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Arte e Ideas

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La perra: la lucha de una mujer contra los elementos

Pilar Quintana se ha alzado como una de las plumas más sorprendentes de la literatura colombiana. En su paso por México dialoga sobre su reciente novela, en la que construye una historia de claroscuros, donde la maternidad, la ternura, la crueldad y la violencia, revelan las contradicciones humanas.

Foto: Cortesía

Foto: Cortesía

En la literatura colombiana está de vuelta una mirada hacia el territorio rural, luego de la irrupción de novelas urbanas que dejaron en pausa por un buen tiempo las historias “pueblerinas, costumbristas, provincianas” influenciadas por el realismo mágico, que a su vez dieron paso a una narrativa situada en las encrucijadas de las ciudades y que ahora se renuevan desde una perspectiva más intimista y dan un aire bucólico a la parcela literaria en América Latina.

“Cuando hicieron el primer Bogotá 39 (encuentro de 39 escritores menores de 39 años, primera edición en 2007) se hablaba de que hacíamos literatura urbana; claro porque la mayoría de los escritores éramos nacidos en ciudades, y entonces se hablaba de eso, pero muy pronto estamos viendo una literatura hecha en pueblos, o desde lo rural, hay una mirada que volteó a eso”.

Es Pilar Quintana (Cali, 1972), comunicadora y libretista de televisión que encontró en la novela su forma de expresión más auténtica y que es poseedora ya de una carrera que le ha merecido el Premio Alfaguara de Novela por “Los abismos” (2021) y el Premio Biblioteca de Narrativa Colombiana y un PEN Translates Award por “La perra”, que es el eje de esta conversación.

La escritora hace una parada en Ciudad de México y platica con El Economista antes de asistir a varias presentaciones de sus obras en Singapur y Turquía, donde ha sido traducida a las lenguas locales.

¿Qué pasa con los deseos incumplidos?

La perra (Alfaguara, 2023) nos pondrá frente a un espejo que hemos intentado esquivar, porque revela nuestra contradictoria relación con el entorno a través de un animal que pondrá al descubierto los claroscuros de los seres humanos y a “la bestia que nos habita”.

Damaris es una mujer, en el Pacífico colombiano, que ha vivido con un deseo profundo, que es el de tener un hijo, pero su cuerpo le falla y no lo consigue, y entonces adopta a una perra. “Eso pone en marcha la historia”, dice Pilar.

Situada en la costa de Colombia, en un lugar de extraordinaria y desoladora belleza –deslumbrante, violenta y melancólica–, la historia penetra en el alma de Damaris, en su maternal instinto, cuestiona los estigmas, escudriña en las relaciones humanas y en lo que un animal puede significar en la vida de una persona; es una historia intimista, en las que Pilar ha mostrado gran maestría, con un lenguaje sobrio y brutal.

Para Quintana la situación de la novela no es casual ni caprichosa. “Mi historia transcurre en la selva y en el mar porque “yo quería hacer ‘El viejo y el mar’, pero claro, desde la perspectiva de una mujer; una mujer, el mar y la selva, yo quería poner a una mujer a luchar contra los elementos”, afirma.

Y añade: “yo viví nueve años en el Pacífico colombiano, no es mi casa, pero representa mi casa; yo quería poner al personaje allí y no en la ciudad, porque entonces tendría que haber puesto a una mujer haciendo fila en los servicios de salud, y entonces va al médico, le mandan exámenes, y yo no quería eso, mi historia era una historia de selva”.

Además, Damaris arrastra una relación conflictiva con Rogelio, su pareja. Al respecto, Pilar advierte que la épica literaria está cargada de personajes masculinos. “Joseph Conrad, ¿verdad?, pues no, también las mujeres estamos en la lucha contra los elementos, y acá tenemos a una mujer que lo reivindica.

Chirli, un refugio inexorable

Pero si Damaris es la mujer que lucha contra los elementos, Chirli es la sobreviviente que funciona como el gozne de la historia. El papel protagónico que va adquiriendo la perra en la novela le confiere su peso específico y muy pronto el lector sabrá ante quien está: “Sí, la llamé Chirli, como a la hija que nunca tuve”, quiso decirle Damaris a su prima Luzmila, apretando su mandíbula, porque antes ella le había lanzado un dardo: “Vas a matar a ese animal de tanto tocarlo (…) Claro, como no tuviste hijos”.

Pilar confiesa que asiste “asombrada” a esta nueva relación de los seres humanos con los animales, que se transformó en menos de 50 años. Porque antes los perros no compartían las habitaciones de sus amos, de hecho, hoy ya no son sus amos, son sus parientes, y los perros son perrhijos y los gatos son gathijos.

“Cuando yo era chiquita, los perros y los gatos estaban allá en el patio; a los animales les pegábamos con el periódico, los echábamos de las casas, y eran para que ladraran y se comieran los ratones, y nadie iba hacerle una fiesta de cumpleaños al perro, ni siquiera sabíamos cuando cumplía años, y si se moría, bueno, que venga el camión de la basura y se lo lleve, y en menos de medio siglo, esto dio un viraje completo, y cambió a medida que nos fuimos volviendo más tecnológicos, nos fuimos aislando de los demás y nos volvimos más solitarios”.

Pilar Quintana se cuestiona cómo las personas somos incapaces de convivir socialmente con nuestros semejantes, “cómo sostenemos relaciones con animales a quienes sometemos y de quienes nos apropiamos, pero no podemos sostener relaciones con quien nos interpela”; cómo en las redes sociales se libran batallas campales frente a este tópico. “Yo, como madre de un hijo y como madre de un perrito, asisto asombrada a esto, y como escritora que observa me pregunto qué nos pasó, y que está pasando hoy en nuestra sociedad para que pensemos que me relaciono con mis congéneres a través de pantallas y los alejo de mí, y en cambio tengo una relación más estrecha con otras especies”.

“Me parece que allí hay algo que está hablando profundamente de nuestra soledad”, subraya Quintana alargando la ‘u’. “Todavía no puedo ponerle nombre, este fue mi primer intento.

La autora colombiana reflexiona también desde la otra cara de la moneda, aquella donde se fragua la crueldad y el maltrato contra los animales, desde donde su vuelcan hacia ellos nuestras frustraciones y nuestras carencias, nuestra soledad y precaria estructura emocional.

“Los seres humanos somos violentos, somos racionales, sí, pero la racionalidad no nos distancia de los animales, yo tengo la violencia dentro de mí y tengo que domesticarla para vivir en sociedad, pero eso me habita; y esta es una novela que habla de eso, de una mujer tierna, maternal, que adopta una perra, pero que al final, ella descubre su propia oscuridad, la bestia que la habita”.

Vuelta a las historias íntimas

Una parte de la entrevista giró en torno a las tendencias literarias en la región latinoamericana y esa vuelta a las periferias.

Ante esto, Pilar reflexiona: “Me parece que la literatura latinoamericana siempre ha sido diversa, pero sí me pregunto si hay ahora una vuelta de nosotros los citadinos a mirar unos ambientes más alejados y más cercanos a la periferia (…) en América Latina estábamos acostumbrados a la novela total, yo no sé si esa ambición la tenga alguien de mi generación –quizás–, pero yo no, yo no aspiro a eso para nada; ahora, no creo que haya desaparecido, porque hay escritores y escritoras, como Juan Gabriel Vázquez o Laura Restrepo, que quieren explicar la realidad, la historia, el conflicto, y entonces yo no sé si es una tendencia, pero sí creo que hoy hay una generación que es más intimista, cuyas ambiciones son más pequeñas, pero no quiere decir que sean menos ambiciosas, porque la novela total es una cosa y la literatura intimista, otra; por ejemplo, Mariana Enríquez hace unas cosas pequeñas pero también ha hecho cosas muy grandes, como “Nuestra parte de noche”.

“En Colombia se favoreció durante un largo tiempo esa literatura realista que pretendía explicar el mundo, aunque “Cien años de soledad”, nuestra gran novela icónica es una novela de fantasía, y yo creo que empezó a haber un cambio con Norma (editorial), cuando ya la literatura latinoamericana no tenía que ir a España para que nos leyéramos entre nosotros, sino que llegó Norma y empezó a publicar latinoamericanos en Colombia sin mirar a España, y allí empezó a diversificarse la literatura, pero la gran revolución editorial vino con las editoriales independientes, que ya no querían publicar la ‘Gran’ novela latinoamericana –porque eso era lo que hacían las grandes editoriales–, sino que volvieron la mirada a la periferia, a las autoras, a los autores afro, a la comunidad LGBT, y entonces hubo un giro muy saludable para el panorama literario latinoamericano, porque nos narramos todos, y ahora las grandes editoriales también están mirando a la periferia porque ven que allí también hay mercado”.

Las escuelas de escritores

“Otra cosa que está pasando, algo raro, y es que en mi época los escritores nos formábamos en otras disciplinas, ahora los escritores se forman en academias de escritura creativa, yo soy de la última generación con una formación distinta, yo soy comunicadora social, pero ahora los escritores se forman como escritores. Y algo muy curioso, nuestras escuelas ya están en Latinoamérica, pero vienen de Estados Unidos, allá está la academia formadora de escritores latinoamericanos, y allá está poniéndosele a la escritura una cierta camisa de fuerza”.

Quintana comparte que en el oficio de escribir siempre hay límites, por ejemplo, como libretista de televisión se topó con los presupuestos, con los contenidos permitidos para determinadas audiencias, pero también con el estilo que ella eligió como parcela de exploración. “La escritura literaria es la única que es verdaderamente libre, porque allí los límites me los pongo yo”.

“A mí me preocupa que en la profesionalización de la escritura nos digan desde afuera que la literatura es esto o lo otro, que el deber ser de la escritura es esto o aquello, entonces si los escritores vienen profesionalizados y en la academia se les dice que la literatura debe hacerse de esta manera y no de otra, puedes extraviarte por el camino”, concluye.

Foto: Cortesía

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“La perra”

Autora: Pilar Quintana

País: Colombia

Año de publicación en Alfaguara: 2023

Páginas: 136

Precio: 199 pesos

Otras obras recomendadas de la autora

  • “Cosquillas en la lengua” (Planeta, 2003)

  • “Los abismos” (Alfaguara, 2021)

  • “Caperucita se come al lobo” (Random House, 2021)

  • “Contar la vida como contar los pasos. Antología de cuento de escritoras colombianas” (Sílaba Editores, 2023)

fdeanda@eleconomista.mx

Editor de Arte, Ideas y Gente en El Economista. Es Licenciado en Ciencias de la Comunicación y Maestro en Filosofía Social, por el Instituto Tecnológico y de Estudios Superiores de Occidente (ITESO). Especialista en temas de arqueología, antropología, patrimonio cultural, religiones y responsabilidad social. Colaboró anteriormente en Público-Milenio, Radio Universidad de Guadalajara y Radio Metrópoli, en Guadalajara.

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