crisol cultural que este lunes se muestra de un modo magistral en la pantalla de Canal Once TV con el estreno, este lunes 15 de agosto, de la miniserie “Diáspora. Relatos afromexicanos”.
Producida por Daniela Paasch Adame y Juan Pablo Miquirray, con guion de Gerardo Villadelángel, la voz narrativa de Susana Harp guía al espectador por las comunidades donde la tercera raíz ha dejado impronta profunda a través de la música, la danza, la poesía, las labores cotidianas y la gastronomía, a través de un repertorio de microhistorias que son un tributo íntimo a las voces de los afrodescendientes en México.
Vocablos en el pretérito clasificatorios y con una cierta carga peyorativa a través del tiempo, como mulato, prieto, zambo, morisco, chino, lobo, jíbaro, albarazado, cambujo, zambaigo, calpamulato, tente en el aire, no te entiendo, torna atrás, dan cuenta histórica del mestizaje y de la diversidad de la cultura e identidad mexicanas.
Daniela Paasch Adame, productora del canal de televisión del Instituto Politécnico Nacional, con larga experiencia como documentalista de naturaleza, poblaciones indígenas, viajes y gastronomía, cuenta a El Economista que la idea de la serie sobre las comunidades afromexicanas en México surge a propuesta de la senadora Susana Harp Iturribaría.
“A partir de eso trazamos un mapa de todas las poblaciones a lo largo de todo el país; al principio se nos complicó un poco por la pandemia, hubo algunos lugares en los que no pudimos grabar, por ejemplo un lugar en Oaxaca muy interesante que se llama Valerio Trujano, donde hay una comunidad afro donde todos vivían en haciendas azucareras, y que esperamos retomar en algún momento”.
Paasch Adame narra la aventura que supuso recorrer las comunidades con un equipo muy compacto en medio de una pandemia de dos años, algunas muy remotas, como El Nacimiento, en Coahuila, hogar de los mascogos; encontrarse con los decimeros del Sotavento o los jaraneros de Chacalapa, en Veracruz, hasta la Ciudad de México, donde cohabitan distintas migraciones de afrodescendientes, incluso de oleadas más recientes de haitianos y cubanos que han decidido abrazarla como su casa. “Nos interesaba retratar a las poblaciones históricas pero también a las más recientes”, afirma.
“Diáspora. Relatos afromexicanos” busca apartarse del discurso propiamente antropológico del que en muchas ocasiones el género documental no puede prescindir, y sobre todo de los enfoques que folclorizan o revictimizan a los protagonistas. “Quisimos presentar historias íntimas narradas por las comunidades y las personas que habitan en ellas, y que ese fuera el hilo conductor de esta serie, desde cómo se ven y se definen a sí mismas y cómo quieren presentarse”, comparte la productora.
“Estar y no imponer”
Transitar por esa línea tan delgada y evitar caer en los estereotipos nunca es fácil. Daniela resume el esfuerzo del equipo en la acción de “estar” y “no imponer”. “No se puede llegar a una comunidad un día y comenzar a grabar. Hay que conocer a los personajes. Nosotros llegamos, estamos unos días antes, nos quedamos a dormir ahí, platicamos y comemos con ellos, y a partir de la plática entender cuál es el sentido de la narración. Ciertamente llegamos con una idea, con una investigación previa, pero al final el guion se va construyendo junto con las personas.”
“Por ejemplo, cuando llegamos a la comunidad de los mascogos en Coahuila, nunca nos imaginamos que íbamos a conocer a una de las mejores cocineras de México, Laura Herrera, una cocinera tradicional que termina siendo la protagonista del capítulo ‘El Nacimiento’”, comparte.
Otro gran acierto de la serie es que se presenta en blanco y negro y en un formato cinematográfico. La realizadora declara: “Es una decisión que yo planteé, ciertamente buscando un sentido clásico, estilístico, estético, pero también como una declaración acerca del color, de que no importaba el color de la piel, y decidimos fotografiarlo en formato alargado, como cine, para presentar a los personajes de una forma muy digna, respetuosa, dejándolos ser, pero cuidando también la presentación estética, y estamos muy contentos con el resultado”.
Es así como a través de siete capítulos, la serie nos transporta a la costa central de Veracruz, tierra del son jarocho, el fandango y las versadas; a Cuajinicuilapa en la Costa Chica de Guerrero, donde ha arraigado la danza ritual de Los Diablos; Loma Bonita, en Oaxaca, hasta donde se extiende el Sotavento y comparte sus cantos y su cocina; o a Chacalapa, camino a la Sierra Golfo en Veracruz, donde los jaraneros siempre están de fiesta; y desembocando en Ciudad de México donde reina la salsa.
“Pero también se reflejan sus problemáticas, la escasez, la crudeza de la migración, la falta de empleo, esa resistencia permanente que han asumido por siglos, y que los hace ser lo que son y aportar lo que aportan a nuestras culturas, con esa cosmovisión que permea todo lo que hacen”, acota la realizadora. Como dice Susana Harp, herederos “de una raíz, negra, tostada, parda, única…”
“Dignificar esa raíz y su herencia”: Villadelángel
También en entrevista con este diario, el editor y escritor Gerardo Villadelángel Viñas, responsable del tratamiento y guion de la serie, coincide en que la propuesta intenta apartarse del enfoque de una realidad socioeconómica marginal con que a menudo se presenta en los documentales a las comunidades afromexicanas. “Nosotros nos propusimos presentar la herencia cultural y artística de estas comunidades, en los aspectos identitarios del mestizaje mexicano. Decidimos anclar las microhistorias en sus herencias, en lo que tiene que ver con patrimonios tangibles e intangibles, con la oralidad, la gastronomía y, desde luego con la música y la indumentaria”.
Y abunda: “Hay un tipo de folclor desde el que se ha intentado retratar a estas comunidades a partir de su marginalidad, nosotros tampoco quisimos abordar eso; en efecto, hay una realidad que está ahí, pero no sólo corresponde a estas comunidades, es más una realidad de país que otra cosa, entonces no se puede situar una realidad de marginación o pobreza en un nicho comunitario. Para nosotros había otras cosas mucho más importantes que resaltar, que incluso van más allá de las comunidades afrodescendientes, por ejemplo, el son, que abarca a toda Latinoamérica, que son manifestaciones del arte muy ricas y complejas, y por eso ahí decidimos detenernos”, comparte el guionista.
“La intención de toda la serie fue dignificar esa raíz y su herencia, comunidad que ha aportado mucho al patrimonio tangible e intangible y al mestizaje de la identidad mexicana”, dice Villadelángel.
“También quisimos mostrar las particularidades de cada región y los lazos que pueden tener entre ellas, y también sus distancias. Por ejemplo, es el caso de los mascogos en Coahuila, que es una comunidad que, a diferencia de las otras, se construye a partir de una migración del norte hacia el sur buscando la libertad, en la época del juarismo, desde luego en condiciones muy agrestes”.
“Es un formato es muy testimonial que presenta las riquezas culturales y los avatares de estas comunidades, con la voz de Susana Harp que redondea los testimonios de los personajes (…) hay una intención muy visual en toda la serie, con un manejo de la dirección, de la fotografía y el color muy propositivos y el resultado es una serie que quedó muy bella”, añade.
Una veta que no escapa a la serie es el aspecto de la ritualidad que permea toda la creación artística de la negritud. “La ritualidad es explícita, sobre todo en aspectos que tienen que ver con la música y la danza, que también es común a la de otros pueblos originarios, y que está presente en este mestizaje que le ha dado identidad y sentido de pertenencia a todas estas comunidades”, concluye Villadelángel.
“Diáspora. Relatos afromexicanos” se transmitirá los lunes a las 20:30 por la señal de Once Tv y en el sitio web de la televisora https://canalonce.mx/. Es una producción “orgullosamente 100% de casa”, afirma Daniela Paasch, con siete capítulos de 25 minutos cada uno, en una primera temporada, aunque no descarta una segunda entrega.
Capítulos de la serie:
- Sotavento: cauce y honor de la palabra
- Cuajinicuilapa: árbol, semilla y fruto
- Coyolillo: odisea y carnaval
- Chacalapa: al margen de un río de camarones
- Comaltepec: los últimos ecos del son de artesa
- El Nacimiento: la migración inversa
- La ciudad de México: refugio en la odisea
Ficha técnica
- Producción ejecutiva y dirección: Daniela Paasch Adame
- Producción y dirección: Juan Pablo Miquirray
- Conducción de Susana Harp Iturribaría
- Tratamiento y guion: Gerardo Villadelángel Viñas
- Fotografía: Alfonso Mendoza y Mariana Ochoa
francisco.deanda@eleconomista.mx